Diseñadora Renacida: Su Dulce Venganza

Diseñadora Renacida: Su Dulce Venganza

Gavin

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Cinco años, cinco largos años había esperado este momento. Hoy, la diseñadora Sofía Pérez, renacida de las cenizas, lanzaba su nueva colección "Renacer" . Todo el salón de eventos estaba lleno, las cámaras apuntaban, y a mi lado, mi esposo Alejandro Vargas me sostenía la mano. "¿Nerviosa, mi amor?" Su voz era un bálsamo. Pero entonces, el murmullo recorrió el salón. Las cámaras giraron bruscamente hacia la entrada. Ahí estaba él. Ricardo Morales. El hombre que me humilló. Y a su lado, Valeria Soto, mi ex mejor amiga y su cómplice. Se acercó a mí, su sonrisa torcida, su voz llena de veneno. "No esperaba encontrarte en un lugar como este. Pensé que seguirías escondida." Valeria soltó una risita burlona. "Tal vez encontró a algún viejito rico que la sacara de la miseria." Sentí la mano de Alejandro tensarse. Mi corazón se revolvió de asco al ver a Ricardo. Él, un fracasado en un reality de cocina, se atrevió a exigir mi perdón. "¡Miren a esta mujer! ¡La gran diseñadora Sofía Pérez, la misma que fue abandonada en el altar por infiel!" El viejo escándalo, la herida que tanto había tardado en cicatrizar, se abría de nuevo. Me forzó a arrodillarme. Agarró mi mano izquierda, la que llevaba mi anillo de esmeralda, mi símbolo de renacimiento. "Quería destruir tu carrera, Sofía. Quería que nunca más pudieras diseñar." Levantó una botella vacía, sus ojos brillando con locura. Cerré los ojos, preparándome para el impacto. Un crujido nauseabundo. Un dolor blanco y candente explotó en mi mano. "Señor Morales, me informan que tiene algo que me pertenece." La voz de Alejandro, tranquila y letal, resonó en la sala. Mi esposo había llegado. Y me di cuenta, Ricardo Morales, este infeliz, va a desear no haber nacido.

Introducción

Cinco años, cinco largos años había esperado este momento.

Hoy, la diseñadora Sofía Pérez, renacida de las cenizas, lanzaba su nueva colección "Renacer" .

Todo el salón de eventos estaba lleno, las cámaras apuntaban, y a mi lado, mi esposo Alejandro Vargas me sostenía la mano.

"¿Nerviosa, mi amor?"

Su voz era un bálsamo.

Pero entonces, el murmullo recorrió el salón.

Las cámaras giraron bruscamente hacia la entrada.

Ahí estaba él. Ricardo Morales. El hombre que me humilló.

Y a su lado, Valeria Soto, mi ex mejor amiga y su cómplice.

Se acercó a mí, su sonrisa torcida, su voz llena de veneno.

"No esperaba encontrarte en un lugar como este. Pensé que seguirías escondida."

Valeria soltó una risita burlona.

"Tal vez encontró a algún viejito rico que la sacara de la miseria."

Sentí la mano de Alejandro tensarse.

Mi corazón se revolvió de asco al ver a Ricardo.

Él, un fracasado en un reality de cocina, se atrevió a exigir mi perdón.

"¡Miren a esta mujer! ¡La gran diseñadora Sofía Pérez, la misma que fue abandonada en el altar por infiel!"

El viejo escándalo, la herida que tanto había tardado en cicatrizar, se abría de nuevo.

Me forzó a arrodillarme.

Agarró mi mano izquierda, la que llevaba mi anillo de esmeralda, mi símbolo de renacimiento.

"Quería destruir tu carrera, Sofía. Quería que nunca más pudieras diseñar."

Levantó una botella vacía, sus ojos brillando con locura.

Cerré los ojos, preparándome para el impacto.

Un crujido nauseabundo.

Un dolor blanco y candente explotó en mi mano.

"Señor Morales, me informan que tiene algo que me pertenece."

La voz de Alejandro, tranquila y letal, resonó en la sala.

Mi esposo había llegado.

Y me di cuenta, Ricardo Morales, este infeliz, va a desear no haber nacido.

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El aroma familiar del mole, promesa de un futuro brillante y una beca codiciada, llenaba la cocina de la escuela mientras Sofía Romero se preparaba para el examen final. Justo entonces, un empujón brutal de Daniela Vargas la lanzó contra la estufa, escaldándole el brazo y destrozando su plato. "¿Qué crees que haces, gata arrimada?", espetó Daniela, acusándola de ladrona y de robar la receta ancestral de su familia, la misma que había sido la tradición de los Romero por generaciones. Ignorando a Don Manuel, el viejo ayudante que conocía el pacto secreto, Daniela hundió el preciado cucharón familiar de Sofía en su mole, tirándolo al suelo con desprecio, mientras sus amigas se burlaban de Sofía por "coquetear" con Ricardo Vargas. La humillación culminó en una agresión salvaje: Daniela, con la ayuda de sus cómplices, la tiró al suelo, y con un crujido nauseabundo, le rompió la mano con el tacón. El dolor era insoportable, pero la traición de saber que Armando, el mayordomo que conocía la verdad del pacto que ligaba el destino de los Vargas a su familia, se puso de lado de Daniela, fue aún peor. La advertencia de Sofía, "Están acabando con su propia fortuna", se cernía sobre ellos, pero Daniela solo aumentó la humillación, cubriéndola de harina. En ese instante de abrumadora desesperación y abandono, un pensamiento le dio fuerza: Ricardo Vargas. Ricardo llegó, interponiéndose entre Sofía y su familia, llevándola al hospital y revelando que él conocía el pacto ancestral. "El pacto no está roto, Sofía", le dijo. "Solo está buscando un nuevo ancla. Un nuevo pacto. Entre tu familia y la mía. Mi rama de la familia." Con la decisión de Ricardo de protegerla y establecer un nuevo pacto, Sofía, la chica de origen humilde, se levantaría de las cenizas.

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