Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Destinada a mi gran cuñado
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
"¿Estás saliendo con alguien?".
Charlee Sullivan, cuyo ajustado vestido escarlata enfatizaba su llamativa silueta, se apoyó casualmente en un reluciente auto deportivo color carmesí. Su delicado rostro, enmarcado por suaves ondas de pelo castaño rojizo, irradiaba sofisticación.
Sus ojos, habitualmente vibrantes, en esos momentos reflejaban una mirada gélida.
El hombre, agachado sobre su motocicleta destartalada, se enderezó al oír sus palabras.
Bajo el resplandor de la farola, sus rasgos rudos e innegablemente magnéticos irradiaban un aire de carisma indómito.
"Estoy soltero", respondió él con su voz profunda, la cual transmitía un encanto irresistible.
Charlee sonrió, inclinándose ligeramente.
Sus rizos cayeron hacia delante, cubiertos de colorido confeti.
"Pasa una noche conmigo y olvidaré los daños que le provocaste a mi auto", sugirió con valentía.
Ella no era de las personas que perdonaban fácilmente; después de descubrir que Liam Todd, su prometido, se atrevió a engañarla, anhelaba una forma de vengarse...
Y ese hombre, con su mandíbula afilada, su presencia imponente y su encanto natural, era todo lo que Liam no era.
Reflexionó que su prometido palidecía en comparación con ese extraño, quien parecía más que capaz de satisfacer todos sus deseos.
La mirada del hombre iba del vehículo de lujo abollado a su motocicleta destartalada, con un destello de diversión en su expresión.
A sus ojos, ese vehículo de lujo ni siquiera valía el manillar de su motocicleta.
Esbozando una sonrisa maliciosa, atrajo a Charlee hacia sus brazos, al mismo tiempo que con un tono burlón pero firme contestaba: "Trato hecho. De cualquier forma, no puedo pagar las reparaciones de tu auto. Pero, no te quejes después, hermosa".
Dicho eso, la cargó y sin mucho esfuerzo la llevó a un hotel cercano.
Tan pronto como entraron en la habitación, ella lo empujó sobre la cama. El hotel que eligieron era famoso por sus peculiares ofertas, por lo que Charlee rápidamente localizó unas ataduras en la mesita de noche, las cuales usó para atar las muñecas del hombre a la cabecera.
"Prefiero tener el control", afirmó, con sus mejillas brillando con un rubor provocativo.
A pesar de su falta de experiencia, su comportamiento audaz irradiaba confianza, similar al de una flor que florecía bajo una luz ambiental tenue.
Sin embargo, su autoridad no duró mucho y al final no le importó si el hombre había disfrutado por completo del encuentro.
"Ya estamos a mano", murmuró Charlee, jadeante y despeinada.