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Regresando a mí

Regresando a mí

Sarah Shea

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Capítulo

Camile Levine ha tenido una vida ejemplar y un matrimonio perfecto con Mark, su esposo. Él fue su primer amor y a lo largo de su relación se dedicó en cuerpo y alma a su familia. Todo cambia la noche en que acude con él a una fiesta de cumpleaños y una explosión truncará sus vidas para siempre. Cuando Camile despierta después del atentado descubre que el amor de su vida ha muerto y que lo ocurrido no fue accidental. Desde ese momento se jura a sí misma que mantendrá el legado de su familia y que dará caza al asesino de su esposo. Lo que ella no espera es que, el hombre al que ella juró vengar, regresará con vida..., pero no de la forma en que ella esperaba. Una misteriosa invitación Un asesinato Y una venganza. ¿Podrá el amor de Camile y Mark superar a la muerte? ¿Encontrarán al culpable de la traición o tendrán que separarse para siempre?

Capítulo 1 La vida puede cambiar en un segundo

La vida puede cambiar en un segundo.

Eso lo aprendió Camile Levine la noche en que su marido Mark le pidió que lo acompañara a una celebración a la que había sido invitado.

—Vamos, cariño, alegra esa bonita cara.

Se encontraban en una hermosa limusina que habían enviado para recogerlos. A Mark le gustaba tener el control en todo, tenía el mismo espíritu controlador y organizado tanto para los negocios como para su vida diaria. Esa noche era su cumpleaños, cumplía treinta y siete años y los accionistas de la empresa habían decidido hacerle una celebración «sorpresa».

No sabían al lugar al que se dirigían ni lo que les esperaban, la nota solo mencionaba que era una fiesta de etiqueta.

—Es que no me siento cómoda —murmuró casi para sí misma—. Tuve que cancelar la fiesta que te estaba organizando por culpa de esa misteriosa invitación. No entiendo por qué accediste.

—Curiosidad, ya sabes que nunca me puedo quedar con la duda. —Mark sonrió y se le formaron esos hoyuelos en las mejillas que a ella tanto le gustaban.

No pudo evitar devolverle el gesto, incluso después de tantos años de matrimonio, ella se seguía derritiendo cuando veía asomar esa sonrisa. Suspiró con aceptación, tomó la mano de su esposo y enredó sus dedos con los de él.

Cuando la limusina detuvo su camino, de nuevo esa sensación de que algo no estaba bien la envolvió. Mark abrió la puerta y si se sorprendió al ver que el lugar no era lo que esperaba no lo mostró.

—Vámonos a casa —le rogó, tenía un mal presentimiento y no lograba explicar por qué.

—Espérame aquí y si escuchas algo extraño dile al chofer… —De pronto la puerta del conductor se abrió y la persona que conducía salió corriendo y se perdió en la oscuridad.

Mark apretó los puños y puso esa mirada felina en sus ojos verdes que auguraba problemas.

—¿Qué está pasando?

—No lo sé, cariño, pero pienso averiguarlo. Ocupa el asiento del conductor, si escuchas algo extraño arranca y vuelve a casa con nuestros hijos, no te detengas, ¿me entiendes? —Camile asintió, estaba asustada, pero no iba a demostrarlo—. Esa es mi chica valiente.

Mark volvió a sonreírle, pero ella lo conocía, sabía que solo intentaba calmarla. Algo estaba ocurriendo y la preocupación se apoderó de ella cuando lo vio salir del coche y llevarse una mano debajo de su chaqueta.

¡Llevaba un arma! ¿Por qué su marido tendría escondida una pistola bajo su ropa?

La calle era oscura, poco transitada y frente a ellos solo se encontraba un edificio viejo que parecía deshabitado. Mark se alejó de ella y no dudó en acercarse al lugar. Se dijo a sí misma que debía obedecer, comprobar si podía arrancar el auto y estar preparada para cualquier cosa, pero ese que se alejaba en la oscuridad era su esposo. ¡No pensaba dejarlo solo!

