Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
Vuelve conmigo, amor mío
El regreso de la heredera adorada
La segunda oportunidad en el amor
Tener hijo con mi mejor amigo
Enamorarme de ella después del divorcio
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
¿Quién se atreve a cortejar a mi reina encantadora?
Maxine.
Siento que un peso hunde el colchón a mi lado, sin embargo, estoy tan dormida que no presto demasiada atención, el día está fresco y anoche me dormí hasta tarde por estar viendo mi serie favorita en Netflix.
-Maxine – oigo que alguien susurra mi nombre, pero sigo medio dormida, y pretendo estar asi hasta por lo menos el medio día – Maxine – vuelve a decir aquella voz.
Siento que algo acaricia mi piel, el roce es delicado y está acariciándome bajo las sabanas, creo que no es producto del sueño porque se siente muy real, tanto que siento que me hace cosquillas en todas partes del cuerpo, suelto un murmullo que ni siquiera yo misma alcanzo a entender y entonces comienzo a abrir los ojos lentamente.
Por la ventana de mi habitación entra luz, pero es muy opaca, lo que indica que caerá un aguacero, igual a los últimos dos días, lo cual es extraño teniendo en cuenta que vivo en el estado de Arizona, un lugar mas bien seco la mayor parte del año.
-Maxine – vuelven a susurrar, y esta vez quien sea que me este jodiendo la vida suelta una risa tonta.
Yo me tapo con la cobija, percibiendo un aroma, es masculino, como a tabaco y a perfume, detesto el olor a tabaco, lo que me obliga a taparme la nariz con mis sabanas que huelen a flores porque recién las he lavado. Aunque me cubro de pies a cabeza no consigo acomodarme en la cama, asi que me doy media vuelta, intentado encontrar una posición cómoda nuevamente.
Y entonces lo veo. Mis ojos, que están adormilados, se abren con sorpresa en cuanto me doy cuenta de la persona que esta conmigo en la cama.
-¿Tu qué demonios haces aquí? – le grito con la voz pastosa mientras él suelta una carcajada – ¿Qué estás haciendo en mi habitación, Trevor? – le pregunto cabreada.
-Buenos días, Maxine – dice a modo de respuesta, siendo tan descarado como siempre.
Lo miro con rabia de arriba abajo y me doy cuenta de que esta vestido con ropa de hacer ejercicio, tiene el cabello húmedo y el rostro brillante y ni aun asi deja de verse bien, Trevor es uno de los hombres mas sexis que he conocido en mi vida, fácilmente podría ser el protagonista de alguna de esas tontas películas románticas para adolescentes, tiene el cabello azabache, oscuro como la noche, lo tiene medianamente largo y desordenado, sus ojos también son extremadamente oscuros, y su tez es más bien trigueña, Trevor siempre ha sido la clase de chico que tiene a todas las mujeres locas detrás de si, pero conmigo es diferente, y por muy guapo que sea, me niego a que esté en mi cama molestándome la vida.
-¿Qué haces aquí? – le grito una vez más.
-Viéndote dormir – dice como si nada, como si aquello fuera lo mas normal del mundo – debes estar feliz de saber que no roncas, Maxine, si quieres puedo firmar un papel que lo compruebe, para la persona con la que te cases.
-A la persona con la que me case no le importará si ronco o no – le digo a la defensiva.
-Puede que eso sea cierto durante los primeros años, pero después se hartará de oírte roncar y entonces te asesinará con tal de no oírte – yo ruedo los ojos y lo miro de mala gana.
-¿Y tú como sabes?
-He escuchado cosas – levanta los hombros con indiferencia – hay muchas historias Maxine, aunque a mi no me importaría soportar los ronquidos de alguien como tu – suelta.
Yo respiro profundo, porque sé que está tratando de provocarme.
-¿Te das cuenta de lo inapropiada que es toda esta situación? – le pregunto, aunque sé que Trevor Scott no conoce la palabra “Inapropiado” para él no existen las reglas y eso yo lo tengo bastante claro, después de todo, lo conozco de toda la vida – tu hermano es mi novio y esto segura de que no le gustará saber que me estas acosando en mi propia habitación.
-¿Eso es lo que crees que hago? – inquiere, con una media sonrisa que me saca de quicio.
-Si, es justamente eso – digo, con rabia – entrar en la habitación de una chica mientras duerme y acostarte en su cama como si nada es una clara señal de acoso.
-No te olvides de la rosa – suelta una carcajada.
Yo miro a su mano y me doy cuenta de que esta sosteniendo una rosa roja, bastante pequeña en realidad, entonces recuerdo las cosquillas mientras dormía y me doy cuenta de que no era un sueño, él me estaba acariciando con esa rosa.
-¡No sé ni porque estoy discutiendo contigo! – le grito, incorporándome en la cama. – ¡Vete de mi habitación! – le grito poniéndome en pie, pero él se queda acostado, como si la cama fuese suya – ¡Joder Trevor, lárgate de aquí! – sigo gritando, pero el chico no me hace caso.
Frustrada y con dolor de cabeza, rodeo la cama y llego hasta donde él esta, intento moverlo, y halo de la camiseta blanca que tiene puesta, pero Trevor es como una piedra fuerte y yo soy como un conejo indefenso, no puedo moverlo y él se está burlando de mí.
-Es gracioso verte intentarlo – sisea, mientras yo suelto un quejido.
-¡Trevor, vete al demonio! – suelto un improperio, y me sorprendo de que mamá aun no haya venido a ver qué es lo que sucede, estoy gritando tan fuerte que ya es hora de que por lo menos hubiera preguntado que es lo que está pasando – Trevor, es enserio – hago un puchero.
Él me ve con desconfianza y entonces se pone en píe, dejándome de frente con su pecho, Trevor me saca una cabeza de altura.
-Ahora déjame sola para que pueda volver a dormir – digo.
-Ruégame – me pide, sonriendo diabólicamente.
-¿Que?
-Que me ruegues.
-Yo no voy a hacer eso – me cruzo los brazos sobre el pecho, viendo lo descarado que es él.