-Vamos Caterim, debes pujar con más fuerza-insiste la doctora mientras que se encontraba entre los muslos de la rubia-. Necesito un puje más y podrá salir.
-Ya no puedo más, es muy doloroso, estoy demasiado cansada -la mujer se queja ya que llevaba horas en trabajo de parto y su hijo aun nada que nacía.
-Esto lleva tiempo, tienes que resistir por tu hijo.
Caterim hace un nuevo intento de pujar, se sostiene de sus rodillas y se inclina un poco hacia adelante para ejercer presión en su vientre y ayudar al bebé a salir. Frunce el ceño y puja hasta quedarse sin fuerzas y aliento.
Y finalmente escucha el llanto que tanto deseaba escuchar...
-Si, ya nació y es una niña-Caterim ensancha la mirada cuando escucha el sexo de su bebé.
-¿Niña? Pero si me dijo que era un niño.
-Ya vemos que no es así.
Cuando la doctora acerca a la niña a sus brazos Caterim observa la blancura de su piel y unos increíbles ojos grises que la hacen sonreír.
-¡Es hermosa! -exclama la madre.
-¿Cómo la piensas llamar?
-Evelyn-Caterim sonríe dulcemente al ver el rostro de su pequeña niña.
Fue una gran sorpresa para ella enterarse de que era una niña, pero se emocionaba por la dicha de que naciera saludable.
Mientras que Caterim descansaba en su habitación esperaba la llegada de su bebé, se la habían llevado para limpiarla así que debía esperar a por ella, pero mientras lo hacía, mira por la ventana y puede ver la extrema oscuridad de la ciudad.
La luna estaba tan brillante, mucho más de lo usual que la hizo sentir un estremecimiento extraño en su interior. Frunce el ceño y justo en ese instante escucha un ruido, cuando gira el rostro puede ver a la enfermera entrar con su niña.
-Todo está en orden con ella, está muy sana.
-¡Que alegría!
-Hasta luego.
Cuando se quedó a solas con su hija un escalofrió se apodero de Caterim que no logro entender, la mujer niega y se concentra en su pequeña hija. No entendía que le estaba pasando, esa noche se estaba comportando de una manera muy extraña, pero quizás solo era producto del parto.
-Tú y yo estaremos muy bien, mi pequeña Evelyn.
[...]
Esa noche Evelyn estaba un poco preocupada ya que su madre no había llegado a casa todavía, la joven mira por la ventana y se percata de que la calle estaba muy sola. Le daba miedo salir, pero ya era hora de que su madre estuviera en casa.
Toma su abrigo y decide salir a buscarla, quizás se la encontraba de camino.
La pelinegra abandona la casa, se abriga bien y camina por la desolada calle. Mira hacia todos lados, pero no ve ni a una sola alma. Sin embargo, con todo el miedo que yacía en su interior sigue caminando hasta una pequeña cafetería que no estaba muy lejos.
Podía ver la luz de la misma lo que indicaba que estaba abierto. Apresura el paso, pero antes de llegar ve un bulto extraño en la acera que la hace reducir la velocidad de sus andadas.
La joven termina por detenerse al reconocer aquel abrigo.
-¿Mamá? -susurra al mismo tiempo que poco a poco va acercándose a ella, cuando está mucho más cerca se agacha y hace girar el cuerpo de su madre -. ¡Mamá! -dice con un hilo de voz -. Pero ¿Qué fue lo que paso?
Su madre estaba toda ensangrentada y no entendía que era lo que le había pasado, Evelyn comenzó a llorar desconsoladamente al ver que su mamá no despertaba.
-¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá! -intenta despertarla, pero no reaccionaba.
La mujer tenía mucha sangre en su cuerpo, es que ni ella podía ver de dónde salía tanta sangre. Su piel estaba muy pálida, Evelyn sospechaba que su madre había muerto.
-¡Mamá! Noooo, por favor, despierta, por favor.
-Evelyn -escucha un susurro y de inmediato abre sus ojos para ver a su madre medio abrir sus ojos.
-¿Mamá? -se alivia de verla despierta.
-Hija, tienes que volver a la casa ahora mismo.
-Si, vamos, te llevare.
-No, yo no... -la mujer se queja, traga saliva y niega -. Ve a casa, y no salgas. Por favor.
-¿Me pides que te deje sola aquí? Estás llena de sangre, ¿Cómo me pides eso?
La mujer niega, le estaba costando mucho poder hablar, ya no tenía fuerzas para hacerlo.
-Hija, busca a tu nana y quédate con ella.
-¿Mi nana? -la joven niega.
Era extraño, su madre nunca le había hablado sobre nada. Ni de su padre, ni tíos, primos, abuelos, nadie. Ella no conocía a nadie, a decir verdad, solo era su madre y ella y de la nada salió una nana.
-¿Qué nana? Mamá, ¿Qué nana?
-Busca en mi habitación, allí está todo -Caterim mira a su hija con amor -. Te quiero mucho, hija mía.
-¿Mamá? -vuelve a fruncir el ceño.
Y en ese instante Caterim cerro sus ojos y no los volvió a abrir, Evelyn se petrifico al ver que el cuerpo de su madre se quedó tan frio rápidamente que se asustó. La soltó de golpe y la vio palidecer en segundos.
-¿Mamá? -y fue lo último que sus labios pronunciaron, luego de eso no supo más de ella ni de su madre.
Fue una sensación muy extraña, era como si su mente comenzara a ponerse en blanco de repente, era como si estuviera a punto de desmayarse. El cuerpo de Evelyn cayó al suelo inconsciente mientras que unas pequeñas gotas de agua comenzaban a caer sobre ella y su madre.