Ya discutiría después con él por su desobediencia.

Camile salió del coche y comenzó a correr tras él. En ese momento Mark sostenía el arma cerca de su pecho, parecía que estuviera preparado para disparar, lo vio dudar unos instantes, como si pensara en algo, y después observó a su alrededor.

Camile solo sabía que debía llegar a su lado, sentía demasiado miedo por él. Todo ocurrió muy rápido, escuchó el grito de Mark que le decía que se detuviera. Eso fue lo que la salvó.

De pronto, todo se convirtió en caos. Una fuerte explosión resonó en el silencio de la noche. Lo último que Camile logró ver antes de salir despedida debido a la onda expansiva, fue la mirada de Mark implorando que Camile no se acercara. Su marido quedó atrapado entre las llamas y ella no pudo salvarlo.

*****

Dos días después, Camile despertó en el hospital. Se encontraba confusa, no recordaba cómo había llegado ahí.

—Agua —pidió, sentía la garganta seca y la voz ronca.

La figura de una mujer desconocida se hizo visible a su lado, tenía el uniforme de enfermera.

Camile parpadeó varias veces para aclarar su visón. Escuchó un: «Doctor, la paciente ha despertado», pero no pudo continuar con los ojos abiertos. La cabeza le dolía mucho y no lograba mantener los ojos abiertos.

Un tiempo después, no supo precisar cuánto, volvió a despertar con la mente más clara. Observó a su alrededor y vio que se encontraba en una habitación de hospital.

—Hija, ¿cómo te sientes? —escuchó la voz de su madre, la mujer se había acercado a ella y la tomaba de la mano—. El Dr. dijo que necesitaban mantenerte sedada, sufriste un fuerte golpe en la cabeza. Ese fue el peor, los de tu cuerpo sanarán, pero la inflamación que tenías en tu…

Camile no la dejó terminar. Todas las imágenes del día del accidente regresaron y jadeó horrorizada.

—¡Mark!, ¿dónde está mi marido? Mamá, dime dónde está. —Intentó incorporarse, rogaba por verlo sentado en alguna parte de la habitación, pero allí solo estaba su madre.

La expresión que recibió de la mujer no le gustó, parecía nerviosa.

—Mis nietos querían venir, pero no los dejé, un hospital no es lugar para ellos, pero no debes preocuparte. Ellos están bien atendidos con la niñera, tú descansa.

—Mamá —volvió a repetir—, ¿por qué no respondes? ¿Dónde está mi esposo?

La mujer negó con la cabeza y le sostuvo la mano con fuerzas.

—Debes ser fuerte, hija. Mark murió en la explosión.

«No, no, no», gritó en su mente, pero no pudo emitir palabra, aferró en un puño las sábanas y dirigió su mirada hacia la ventana. No podía ser verdad, Mark no podía haberla dejado. Ellos eran felices, tenían una familia, él no podía estar muerto. Pronto despertaría de aquella pesadilla y él estaría a su lado.

******

Cuatro días después Camile pidió el alta voluntaria, todavía se sentía muy débil y su cuerpo estaba lleno de contusiones, pero la inflamación de su cabeza había remitido. Los doctores se empeñaron en dejarla un tiempo más en observación, pero ella se negó.

Por más que regresar a su casa significara afrontar la realidad, en aquel momento era el pilar de su familia. Sus hijos la necesitaban y ella no pensaba en otra cosa que no fuese abrazarlos y saber cómo estaban. Debía ser fuerte y no hundirse, es lo que Mark hubiera querido y lo que sus hijos necesitaban.

La primera semana sin él transcurrió como si el tiempo se hubiese detenido. Sus hijos estaban devastados por la muerte de su padre, además, verla a ella toda llena de hematomas y con el vendaje en la cabeza no los ayudaba demasiado a calmar sus ánimos.

Durante el día Camile intentaba mantenerse fuerte, se ocupaba de sus hijos y del control de la casa, como siempre había hecho desde que se casó con Mark, pero cuando caía la noche y llegaba a la cama que siempre había compartido con él, la realidad le caía de golpe y se dormía llorando. Las sábanas y su almohada todavía mantenían su olor, en algún momento eso desaparecería y no se veía capaz de soportarlo.

