Era una mañana fría, el sol apenas se podía ver el cielo anunciaba una posible lluvia, había un silencio incómodo en toda la casa, el ambiente se sentía triste, estábamos pasando por tiempos difíciles, eran tiempos de guerra y la relación de mi madre con mi padre tendía de un hilo, había perdido la cuenta de cuantas veces mi padre había lastimado a mi madre, él era una bestia cuando se lo proponía, cuando se molestaba destruía todo a su pasó, no le importaba nada, mi madre descubrió que él tenía un romance esa sin duda fue la gota que derramó el vaso ella estaba devastada porque no era la prim
era vez que esto ocurría, ella siempre lo perdonaba con la ilusión de que las cosas cambiaran, hasta este punto no sabía por cuánto tiempo más mi madre podría soportar esto.
Me dirigí a la habitación de mi madre y allí la encontré llorando, ella estaba sentada en su cama, tenía un retrato de mi abuela en sus manos, estoy segura que en esos momentos ella estaba añorando un abrazo y concejos de su madre, en silencio la observe por un tiempo, me destruyó el corazón verla así, yo no podía entender como una persona tan bella y bondadosa como mi madre podía estar sufriendo por culpa de la bestia, así decidí llamar a mi padre un hombre que a veces parecía no tener corazón.
Corrí a mi habitación después de ver a mi madre llorar no me pude acercar a ella ¿que se supone que le diría?
Sentada en mi escritorio me cuestione, porque la actitud de mi padre, porque mi madre seguía con él, porque lo perdonaba una y otra vez, ya no quería pensar más en eso así que pensé que podría leer un rato en el jardín, mire al cielo y había muchas nubes de lluvia, no era buena idea salir en ese momento, decidí quedarme a leer en mi habitación.
No se por cuanto tiempo estuve leyendo pero alguien tocó a mi puerta.
- Señorita Isabelle, baje al comedor la cena esta lista, no querrá que se enfríe.
- Sí, Frédéric enseguida voy muchas gracias.
Al pasar al comedor, Frédéric me saludo y me dijo lo que habían preparado para la cena de hoy, orgulloso me dijo que lo hizo con sus propias manos.
Frédéric es el mayordomo y gran amigo de la casa, es un señor amable, de mirada tierna, cabello castaño un poco canoso, ojos verdes, una persona muy cálida.
Seguramente en su juventud fue un joven muy apuesto pensé, mientras tomaba asiento.
Me dispuse a cenar en completo silencio, ya era una costumbre ¿quién se atrevería a hablar estando mi padre entre nosotros?
Al terminar mi cena, me disculpe para retirarme de la mesa, quería reposar para darme una ducha con espuma y pétalos de rosas, mi piel quedaba suave con una deliciosa fragancia.
Agradecí a Frédéric y los demás por la exquisita cena y me dirigí a mi habitación, me senté en una de las sillas de mi balcón, observando la noche y disfrutando de la brisa.