Hannia ha visto toda su historia y la locura desatada en Christian por culpa de la maldición que lo posee, asà que, embargada por el miedo y por el amor que comenzó a apoderarse de su corazón, decide tratar de evadir al destino hasta no resolver los asuntos pendientes en su vida y en la de él, iniciando asÃ, una investigación sobre los orÃgenes de aquella maldición para intentar romperla. Christian, quien vive con una sensación de permanente insatisfacción, recibe una misteriosa carta luego de un importante congreso al que debe asistir. En ella está la información que necesita saber para liberarse de aquella relación que lo reprime. Esa carta y las que le siguen, lo harán preso de una obsesión por encontrar a la misteriosa chica de las cartas, la cual se hace llamar su bendición. El destino está escrito, el hilo rojo los une, y nada evitará que Christian encuentre y persiga sin remedio a su maldición... O a su salvación
Hannia
- ¿Niña?-la voz de la adivina me saca del todo de mi horrible y dolorosa visión. Ella todavÃa me sostiene la mano y me mira asustada, pero ahora soy yo quien se echa para atrás, aturdida por lo que acabo de ver, de vivir y de sentir.
- ¿Qué fue eso?-cuestiono.
-Te lo mostré todo, te mostré lo que pasarÃa sà decidÃas escapar, si te dejas dominar por el miedo. Te he enseñado desde el momento en que has salido de tu casa, teniendo pavor de lo que vas a vivir.
- ¿Cómo...? ¿Cómo hizo esto? ¿Cómo pude ver todo esto?
-Digamos que puedo compartir con las personas mi poder-contesta-. En este mundo hay muchas cosas inexplicables, pero espero que esto te ayude a encontrar tu camino para que todo salga bien.
-Nada fue real-susurro agitada. Mi corazón retumba en mi pecho de una manera furiosa-. ¿Nada fue real? ¿Él existe? ¿Está vivo?
-SÃ, niña, él existe y está vivo, tranquilÃzate-me sonrÃe, lo cual me hace sentir alivio.
Christian Russo está vivo, aquel hombre al que amo sigue respirando, no ha cometido ninguna de aquellas locuras para perseguirme.
Tampoco se suicidó para demostrarme su amor, para dejarme en libertad.
-Yo... Yo no quiero que él muera, que mi amiga muera, mi hermana...
-Puedes cambiar las cosas ahora que lo sabes todo, excepto tu encuentro con él. Eso es inevitable. Lo que los une es el hilo rojo del destino.
- ¿Eso...? ¿Eso existe?
-Por supuesto, ustedes dos son almas gemelas. No importa cuánto lo intentes, no puedes evitar conocerlo, que él te ame y te necesite.
-Pero puedo retrasar el momento-murmuro.
-Tal vez, pero no creo que demasiado tiempo.
-Por favor dÃgame qué tengo que hacer-suplico, sintiéndome algo estúpida por creer en esto, pero algo dentro de mà me dice que la maldición es real.
Christian es real.
-Eres tú quien debe hacer las elecciones adecuadas, yo no tengo las respuestas a todo.
-PodrÃa mostrarme qué pasará si me decido a hacer las cosas bien-sugiero. Noto que mi corazón todavÃa no se calma, mis manos tiemblan y sudan, mi cuerpo entero lo hace, mejor dicho.
- ¿Cómo podrÃa hacerlo? TodavÃa eres aprehensiva y no sabes qué harás, sin embargo, esto que viste es lo que harÃas si yo no te hubiese mostrado nada, asà que tienes que calmarte un poco y buscar la manera de solucionar las cosas con lo que ya sabes.
-No, no puede ser, señora, tengo... Tengo que salvar a Christian de lo que hará.
- ¿Y no te basta con lo que ya sabes? ¿No sabes de verdad con quién debes hablar? ¿No sabes qué cosas importantes están pasando ahora?
Sus preguntas me dejan paralizada. Estoy asustada, eso es obvio, pero ahora sé que ya no hay cabida para actuar a través de él. La certeza de eso invade mi corazón, al igual que el amor por Christian, a quien aún no conozco en persona.
-La única ayuda que te puedo brindar es decirte que, en mi opinión, es más fácil de lo que tú crees el hacer que ese hombre se controle. Tu tarea primordial será arreglar lo que hagan los demás, pues no todo ha sido culpa de ese doctor.
-Dios, pero debe haber algo que pueda hacer.
-No hacer lo que ibas a hacer, pensar con inteligencia. Tienes mucha información en tus manos, úsala.
-Está bien, creo que ahora debo irme-digo contrariada antes de levantarme. Es obvio que no me dirá más nada, asà que estoy sola en esto.
