Novia del Señor Millonario
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
Los Mellizos del CEO
El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Yo soy tuya y tú eres mío
Ya no te amo, Sr. Exesposo
Adib entró en su oficina con un traje que probablemente solo le había visto una sola persona, y esa era su secretaria Myrtle, ya que lo usó una vez para la recepción de invitados a la que nadie fue porque su peor enemigo, Ibrahim decidió hacer una fiesta esa noche, y por ende, nadie asistiría, razón por la cual su secretaria tuvo que llegar hasta donde estaba él para decirle lo que ocurría.
Mucho lo lamentó cuando se enteró, pero estaba más lleno de ira, así que lo que quiso hacer fue ponerse a la par de este y devolverle el golpe con algo igual de fuerte, algo que estaba seguro de que no se esperaría.
Hizo que desapareciera el nombre de su empresa del ranking mensual, eso quiere decir, que no obtendría tantas ventas como usualmente podría, y ahí es cuando cada uno aprendía a no meterse con un Farhat.
La mayoría de las personas los subestimaban, pero si tan solo supieran de lo que eran capaces, se quedarían tal cual estaban.
Ahora, debía quedarse allí trabajando unas horas, sin embargo, no estaría solo, sino con su secretaria, quien lo miraba desde su lugar fuera de la oficina con cierta curiosidad, y es que ella siempre había sido así.
Los ojos oscuros de ella eran tan expresivos que podían hacer a cualquiera pensárselo dos veces antes de asegurar algo, cosa que era demasiado genial, y que en lo personal, admiraba de la chica, muy aparte de siempre estar pendiente de cualquier cosa que necesitara.
Así fue como esperó al menos diez minutos a que se instalara en la oficina para poder entrar tras dos toques a la puerta entreabierta.
Él le dio la aprobación para entrar, por lo que ella hizo lo propio, llevaba una carpeta en sus manos, el cabello rojo recogido con ayuda de una pinza color blanco, una camisa blanca sobria, unos tacones color negro de altura media y una falda ceñida al cuerpo en tonos marrones.
Caminó hasta el escritorio y se sentó en la silla frente al hombre.
─Hoy tenemos una agenda apretada, Sr. Farhat, si se fija en el cronograma que le pasé por correo, podrá ver de lo que hablo─.
El hombre hace lo pedido, y de inmediato abre sus ojos al ver lo primero fijado en la lista.
─¡¿Es hoy que mi madre viene?!─ preguntó un tanto agitado, como si no se lo hubiera esperado.
─Sí, por supuesto, quería desayunar con usted, pero le he dicho que debe hacer algunas cosas de urgencia esta mañana, así que solo aceptó el almuerzo a regañadientes...─.
El hombre miró entonces los ojos de su secretaria y tomó sus manos entre las suyas.
─No sabría qué hacer sin ti, Myrtle, soy un auténtico desastre administrando el tiempo─.
─Créame que lo sé, es por eso que la primera conferencia solo durará una hora, ya que sé que no leyó lo suficiente como para convencerlos en más tiempo─ fue lo que dijo la chica, acomodándose los lentes sobre el puente de la nariz con su dedo índice.
─Espera ¿Cómo sabes que no leí demasiado?─ quiso saber él, frunciendo un poco el ceño.
─Porque el documento lo envié ayer en la noche, y es poco probable que con el tiempo que le dedica al gimnasio, también pudiera leer algo y comprender para explicarlo hoy, pero sé que hará su mayor esfuerzo─.
La respuesta de Myrtle lo dejó sin palabras, y es que todo lo que había dicho era cierto, de modo que no podía negarlo.
Él asintió y entonces planificaron un poco más a fondo lo que harían ese día, en especial el jeque, quien debía de finiquitar algunos asuntos con quienes fueran sus socios de Iraq. No quería tener mucho que ver con ellos, pero en serio tenía que esforzarse para no entrar en discusiones, ya que lo que ellos pedían era demasiado en muy poco tiempo.
Estaban trabajando en una campaña política, por ello, cuando se presentara ante la prensa y el congreso, debía de ir vestido como los árabes típicamente acostumbraban, esto con el fin de hacer que la gente se sintiera un poco más segura al ver los rostros en televisión y demás medios de comunicación.
A Adib jamás le gustó ser el centro de atención, pero tampoco le incomodaba mucho, solo en el ámbito amoroso, en el cual no había tenido mucha suerte, por decir que ninguna.
Al ser un líder político, debía de mantener su rostro siempre intacto de dichas habladurías que pudiera tener la gente sobre sí, por ejemplo con no haberse casado teniendo ya treinta y dos años de edad. De todos modos, no tenía razones de sobra para querer casarse con una desconocida, ese había sido su más grande error, que le gustaba conocer con quien tenía que compartir no solo su fortuna, sino también el tiempo que le quedara en el mundo, y hacer una mala elección podía costarle muy caro.
Por supuesto, no perdía la fe de que algún día podría encontrar a alguien que le pudiera proveer de todo lo que él necesitara, y viceversa, llegando a ser una unión digna de captar envidias, ya que en serio las personas solían obsesionarse con las bodas de los árabes, mucho más de los jeques, quienes decían que eran guapos sin importar su físico (refiriéndose netamente al dinero).
De haber querido, podía haberse casado con cualquier chica de su país, pero lo cierto era que no le interesaba mucho esto, sobre todo porque las mujeres allí no eran para nada su prototipo de mujer, la mayoría solo eran sumisas que ni siquiera se atrevían a opinar, y en la cama era lo mismo, y esa era una de las tantas trabas que tenía a la hora de conseguir una pareja estable.
En eso pensaba mientras caminaba rumbo al salón de conferencias, en el cual daría una muy importante hacia sus aliados que daría el norte para el proyecto que buscaban desarrollar entre los convenios.
Como siempre, saludó a todos y cada uno de los presentes, llegando a estar de pie frente a la lámina donde se exponían las diapositivas. Myrtle estaba allí para ayudarle a pasar cada imagen, ya que la presentación había sido su idea, había sido hecha por ella, como cosa natural.
El hombre comenzó a hablar acerca de lo que quería no solo para la empresa, sino para el bienestar de lo que sería la nueva ciudad que estaba en construcción, no solo física, sino también de manera ideológica, y ese era su trabajo principal, hacerle creer a la gente que ese era el camino que debían seguir para conseguir libertades monetarias, distintos beneficios y además la salvedad después de la muerte.
Claro que varios líderes religiosos se unían a la campaña, teniendo que dar su punto de vista de igual forma para la aprobación de dicho contrato, que no era nada más y nada menos que uno multimillonario, no cualquier cosa, no estaban jugando en ningún momento.
Todos los hombres ahí se miraron para poder contrastar ideas a medida que la presentación iba abriéndose paso, y con cada pregunta que hacían, se lucían respondiendo, algunas evadiendo el tema principal y otras directo al grano, y con eso, pudieron finalmente hacer las pases con los compañeros de Iraq, quienes no parecían ser muy amigables desde un principio, pero con un poco de dedicación pudieron hacer que los rostros de pocos amigos se transformaran en algo mucho más pasable, e incluso unas cuantas risas pudieron sacarles para alivianar el ambiente.