No Más La Ingenua Sofía

No Más La Ingenua Sofía

Gavin

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Capítulo

Me casé con Marco Velasco, el hombre guapo y encantador que prometió ser mi salvación. La empresa de mi padre estaba al borde de la quiebra, y yo, Sofía, era la ofrenda. Pero esa noche de bodas, la que debía ser la más feliz de mi vida, se convirtió en una pesadilla de drogas y horror. Marco, mi esposo, me entregó a sus amigos, riendo mientras me violaban brutalmente. Cuando desperté, estaba sola, rota, y pronto descubrí que estaba embarazada. Mi vientre creció, pero no con alegría, sino con vergüenza y el implacable desprecio de Marco. Me encerró y me trató como a una prisionera hasta el día de mi parto. Di a luz entre gritos de agonía, sola, abandonada, sintiendo cómo la vida se me escapaba. Morí en esa fría cama de hospital, con el sonido de un bebé que apenas escuché, y la imagen de mi tío político, Ricardo, el único que me había ofrecido amabilidad, grabada en mi mente. Pero la oscuridad no duró. Abrí los ojos y me encontré de nuevo en el día de mi boda, sana y vestida de blanco. Marco, el monstruo que me había destruido, entró sonriendo, listo para besarme, ajeno a mi infierno vivido. Pero esta vez, el juego había terminado. Lo miré, y la dulzura ingenua se había desvanecido, reemplazada por el gélido frío de la tumba de la que acababa de regresar. No más la ingenua Sofía; ahora, el infierno lo viviría él.

Introducción

Me casé con Marco Velasco, el hombre guapo y encantador que prometió ser mi salvación.

La empresa de mi padre estaba al borde de la quiebra, y yo, Sofía, era la ofrenda.

Pero esa noche de bodas, la que debía ser la más feliz de mi vida, se convirtió en una pesadilla de drogas y horror.

Marco, mi esposo, me entregó a sus amigos, riendo mientras me violaban brutalmente.

Cuando desperté, estaba sola, rota, y pronto descubrí que estaba embarazada.

Mi vientre creció, pero no con alegría, sino con vergüenza y el implacable desprecio de Marco.

Me encerró y me trató como a una prisionera hasta el día de mi parto.

Di a luz entre gritos de agonía, sola, abandonada, sintiendo cómo la vida se me escapaba.

Morí en esa fría cama de hospital, con el sonido de un bebé que apenas escuché, y la imagen de mi tío político, Ricardo, el único que me había ofrecido amabilidad, grabada en mi mente.

Pero la oscuridad no duró.

Abrí los ojos y me encontré de nuevo en el día de mi boda, sana y vestida de blanco.

Marco, el monstruo que me había destruido, entró sonriendo, listo para besarme, ajeno a mi infierno vivido.

Pero esta vez, el juego había terminado.

Lo miré, y la dulzura ingenua se había desvanecido, reemplazada por el gélido frío de la tumba de la que acababa de regresar.

No más la ingenua Sofía; ahora, el infierno lo viviría él.

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