Ni siquiera tenían un cuerpo al que darle sepultura, la explosión había acabado con todo; lo único que le quedaba de su esposo eran los recuerdos y la imagen que más persistía en su memoria, la última sonrisa que le dedicó. Esa noche lloró hasta quedarse dormida, pero se prometió a sí misma que tomaría toda su fuerza y comenzaría a poner de nuevo su vida en orden.

Tal vez Camile tenía un presentimiento como le ocurrió el día de la explosión, porque al día siguiente recibió una visita inesperada.

—Señora Levine, hubiera querido venir antes a darle el pésame, pero no quise perturbarla en unos momentos tan duros. —Logan era uno de los accionistas del grupo Langley, la empresa de su esposo.

Ese hombre siempre había sido fiel a su marido y, aunque no deseaba visitas, se obligó a ser amable y aceptarle sus condolencias.

—Muchas gracias —dijo, y lo animó a sentarse en uno de los sillones de la sala—. Ha sido un duro golpe.

—¿Cómo se encuentra? —Señaló el vendaje que todavía cubría parte de su cabeza—. Supe que esa noche usted lo acompañaba.

—Si todo va bien hoy me lo retirarán, las heridas físicas sanan antes. Ya me encuentro mejor, gracias por preocuparse. —Camile se encontraba cohibida, ella siempre se había dedicado a su hogar y no estaba acostumbrada a entablar conversaciones con personas que para ella eran casi desconocidos.

Logan frotó sus manos y carraspeó como si deseara decirle algo, pero no supiera cómo comenzar a explicarse.

—Sé que no es el momento, pero lo que me trajo aquí, además de ofrecerle mis respetos, es la preocupación que siento por el futuro del grupo Langley. —Camile le prestó toda su atención, había estado tan ocupada revolcándose en su sufrimiento y en sus hijos, que no pensó en la empresa de su esposo.

»Mark para mí siempre fue un buen amigo, además de mi superior. Quiero que sepa que cuenta con todo mi apoyo y por eso es mi deber informarle que los accionistas están preocupados desde que el Sr. Langley falleció. Quieren reunirse para nombrar a un nuevo CEO, no logré enterarme de más información, pero escuché que hay alguien interesado en ocupar el lugar de su esposo y ellos lo aprueban. Si ellos lo aprueban, usted podría perderlo todo.

Toda la fuerza que Camile sintió que había perdido tras la muerte de su esposo regresó a ella para llenarla de una rabia intensa. Su marido apenas acababa de fallecer y no eran capaces de respetar eso. Aquella extraña invitación tuvo la culpa de todo, Mark estaba muerto por culpa de ese maldito papel y alguien debió haberlo enviado.

De pronto, su hijo pequeño entró en la sala.

—Mamá, casi es hora de tu cita con el doctor, queremos acompañarte.

Camile miró a su hijo menor, que ya casi era un pequeño hombrecito de catorce años, supo que debía ser fuerte por ellos y por la memoria de su esposo.

—Le agradezco mucho su visita y la información —dijo a la vez que se levantaba y lo animaba a hacer lo mismo—. La empresa de mi marido ya tiene quién la dirija, no necesitan buscar a nadie. Espere mi llamada, pronto me pondré en contacto con usted.

******

Poco después de la visita de Logan, la policía la contactó para informarle que entre los escombros de la explosión habían encontrado lo que parecían ser algunos restos humanos que pertenecían a Mark.

«Restos», la palabra la hizo temblar, lo único que quedaba del amor de su vida ni siquiera era un cuerpo, eran pedazos irreconocibles. Resignada a no poder verlo por última vez, decidió que era hora de darle sepultura y organizó el funeral.

La vida parecía no darle tregua a Camile, ni en ese momento tan triste para su familia tuvo un poco de paz.

