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La esposa del Hades

La esposa del Hades

Maria Temoltzin

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Capítulo

Amelia es obligada a casarse con un hombre que no conoce, un hombre misterioso y con muchos secretos. Durante un año, ella ha sobrellevado la situación de forma placentera, ya que su ahora esposo, le ha otorgado el mundo a cambio de que ella cumpla dos peticiones, la primera: "El matrimonio deberá mantenerse como una farsa" y segundo "Ella no debe inmiscuirse en sus asuntos" No le importa que la ignore y tampoco ser su esposa trofeo mientras él continúe dándole todas las comodidades que el mundo puede ofrecer y su vida se habría mantenido así, de no ser por una carta que lo cambio todo.

Capítulo 1 Prefacio

—Yo, Amelia, te tomo a ti...— su voz tembló, estaba nerviosa, pero no exactamente porque fuese el día de su boda, sino porque estaba ahí, en contra de su voluntad y una mancha rojiza sobre su mejilla era prueba de ello—Dominick Sallow como mi esposo, para amarte y respetarte, en la salud y en la enfermedad hasta el fin de mis días.

Inclino la mirada un poco, hacia su mano donde sostenía una argolla dorada, símbolo de la unión que estaba concretándose a media noche, en una capilla anglicana antigua, en medio del bosque, lejos de la civilización o al menos, lejos de alguien que la escuchara y quisiera ayudarla en caso de que ella decidiera gritar para pedir ayuda.

Extendió la palma de su mano y en ese momento, una mano varonil se situó sobre ella, su piel se notaba demasiado pálida y también demasiado fría. El lugar estaba oculto en medio del bosque, por lo que no era de extrañarse que sus pieles estuvieran congeladas, pero Amelia le pareció que la temperatura de aquel sujeto estaba por debajo de la suya, era como sostener un hielo que le quemaba y aun así, tuvo que deslizar la argolla matrimonial por su dedo anular izquierdo para sellar su sentencia.

La mano del novio tomo la suya y en ese instante, la piel de Amelia se erizó, ella intuyó que su cuerpo continuaba resistiéndose a esa estupidez. Su padre la obligaba a casarse con ese tipo que no conocía más que su nombre, el cual había escuchado unos dos minutos antes de que comenzara la ceremonial nupcial, por supuesto, después de que su padre la golpeara y amenazara si no aceptaba a Dominick, pues él tenía el poder de salvar a su familia.

¿Cómo?

No tenía ni idea.

¿De quién?

No lo sabia.

Pero tenía en cuenta que la situación a la que se enfrentaba su padre debía ser grave. Había visto las últimas semanas, como su padre vendía sus pertenencias para intentar pagarle algunos cobradores que parecían tener nexos con el crimen o algún prestamista ilegal. Aunque Amelia era un tanto tímida y reservada, no era una tonta como para no darse cuenta de que su padre había estado en malos pasos y aquella boda era una consecuencia y también la única solución que su padre tenía para que no los mataran o al menos, esa había sido la excusa con la que su padre la había convencido porque en casa, los esperaba su hermana menor, Samantha, una niña de once años que su padre no hubiese dudado en vender para resolver sus asuntos de haber podido.

Ella era la razón por la que aún seguía en casa, soportando las estupideces de su padre, él tenía la custodia y no tenía dinero para iniciar una disputa legal para quitársela de las manos, por lo que estaba a su merced.

—Con este anillo, yo, Dominick, te tomo a ti por esposa, para amarte —Amelia frunció el ceño al escuchar el principio de sus votos, nunca en su vida hubiese imaginado que terminaría de esa forma, atada a un desconocido— y respetarte, en la salud y en la enfermedad hasta el fin de mis días.

Amelia observó con atención como aquella mano gélida deslizaba con suma delicadeza un anillo dorado similar al suyo hasta topar con la base de su dedo, ella miró con cierta confusión la alianza matrimonial, se suponía que con ello se estaban prometiendo amor y fidelidad, pero como podía ser fiel a un hombre que llevaba exactamente cuarenta minutos de haberlo conocido.

De haber podido, hubiese huido, se hubiese llevado a Samantha a media noche a cualquier lado menos en casa de su padre, pero de haberlo hecho, seguramente su fotografía habría terminado en los noticieros con un título como «Loca secuestra a su hermana menor»

Eso ya había ocurrido alguna vez, pero no había sido ella quien había intentado huir, sino más bien su madre. Ella había vivido al lado de un hombre que no amaba, su padre, había vivido diez años soportando sus maltratos hasta el día en que había decidido huir llevándose a sus hijas de un año y nueve años, pero aquel al que debia llamar padre había hecho parecer que su madre estaba loca y peor aún, que tenía las intenciones de lastimar a sus hijas.