-Buena suerte-me sonrÃe, y yo solo asiento.
Salgo de la carpa, y se me llenan los ojos de lágrimas al ver a Vanessa plantada frente a mÃ. No lo dudo y corro a abrazarla, llorando muy fuerte.
-Hey, ¿qué pasó?-me pregunta nerviosa.
-Te quiero tanto, hermana-le expreso y luego sollozo-. No quiero perderte nunca. Te prometo que voy a escuchar tus temas de aliens, muerte, dioses o de lo que quieras, ya no me importa. Eso no puede darme más miedo que el hecho de que no estés conmigo.
-Algo bueno te debieron haber dicho-se rÃe mientras me abraza también-. Yo también te quiero, llorona.
-Yo... Esto va a sonar a una locura, pero...-me deshago un poco del abrazo para mirarla-. Tengo que...
-Debes conocer a ese sujeto, ¿cierto?
-No solo eso, debo evitar que...
-Que tu hermana pierda a su bebé, que yo muera-me interrumpe, sonriendo divertida.
- ¿Qué rayos...?
-Esa señora me lo dijo casi todo-se rÃe, como si fuera cualquier cosa-. Por eso te he traÃdo aquÃ, quiero que arregles las cosas, y, bueno, no me importarÃa morir por ti, pero...
-No digas eso, Vanessa-la interrumpo y vuelvo a abrazarla-. Prometimos morir juntas, borrachas en una playa cuando seamos ancianas.
-Lo haremos, claro que lo haremos, pero tienes que hacer bien las cosas.
-Primero debo resolver lo de MarÃa, yo... Debo ir a casa.
-Te acompaño.
Mi cuerpo tiembla todavÃa, y tengo que luchar contra el impulso de ir a buscar a Christian, pedirle ayuda para que saque a MarÃa de la situación tan difÃcil en la que está, pero él no me conoce, tiene pareja, y no va a ser fácil lidiar con ella.
Tengo que hacerle saber a mi Christian que ella le está mintiendo, solo asà podré deshacer esa relación antes de que me conozca.
Un nuevo comienzo. La idea de poder empezar de cero es hermosa, pero también me aterra.
-Voy a vomitar-digo en medio del camino. Me recargo en una pared para tratar de controlar las náuseas que me aquejan, que ya no se deben a ningún embarazo, a ningún bebé.
Mi bebé; ese hijo que he perdido por culpa de una hermana que no sé si me desprecia en realidad o solo ha sido producto de su depresión. Ojalá sea lo segundo, pero, aun asÃ, yo ya no podré verla igual nunca más.
Aunque todo se deba a su dolor, ella serÃa capaz de golpearme para provocarme un aborto, de desear mi muerte. Yo tengo claro que jamás le podrÃa desear algo asà ni en la peor situación del mundo.
Parte de mà quiere ignorarla, dejar que se las arregle como pueda para lidiar con su embarazo, pero soy consciente de que, si lo hago, mi padre la va a matar a golpes. No puedo dejarla morir de esa forma, mucho menos a mi sobrino.
Cuando me siento un poco más tranquila, continuamos el camino hacia mi casa, donde tengo que contener toda mi furia hacia mi progenitor por lo que le hizo a MarÃa.
-Tardaste mucho-dice él-. Le dijiste a tu mamá que solo ibas hasta las seis, ahora son las siete y media.
«Maldito, mil veces maldito, te odio tanto» pienso con rencor. Es una lástima que no pueda hacer que lo metan a la cárcel, él no ha tocado a MarÃa aún.
- ¿Y bien? ¿Me vas a decir en dónde estabas?-su voz se empieza a elevar y se me acerca amenazante. Creo que la paliza la voy a recibir yo en vez de MarÃa, lo cual no me parece justo.
Pero yo no estoy embarazada, asà que dejo que mi padre me dé mi "merecido" en los brazos y piernas. Mi mamá no hace nada, para variar, solo se queda viendo, mirándome con algo de culpa.
«Ojalá vinieras a mÃ, Christian, ojalá me amaras»
Mi padre no me pega tan duro, no se ha enojado tanto porque me da la oportunidad de explicarme y decirle que me distraje en el parque, asà que, sin quejarme por los golpes recibidos, aprovecho y entro a la habitación en donde está mi hermana acostada, muy débil.
-MarÃa-susurro, sentándome en mi cama. Ella se da la vuelta para mirarme de forma cansina.