Hubo mucha gente que se acercó a darle las condolencias y mostrar respeto por su marido. Ella agradecía a todas las personas que se le acercaban como si estuviera en piloto automático. La escena se le hacía tan irreal. Lo que había en aquel ataúd cerrado ya no era su Mark.

Quiso alejarse un poco de las personas que había a su alrededor, se sentía mareada y con náuseas. Con esa intención comenzó a caminar, solo necesitaba unos minutos para reponerse y volver a ponerse la máscara de mujer fuerte frente a todos, pero alguien la agarró del brazo y la empujó con suavidad hasta el lugar más apartado.

—¿Qué haces? —preguntó al cruzar la mirada con el hermanastro de su marido.

—Esperaba un mejor recibimiento, cuñadita.

—No estoy de humor para tus tonterías. —Camile intentó apartarse y regresar a la zona donde se encontraban congregadas las demás personas, pero él se lo impidió—. ¡Suéltame!

—Shh, no grites. Siempre tan arisca, pero creo que cuando te diga el motivo, comenzarás a ser más obediente y sumisa.

Camile lo miró con desdén, ese hombre nunca le había agradado. Lo soportaba porque era de la familia, pero siempre intentó no quedarse a solas con él. No le agradaba la forma en que la miraba.

—Ve al grano —exigió—, quiero estar junto a mi marido.

La sonrisa torcida que esbozó la hizo sentir un escalofrío.

—Tu maridito se fue y si en algo aprecias tu bienestar y el de tus hijos más te vale comenzar a ser más amable conmigo. —La agarró con fuerzas y la acercó a su cuerpo, Camile intentó forcejear, pero él era más fuerte—. Deja de resistirte, serás mi mujer si no quieres que a ti y a tu familia le vaya muy mal. Incluso seré benevolente con esos dos mocosos…

Un empujón la liberó de la presión que mantenía en ella. Camile vio la mirada enfurecida que su hija le dedicaba a su tío.

—Aléjate de mi madre —la escuchó sisear con rabia y no pudo más que sentirse orgullosa de la mujer en la que se había convertido su pequeña.

Detrás de ella vio aparecer también a su hijo y con él algunos curiosos se acercaron para ver qué estaba ocurriendo. Camile se colocó al lado de ellos y los abrazó. Sentía una tristeza inmensa, Mark ya no estaba y su protección tampoco.

—Vamos, aquí ya no hay nada que ver —pronunció más calmada de lo que se sentía en realidad.

******

Al otro extremo de la ciudad, el Ceo del grupo Sharpe, sufrió un infarto fulminante y murió en el acto frente a sus empleados. Estos llamaron a una ambulancia para intentar salvarlo, pero cuando los paramédicos llegaron solo pudieron dictaminar la hora de la muerte.

Momentos después, Rayan Sharpe abrió los ojos de forma milagrosa, se llevó las manos al pecho como si sufriera un terrible dolor y comenzó a respirar de forma acelerada como si por largo tiempo le hubiese faltado el aire.

—Está vivo —gritó uno de los paramédicos que se apresuró a auxiliarlo—. Señor Sharpe, ¿puede hablar? ¿Qué siente? —preguntó, mientras le tomaba los signos vitales e intentaba dar una explicación a lo ocurrido.

Rayan Sharpe no habló, estaba muy confuso, no entendía qué hacía allí y por qué lo llamaban por ese nombre. Lo último que él recordaba era estar viajando junto a su esposa camino de una celebración para su cumpleaños y después… El miedo al ver a Camile siguiéndolo, su grito de horror pidiéndole que no se acercara y después todo se desvaneció.

—Mark… Mi nombre es —intentó balbucear, pero el paramédico no se lo permitió.

—Tranquilo, señor Sharpe, no se esfuerce. Lo llevaremos al hospital para asegurarnos de que todo esté bien.

Mark no entendía qué estaba ocurriendo, ni por qué lo llamaban por el nombre de su enemigo. Se encontraba demasiado agotado como para luchar, cerró los ojos y perdió el conocimiento.

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