Venganza a Mi Esposo Cruél

Venganza a Mi Esposo Cruél

Gavin

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Capítulo

La música de la fiesta retumbaba, pero mi corazón solo podía escuchar el eco de una década, diez años con Miguel, el hombre que me quitó todo. Frente a todos, Miguel levantó su copa, y soltó la bomba: "¡Isabel y yo vamos a tener un bebé!" . Mi mundo se hizo pedazos. Luego, con una frialdad que helaba la sangre, me ordenó: "Isabel está embarazada, así que necesito que empieces a preparar nuestra boda. Recoge tus cosas y vete de la casa esta misma noche, ya no hay lugar para ti" . Como si eso no fuera suficiente, exigió el collar de mi madre, "ese collar le quedará mejor a Isabel, dámelo" , y su madre añadió que necesitaban mi sangre para el bebé, "es tu deber ayudar" . Fui un objeto, una bolsa de sangre con patas. ¿Por qué siempre fui yo la que pagó? ¿Por qué, después de todo, seguían sacando de mí lo poco que quedaba? ¿Por qué esta humillación interminable? Pero en el fondo de ese infierno, una chispa se encendió: mi escape, mi "muerte" y mi renacimiento. Mi historia no es de víctima, es de cómo Sofía rompió las cadenas para ser dueña de su destino.

Introducción

La música de la fiesta retumbaba, pero mi corazón solo podía escuchar el eco de una década, diez años con Miguel, el hombre que me quitó todo.

Frente a todos, Miguel levantó su copa, y soltó la bomba: "¡Isabel y yo vamos a tener un bebé!" . Mi mundo se hizo pedazos.

Luego, con una frialdad que helaba la sangre, me ordenó: "Isabel está embarazada, así que necesito que empieces a preparar nuestra boda. Recoge tus cosas y vete de la casa esta misma noche, ya no hay lugar para ti" .

Como si eso no fuera suficiente, exigió el collar de mi madre, "ese collar le quedará mejor a Isabel, dámelo" , y su madre añadió que necesitaban mi sangre para el bebé, "es tu deber ayudar" . Fui un objeto, una bolsa de sangre con patas.

¿Por qué siempre fui yo la que pagó? ¿Por qué, después de todo, seguían sacando de mí lo poco que quedaba? ¿Por qué esta humillación interminable?

Pero en el fondo de ese infierno, una chispa se encendió: mi escape, mi "muerte" y mi renacimiento. Mi historia no es de víctima, es de cómo Sofía rompió las cadenas para ser dueña de su destino.

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Mi médico suspiró, confirmando lo inevitable: mi leucemia estaba en etapa terminal, y yo solo anhelaba la paz de la muerte. Para mí, morir no era una pena, sino la única liberación de una culpa que nadie, excepto él, entendía. Luego, mi teléfono sonó, y la voz fría de Mateo Ferrari, mi jefe y antiguo amor, me arrastró de nuevo a un purgatorio autoimpuesto. Cinco años atrás, en los viñedos de Mendoza, su hermana y mi mejor amiga, Valeria, me empujó por la ventana para salvarme de unos asaltantes. Su grito y el sonidFmao de un disparo resonaron mientras huía, y cuando la policía me encontró, Mateo me sentenció con un odio helado: "Tú la dejaste morir. Es tu culpa." Desde entonces, cada día ha sido una expiación, una condena silenciosa bajo la crueldad de Mateo. Él me humillaba, me obligaba a beber hasta que mi cuerpo dolía, disfrutando mi sufrimiento como parte de esa penitencia interminable. Mi existencia se consumía bajo su sombra, una lenta autodestrucción en busca del final. La leucemia era solo el último acto de esta tragedia personal, la forma final de un pago que creía deber. ¿Por qué yo había sobrevivido para cargar con esta culpa insoportable y el odio de quienes una vez amé? Solo ansiaba el final, la paz que la vida me había negado, el perdón de Valeria. Una noche, tras una humillación brutal, una hemorragia masiva me llevó al borde de la muerte. Sin embargo, el rostro angustiado de mi amigo Andrés, y la inocencia de una niña que lo acompañaba, Luna, me abrieron una grieta de luz inesperada. ¿Podría haber una promesa más allá de la muerte, una oportunidad para el perdón y una nueva vida que no fuera de expiación?

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