—Por el poder conferido en mí—dijo sacerdote que oficiaba la ceremonia, con voz ronca y cansada—yo los declaro, marido y mujer...

Un severo ataque de tos interrumpió las palabras del sacerdote, pero el cuerpo de Amelia se tensó, la ceremonia ya había culminado, un periodo de cuarenta minutos en los que su mente había estado perdida y divagando, pensando en su mala fortuna y como su vida y sus sueños habían terminado, pero después de eso, solo quedaba una cosa por hacer, un mero acto simbólico para sellar el acto, un beso.

—Pueden irse en paz, la ceremonia ha terminado—expreso después de unos segundos mientras trataba de recuperarse.

Amelia se extraño un poco, en el ultimo minuto ella estaba preparándose mentalmente para besar los delgados y finos labios de su, ahora esposo, pero por suerte, no debía hacerlo. Imagino que tal vez el sacerdote lo habría olvidado, era un anciano, quizás con muchas dolencias y lagunas mentales como para recordar que debía invitar a los novios a besarse, pero en medio de ese pensamiento, a Amelia se le cruzo la idea de que tal vez esa omisión había sido a propósito, quizás una acción sugerida por el novio para evitar la vergüenza de besarse, después de todo no se conocían y extrañamente el sujeto se había mantenido muy reservado, incluso había notado que en ciertos momentos había ignorado su presencia, como si esa estúpida ceremonia fuese necesaria mas no algo que él deseara.

Cuando el sacerdote se dio la vuelta, su esposo, finalmente la soltó y aspiro aire para después soltar un sonoro suspiro, como si hubiese estado todo el tiempo aguantando la respiración. De pronto una serie de aplausos hizo eco en la capilla, se trataba del padre de Amelia que avanzaba desde una de las primeras bancas hacia la pareja.

Amelia lo miro con desde y resentimiento, cuando se acerco y la tomo por los hombros para darle un beso en la mejilla, pero ese atrevimiento solo provoco mas su ira. Ella reunio una cantidad considerable de saliva y le escupio en la mejilla.

Antes de esa ceremonia nupcial, ese acto le hubiese costado un par de bofetadas o al menos un golpe en el estomago, pero su padre se contuvo y fue en un instante que Amelia descubrió la razón.

Su padre le había dirigido una mirada a su yerno, quizás para averiguar si le molestaba que corrigiera a su hija una ultima vez. Amelia miro de reojo al hombre pálido a su lado, él habia arqueado la ceja con leve molestia y al mismo tiempo un poco de curiosidad, como si con ello incitara al padre de su esposa a averiguar que pasaría si se atrevía a tocarla ahora que era suya.

—No quiero que en tu jodida vida vuelvas a ponerme un dedo encima ¿Escuchaste?—Amelia se atrevió advertirle, había descubierto que con esa absurda boda había adquirido un poder sobre el hombre que la había maltratado por años.

Al ver que su progenitor no objetaba nada en su contra, Amelia tomo los pliegues de su vestido y arrojo al suelo el ramo que su padre había comprado en una tienda de conveniencia antes de salir de la ciudad y mientras caminaba, pensó que tal vez esa unión al menos había servido para cerrarle la boca, pero eso no bastaba para compensar todo lo que le había hecho desde que habían encerrado a su madre en un hospital psiquiatrico.

Camino por el mismo pasillo que la había llevado al altar hasta que finalmente llego a la puerta de madera, salio y se encontró con un paisaje idílico que era iluminado por la luz de la luna, la cual había luchado para atravesar la oscuridad de las copas de los arboles. Amelia vio el auto de su padre, en el que habían estado discutiendo de camino a ese lugar, el mismo sitio donde le había dado una bofetada para lograr que dejara de protestar. Miro hacia atrás, por alguna razón el interior se notaba extrañamente oscuro en comparación con la luz que afuera iluminaba la noche, nadie la seguía, ni su padre, el cual debía estar sumamente enojado con ella, ni tampoco su esposo.