- ¿Qué pasa, hermanita?-cuestiona, lo que forma un nudo en mi garganta. Por primera vez puedo notar el fastidio en su mirada cuando yo le hablo y el tono falso que utiliza para decirme "hermanita"
El odio que siente hacia mà es real.
-Debes irte-respondo, a pesar de comprobar que yo no le agrado.
- ¿A dónde?-frunce el ceño.
-Con Alberto.
- ¿De qué me estás hablando?-se incorpora un poco, observándome ahora extrañada.
-Sé que estás embarazada.
El rostro de MarÃa palidece ante lo que le digo. Se incorpora un poco y me observa asustada.
- ¿Cómo sabes eso?
-Se te nota, y da gracias a Dios que nuestros padres todavÃa no lo hacen, asà que piénsalo y vete antes de que lo hagan.
-A ver, Hannia, explÃcame bien porque no te estoy entendiendo... ¿Cómo es eso de que estás embarazada?
La miro con mucha confusión, pero de inmediato comprendo por qué lo dice. Mi padre está en la puerta, mirándome con furia y una clara promesa de que va a matarme.
-Antes de que me golpees, primero verifÃcalo-respondo tranquila, lo cual lo desconcierta-. Yo no estoy embarazada, podemos comprobarlo.
-Claro que sà lo vamos a comprobar, escuincla. Vamos al hospital ahora mismo.
Me levanta y me jala del brazo. Yo le lanzo una mirada de advertencia a esa maldita perra que es MarÃa, quien está más pálida que antes. La he salvado por ahora, y de ella depende si quiere marcharse o esperar a que nuestro padre la mate a golpes.
Yo ya no haré nada, no por ella. Mi prioridad serán Christian y Vanessa a partir de ahora.
-No estás embarazada-murmura mi padre cuando salimos de la consulta. Hemos esperado por horas a que nos atiendan y me han hecho ultrasonido, análisis de sangre y algunas revisiones en donde se comprobó que no hay nada dentro de mÃ.
-No, no lo estoy-respondo con indignación.
-Pero si tu hermana lo dijo es por algo, seguro te vio haciendo algo malo.
- ¿Te he dado motivos acaso para que lo pienses?-le pregunto, tratando de no alzarle la voz. Me muero de ganas de gritarle a la cara que es un malnacido, que no quiero volver a verlo, pero, carajo, él no ha hecho nada, incluso procuró no dejarme marcas en el cuerpo cuando me golpeó hace un rato.
-Doctor Russo, lo necesitamos-escucho decir a alguien, y mi corazón se detiene por un instante. Mi padre y yo estamos en medio del pasillo, y la voz proviene de uno de los muchos consultorios de este pasillo.
-Con permiso-nos dice un señor, a quien reconozco de inmediato porque es nada más ni nada menos que César Russo.
Papá y yo nos hacemos a un lado para dejarlo pasar, pero entonces el doctor dice unas palabras que me llenan de terror, que me hacen querer huir en ese mismo momento.
-SÃ, Susana, mi hijo viene ahora, está estacionándose. Nos dará su opinión sobre este caso.
-Vámonos, papá, ya me quiero ir-insto, y este asiente.
-SÃ, vamos...
Los dos avanzamos a paso apresurado por el pasillo, y yo bajo la vista al suelo, esperando por todos los dioses no toparme con Christian. Quiero verlo, me muero de ganas de hacerlo, pero sé que no debo, no todavÃa.
- ¿Te pasa algo, Hannia? ¿Por qué miras hacia abajo?-me pregunta papá cuando salimos del hospital. Yo sigo avanzando, pero por ir asÃ, termino estrellándome contra alguien, cuyo olor jamás he sentido, pero que, sin embargo, reconozco perfectamente.
-FÃjese por dónde camina-me reprende Christian, y todo mi ser se revoluciona. Es él, por Dios, es él.
«Tengo que hacer algo, tengo que hacer algo. No puedo dejar que me mire, no ahora»
-Disculpe a mi hija-dice mi padre, y yo esquivo a aquel hermoso doctor antes de salir corriendo despavorida, sintiendo como las lágrimas se me escapan sin poder controlarlo.
¿Por qué? ¿Por qué tenÃa que encontrármelo justo hoy?
La respuesta está clara, pero me asusta pensarlo. Es el destino, es el destino que quiere que nos encontremos, que nos reconozcamos.
Christian y yo estamos destinados.
CapÃtulo 1 Destino
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CapÃtulo 2 Nervios
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CapÃtulo 3 César‌‌​​‌​‌‌​‌​​​‌​‌‌‌​‌‌​​​‌‌​
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CapÃtulo 4 La Mentira
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CapÃtulo 5 Libertad
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