Nunca me había encontrado con alguien como ella, su inocencia, su sonrisa, su manera de ver la vida, su forma arrogante de ser y la fiereza con que defiende en lo que, cree despertaron en mí lo que yo creía que estaba muerto.
Solo he amado a una mujer y es por ella que hago todo esto.
¿Qué quién es esa única mujer a la que le debo todo mi amor y devoción?
Mi madre...
Pero al enamorarme de aquella mujer...la estoy traicionando, estoy tirando por la borda todo aquello por lo que he trabajado y ese es un lujo que no me puedo dar, es un deber que tengo con mi legado y al amarla a ella como lo hago me convierto en la deshonra más grande para mi familia.
Su familia y la mía no pueden simpatizar y menos después de lo sucedido hace veinticuatro años.
Ellos nos arrebataron todo, ese maldito hombre me quitó la posibilidad de llevar una vida plena al lado de mi madre y por su culpa tuve que vivir toda una vida lejos de ella. No solo le bastó con arrastrar nuestro apellido y honor por los suelos, sino que ahora también me hace odiar a la mujer que he comenzado a amar.
A esa luz al final del túnel que apenas comenzaba a brillar para mi, a ese salvavidas al que me estaba aferrando para no morir ahogado en mi propia oscuridad, a esa mujer a la que había comenzado a amar más que a mi propia vida. Ella es su hija y por lo tanto también tiene que pagar.
Solo pensar que al mirar esos endemoniados ojos azules veo los de mi enemigo, me hace hervir la sangre.
La amo. La adoro. La deseo con todo mi ser, pero sobre todo también la necesito. Me odio. Me odio a mi mismo por sentir lo que siento por ella, pero más odio tener que hacerle daño, mi corazón y mi cuerpo se resisten, pero mi mente me tortura al recordarme una y otra vez la promesa que le hice a mi madre.
Yo juré liberarla de su prisión, yo le prometí reponerle la vida que nuestros enemigos le arrebataron, pero eso es lo que menos me inquieta.