Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Novia del Señor Millonario
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Los Mellizos del CEO
Yo soy tuya y tú eres mío
El gran regreso de la heredera despechada
Cuando nací, no hubo música, baile ni luces. Ni siquiera hubo un solo ser que celebrara mi llanto o el simple hecho de que estaba viva. Lo único que se podía escuchar en ese cubículo eran los gritos desesperados de mi madre y el golpeteo del látigo en el suelo, de la señora que la tenía como esclava.
No había alegría, porque cuando un esclavo nace en este mundo, no hay motivo para alegrarse, y ahora, finalmente entendía por qué.
— Por favor... juro que no sé de qué están hablando... — dije, llorando como el día en que nací, con mi cuerpo herido, mis manos desgarradas por el castigo que me fue asignado, — juro... juro por mi alma, que es todo lo que poseo... ¡Soy inocente!
— ¡Cállate! — El sacerdote que me miraba con desprecio gruñó, — ¿cómo una humana repugnante como tú, una esclava, se atreve a decir que tus amos están mintiendo?
— Y-yo... — Abrí la boca para hablar, pero antes de que eso fuera posible, sentí el látigo, golpear con fuerza mi mejilla, arrojándome al suelo y rasgando mi piel, mi rostro.
— Esto es lo que obtienes por desear algo que no puedes tener, — Eline Baldwin, la hija más joven del señor al que nací para servir, me gruñó, los ojos brillando en ese tono rosado que dejaba claro su ascendencia. Ella era una loba, una loba de sangre pura, una rose.
— El propio Alfa pidió tu cabeza, ¿no lo entiendes? — Fue el turno de Elarian Baldwin hablar, los dientes entreabiertos, los ojos felinos, — eres repugnante, chica. Me repulsas, así que... cállate y muere en silencio.
Ella ordenó y siempre había sido... obediente.
Desde mi primer suspiro, había deseado amor.
"Tal vez si soy buena."
"Tal vez si lo intento."
"Tal vez si no me quejo, contradigo, cuestiono..."
No sirvió de nada.
Todo lo que hice y no hice me llevó al momento actual, al dolor que desgarraba mi pecho, mi espalda, mis piernas. A los gritos que sentía escaparse de mis labios, mientras Eline y Elarian se reían de mi sufrimiento.
No había lugar para humanos en un mundo gobernado por monstruos. No había lugar para un ser como yo. Un nadie. Un ser sin nombre y sin orgullo.
La ira que pensé que no existía en mi pecho estalló cuando las lágrimas rodaron una última vez por mis mejillas y realmente... me arrepentí.
Me arrepentí de no haber resistido, luchado y, sobre todo, me arrepentí de la noche de luna llena donde salvé al maldito Alfa que gobernaba como Rey de esa manada.