Login to ManoBook
icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
Acero y carne, 9002-9027

Acero y carne, 9002-9027

Ángel Eduardo Araujo

5.0
calificaciones
2.5K
Vistas
54
Capítulo

En el pasado muy lejano, los seres humanos creían en los dioses y los veneraban con vehemente fe. Sin embargo, una enorme envidia los corría y por eso, inconscientemente, desde que el homo sapiens posó su vista sobre el horizonte prehistórico, allá, en la Tierra, tomó la decisión de que lograría de alguna forma destronar a sus mitos para sustituirlos en todas sus envidiables cualidades: salud, fortaleza, inmortalidad, perfección y belleza. Esa intención ha sido la motivación última de la humanidad desde siempre, y ahora henos aquí, cada vez más cercanos a ese logro, allí, tan tangible, accesible, posible, nítido... Pero apareció Marcos, extraído desde las ruinosas entrañas de la Tierra, para hacernos recordar lo que fuimos antes de ser casi perfectos y para hacernos ver que lo que creíamos habían sido solo ganancias, pueden haber sido, más bien, grandes pérdidas. El tesón nos ha dotado, finalmente, de todo lo que antes era monopolio divino, salud, fortaleza, inmortalidad, perfección y belleza, pero también perdimos en nuestro afán de progreso y bienestar a nuestra amada Tierra, nuestra libertad y nuestra compasión. También el derecho a la intimidad, al amor y a la pasión. Sí, somos casi como los dioses que hombres como Marcos veneraron en el pasado, pero él nos ha hecho preguntarnos si ha valido la pena ser como ellos. ¿Quién puede responder a una pregunta tan importante que ha sido formulada tan tarde?

Capítulo 1 1. El llanto de exilio

En la Tierra, los territorios sumidos en la oscuridad nocturna se iluminaron súbitamente mientras aquel fatídico evento tenía lu¬gar. Sin embargo, aquella luz que les envolvió no provenía de los astros que decoraban el cielo, con la Luna a la cabeza, sino que irradiaba del propio mundo, proveniente desde pequeños objetos dispuestos en toda la superficie del planeta. Se trataba de miles de naves cuyos cohetes expulsaron sus llamaradas, prestas a vencer la gravedad que las mantenía a ellas y a sus ocupantes sujetos al moribundo mundo del pasado humano.

Aquello ocurría en una atmósfera de ensueño, como entre las tinieblas del subconsciente del hombre, que no que¬ría creer que esa hora crítica y cataclís¬mica de la historia estuviera ocurriendo.

Todas esas naves partieron a la vez y sin previo aviso, para sorpresa de quienes quedaron en tierra, abandonados a su suerte de acuerdo a los planes de las sabias mentes pasadas y presentes del mundo. En donde la luz solar brillaba era fácilmente discer¬nible lo que ocurría: vieron los abandonados elevarse sobre sus cabezas innúmeras columnas de vapor que seguían a las pequeñas cápsulas que se acercaban con arrebatado ímpetu a las nubes para luego atravesarlas y desaparecer al cruzar la delgada tela de luz que cubre de azul el cielo y que impide ver más allá de aquella cúpula máxima. Pero donde era de noche, la cúpula estelar era toda confusión, solo visibles cientos de intensas luces que, como bolas de fuego, flotaban en medio de la oscuridad y se elevaban sobre la tierra, creando una suerte de cuasidía a medida que la luz, producto de las llamaradas, se extendía sobre llanos, montañas y mares.

Junto al ascenso impetuoso de las naves, un estruendo ensordecedor avisó a las masas abandonadas que ocurría algo que no podían controlar. Despertaron alarmados quienes en la parte nocturna del mundo pernoctaban para descansar un poco de su mísera vida, y se unieron a quienes abandonaron sus labores de gente miserable en la parte iluminada por el sol. Todos se vieron juntos en la misma situación: habían sido abandonados a su suerte, ignotos y marginados... como siempre.

En las alturas de los tugurios verticales en los que se habían convertido los antiguos rascacielos de Nueva York, en otro tiempo capital de facto del mundo, vivía ahora una humanidad pordio¬sera que había invadido aquellas estructuras en busca de alguna protección contra el agresivo mundo natural. Esos tristes seres vieron aquellas fatídicas nubes luminiscentes que crecían hacia el cielo; se les hacían borrosas, pues las lágrimas les nublaban la vista. Mientras tanto, las horas del mediodía estaban a punto de llegar a París, bañadas las raídas avenidas de la otrora ciudad más romántica del mundo por una abrasadora radiación veraniega, a la vez que la mitad superviviente de la Torre Eiffel, oxidada y vieja, despedía lánguidamente a los que se iban; quedó pronto la ciudad envuelta por las columnas vaporosas que crecían hacia el cielo. Moscú, ya en las primeras horas vespertinas, veía cómo se abrían las nubes de la tempestad ante el paso soberbio de las na¬ves, que producían grandes boquetes en el gigante techo gris que encapotaba el cielo. En la apenas habitada Hong Kong, el rojizo crepúsculo de la tarde vestía aquellas columnas de vapor de un bello color rosa.