Ambos seguían al pie del altar, conversando como si no hubiese pasado nada, como si a ninguno le importara que ella se hubiese marchado molesta, después de todo a donde podía ir, pero Amelia pensó que podía aprovechar su distracción para tomar el auto de su padre y volver a la ciudad sin importar si estuviese casada o no, para ir por Samantha y finalmente huir de las tonterías de su padre, para salvar a su hermana de terminar de la misma forma que ella.

Tomo una bocanada de aire, tomo el vestido largo de color crema y encaje que su padre le había dado y no sabia de donde había sacado al ultimo minuto antes de caminar la marcha nupcial y se apresuro para tomar el auto, sabia manejar, había aprendido a la mala, pero lo hacia bien, pero antes siquiera de tocar la menija de la puerta del auto, una mano la tomo por el hombro. Al girar con evidente sobresalto, se encontró con el rostro de su marido.

Un hombre de cabellera oscura, de finas facciones y mirada profunda, atractivo, pero con una piel pálida. Amelia dio un paso atrás para alejarse de él, no lo había escuchado bajar los escalones de la entrada de la capilla, por lo que su extraña aparición la asusto.

Su esposo, alejo su mano e inmediatamente hizo un ademan para que fuese hacia otra su direccion, es decir su auto. Amelia dirigió su vista hacia donde él señalaba, era un auto negro ultimo modelo, elegante, la misma aura que emaba de su recién adquirido esposo, con un cierto toque de misterio y oscuridad.

Él camino sin voltear en su dirección y mientras él avanzaba, Amelia observo su espalda ancha que al parece estaba bien tonificada o al menos eso intuyo.

Miro el auto de su padre, al intentar jalar la manija para abrirlo se dio cuenta de este estaba cerrado con seguro, el maldito, por primera vez en su vida había tenido la descendía de cerrarlo cuando muchas otras ocasiones ya le habían robado el autoestereo por su olvido.

Alzo la mirada hacia la capilla, su padre la observaba desde la entrada, parecia que le dirigia una mirada mordaz o quizas solo estaba perdiendo la vista y necesitaba entrecerrar los ojos para enfocar de lejos, pero esa expresion logro que Amelia comenzara a avanzar lejos del auto y ello significaba que tal vez no volveria a casa con Samantha, estaba sumamente preocupada por ella, porque sabia que su padre no dudaria en hacer con ella lo que quisiera, de cir, ademas del maltrato que ya existia, sabia que ella seria el nuevo producto a vender.

Camino siguiendo los pasos de su esposo, dubitativa, debia hacer algo, pero ¿Que?

Al levantar la mirada de sus pies hacia su esposo, noto que había alguien mas, quizas su chofer, al avanzar se dio cuenta que en realidad era una mujer de piel morena y con la cabeza rapada quien la recibia y le daba la bienvenida con una leve inclinación de cabeza mientras sostenia la puerta para que ingresara al auto donde su esposo la esperaba.

Pero antes de hacerlo miro una vez mas a su padre, este los observaba desde lejos, como si no quisiera dar un paso mas alla de los limites de la capilla, como si le temiera a algo o mejor dicho a alguien.

Trago saliva y se situo al lado de su esposo, lo suficientemente lejos como para evitar tocarse, pero sin demostrar que todo ese circo habia sido orquestado por su padre, sin evidenciar que estaba austada porque no sabia a que tipo de hombre habia sido vendida.

Evito abrir los labios cuando la mujer que la habia recibido ingreso al auto y lo encendio. Trato de evitar el llanto mientras pensaba las palabras correctas para expresar su sentir sin provocar la ira o incluso el desinteres de su marido. Habia comprendido gracias al comportamiento de su padre que él le temia demasiado como para hacer algo en su contra por lo que intuyo que posiblemente él tenia el poder para hacer algo por Samantha.

—Y-yo—su voz se apago, el poco valor que habia reunido la habia traicionado al sentir la mirada de aquel sujeto sobre su cuerpo. Algo habia en él que le causaba cierto recelo o quizas miedo.

Por un momento penso que debia ser la idea de haber sido vendida a él, a esas alturas de la vida, solo los barbaros y las bestias sin corazon o compasion traficaban con vidas humanas y mucho menos orquestaban matrimonios forzados, pero aquel hombre, al menos desde hacia una hora atras no se habia comportado como uno, de hecho, se habia mantenido alejado, como si a él tambien lo hubiesen obligado a casarse de la noche a la mañana, por lo que respiro hondo y probo de nuevo.

—Tengo una hermana menor, no puedo dejarla al cuidado de mi padre, le hara daño, por favor—dijo en tono suplicante, levanto la vista y descubrio que ese hombre de mirada oscura la miraba con curiosidad—haré lo que me pidas si me ayudas a sacarla de ese lugar.