Desde el interior de las naves, quienes abandonaban la Tierra se preguntaron qué sería de ese mundo y de los que allí queda¬ban. Muchos de estos viajeros, algunas de las mentes más bri¬llantes de la civilización de esos días, hubieran querido permane¬cer allí solo para observar los cambios finales que se estaban dando en ese mismo instante en el planeta que, hasta ese día, había sido el hogar de la humanidad. Sin embargo, no podían dejar de sentirse afortunados a la vez, porque por lo menos no sufrirían los embates de aquella muerte tan terrible que padece¬rían de seguro los que quedaron atrás. Miraban por las pocas ventanas de las que disponían aquellos pequeños vehículos espa¬ciales, si el movimiento excesivo se los permitía, para dar un último vistazo al mundo que habían conocido, que ellos y sus ancestros habían lastimado tanto y que ahora se vengaba tan cruelmente, echándolos para siempre. Pero más desdichados que ellos fueron los que se quedaron abajo, sujetos firmemente por la Tierra, esos que observaron las naves mientras abandonaban un mundo cuya promesa última había sido la muerte para todos esos infelices que no lograsen emprender tan anhelada huida; a ellos les tocaría recibir tan ignominiosa ofrenda.

Las miradas perdidas y asombradas de los niños brillaban con un leve destello de alegría mientras veían elevarse hacia el cielo las naves, pues las confundieron con un espectáculo pi¬rotécnico que fascinaba a sus inocentes ojos; pero, extrañamente, también existía en sus miradas un dejo de preocupación, pues se daban cuenta, no obstante su inocencia, de que sus ojos alegres contrastaban con los de sus furibundos padres, quienes, una vez más y esta vez de forma definitiva, comprendían que ellos, los marginales de la Tierra, serían de nuevo pasto de muerte y en última instancia sufrirían junto a sus hijos las consecuencias de los finales y definitivos espasmos telúricos a medida que el pla¬neta moría. Por eso, al saberse otra vez burlados, algunos grita¬ban iracundos a las naves, mientas otros tantos lloraban desconsolados.

-¡Queremos ir! ¡Queremos ir! ¡No nos dejen morir aquí!

Gritó desesperada una mujer hacia el mar en Río, con la desolada ciudad en ruinas a sus espaldas, mientras cerca del marítimo horizonte nocturno las luces huían. Sus hijos estaban aferrados a sus faldas y, aunque la brillante belleza de las luces en el horizonte les encantaba, no podían dejar de llorar junto a su madre, ya que la desesperación que percibieron en ella les hacía presentir que tiempos duros se aproximaban.

-¿Y qué será de nosotros? ¿Y qué de nuestra memoria? ¡Yo también soy memoria para la humanidad! ¿Mi memoria no cuenta? -sollozaba un muchacho en India, de unos quince años, viendo a Bombay rodeada de las columnas de vapor. Se sentía abandonado y traicionado, como todos junto a él.

Seguir leyendo

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro
Acero y carne, 9002-9027
1

Capítulo 1 1. El llanto de exilio

22/09/2021

2

Capítulo 2 El llanto del exilio (Continuación)

22/09/2021

3

Capítulo 3 La añoranza de Dorothy

23/09/2021

4

Capítulo 4 El sol múltiple

24/09/2021

5

Capítulo 5 Destello de mar

25/09/2021

6

Capítulo 6 Vida (I)

26/09/2021

7

Capítulo 7 Vida (II)

27/09/2021

8

Capítulo 8 Vida (III)

28/09/2021

9

Capítulo 9 Vida (IV)

29/09/2021

10

Capítulo 10 Vida (V)

30/09/2021

11

Capítulo 11 Vida (VI)

01/10/2021

12

Capítulo 12 Vida (VII)

02/10/2021

13

Capítulo 13 Ojos Absortos (I)

02/10/2021

14

Capítulo 14 Ojos Absortos (II)

03/10/2021

15

Capítulo 15 Tierra Blanca (I)

04/10/2021

16

Capítulo 16 Tierra blanca (II)

05/10/2021

17

Capítulo 17 Tierra blanca (III)

06/10/2021

18

Capítulo 18 Tierra blacna (IV)

07/10/2021

19

Capítulo 19 Tierra gris (I)

08/10/2021

20

Capítulo 20 Tierra gris (II)

09/10/2021

21

Capítulo 21 Tierra gris (II corregido)

09/10/2021

22

Capítulo 22 Tierra gris (III)

10/10/2021

23

Capítulo 23 Tierra gris (IV)

11/10/2021

24

Capítulo 24 Tierra gris (V)

12/10/2021

25

Capítulo 25 El tránsito de los esclavos (I)

13/10/2021

26

Capítulo 26 El tránsito de los esclavos (II)

14/10/2021

27

Capítulo 27 El tránsito de los esclavos (III)

15/10/2021

28

Capítulo 28 El tránsito de los esclavos (IV)

16/10/2021

29

Capítulo 29 El tránsito de los esclavos (V)

17/10/2021

30

Capítulo 30 Protocolo secreto número 25 (I)

18/10/2021

31

Capítulo 31 Protocolo secreto número 25 (II)

19/10/2021

32

Capítulo 32 Protocolo secreto número 25 (III)

20/10/2021

33

Capítulo 33 Protocolo secreto número 25 (IV)

21/10/2021

34

Capítulo 34 Protocolo secreto número 25 (V)

22/10/2021

35

Capítulo 35 Protocolo secreto número 25 (VI)

23/10/2021

36

Capítulo 36 Protocolo secreto número 25 (VII)

25/10/2021

37

Capítulo 37 Protocolo secreto número 25 (VIII)

25/10/2021

38

Capítulo 38 La gente de hielo (I)

27/10/2021

39

Capítulo 39 La ente de hielo (II)

28/10/2021

40

Capítulo 40 La gente de hielo (III)

29/10/2021