Dominick desvio la vista de ella hacia la ventanilla para observar el camino que poco a poco se tornaba oscuro, la luz de la luna que habia iluminado su union poco a poco se desvanecia gracias a las nubes que ocultaban la luna.

Amelia intuyo que su petición había sido mas que rechazada, por lo que bajo la mirada hacia sus manos, las cuales temblaban, no sabia a donde iban y tampoco lo que le esperaba, pero tenía algo en claro, un pensamiento o quizas una esperanza, ella no se rendiría.

—Puedes mandar por ella cuando desees—irrumpió la voz de Dominick. Amelia levanto la vista con cierta alegría y gratitud, al menos ambas estarían juntas, pero aun estaba un poco recelosa respecto al porque de su matrimonio y por supuesto, al misterio que envolvía a su esposo—tu padre no se opondrá si ese es mi deseo. Tendrás todo lo que necesites, solo pídelo y lo tendrás, sin importar que sea, pero las comodidades y los lujos que tengas a partir de ahora vienen acompañados de dos peticiones.

Amelia trago saliva, sabia que tanta amabilidad no podia ser real sobretodo por la forma en como habia terminado atados, quizas para toda la vida o al menos hasta que él se aburriera de ella.

—La primera, la cual ya te habrás percatado. Este matrimonio es y siempre sera una farsa. Lo único que necesito de ti es que seas una distracción para ciertas...personas que tal vez conocerás en el futuro.

Amelia comprendio que tal vez ese hombre debia ser importante, demasiado como para que las personas tambien le prestaran atencion a su esposa y si no habia ningun peligro en ello, quizas podia fungir ese papel a la perfeccion, al menos algo tenian en comun, ninguno deseaba ese matrimonio, pero debian soportarse mutuamente para beneficiarse el uno del otro.

—¿Cual es la segunda peticion?—se atrevio a preguntar, al menos la primera se trataba de algo que podia lograr, pero si la segunda no era asi, lo unico que podia hacer era pedir que la dejaran a orilla de la carretera o al menos frente a su casa para que pudiera escapar antes de que su padre llegara.

—La segunda peticion es muy importante, asi que recuerdala bien. Si la respetas, este acuerdo puede durar años e incluso toda la vida, pero si no lo haces...—se detuvo, miro a Amelia con cierta incomodidad, recien se habian conocido, no podia mostrarse tan severo ante ella, al menos no si no se lo merecia—bueno, no querras saber lo que pasara si te atreves a desobedecerme.

Amelia trago saliva, intuyo que la segunda peticion debia tratarse de una cosa seria como para tener casi que amenazarla, por lo que mantuvo silencio esperando que él terminara.

—No debes, ni siquiera por curiosidad, entrometerte en mis asuntos privados. Tu solo eres una esposa trofeo, así que no sentiré remordimiento si desapareces por no obedecerme.

Amelia lo medito un momento, sin duda sus palabras eran graves, pero pensó que su segunda petición era un tanto inútil y hasta estúpida, claro que iba a obedecerle, no pondría su vida en riesgo solo por saber de donde obtenía su poder, mientras él le diera todo lo que prometía, ella nunca se interesaría por lo demás, después de todo su vida estaba en juego así que no se permitiría sentir curiosidad.

—¿Eso es todo?—cuestiono un tanto escéptica.

—Es todo—le aseguro su nuevo esposo. Ella quiso preguntarle si debia hacer algo en especifico, quizas para adaptarse a él, a una historia a seguir como si se tratase de una actriz, pero penso que de ser asi, eso habria hecho desde el principio, en vez de casarla de esa forma. Amelia comenzo a intuir que ese hombre tramaba algo, algo quizas oscuro, pero habia prometido no entrometerse en sus asuntos.

—De acuerdo—asintió la cabeza para confirmar lo que sus labios habían pronunciado.

Una vez dicho eso, en el auto se creo un silencio un tanto incomodo para Amelia, por alguna razón su piel continuaba erizada, la sensación le recordaba su infancia a esas noches en que sentia que la observaban en la oscuridad, quizas un monstruo que la miraba desde el guardarropa o debajo de la cama, ademas a esa sensación la acompañaba cierto temor de que estaba adentrandose en un terreno inexplorado, oscuro y tenebroso en el que debía tener mucho cuidado si quería seguir con vida.

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