Amor y Venganza en el Tango

Amor y Venganza en el Tango

Gavin

5.0
calificaciones
Vistas
11
Capítulo

El zumbido de la multitud era un himno a mi sueño. Era la final del concurso nacional de talentos, mi momento para brillar, para asegurar el futuro de mi familia. La música del tango, esa que ensayé hasta el sangrado de mis pies, comenzó a sonar, pero no pude moverme. Parada en el escenario, solo veía las caras de mis padres, llenas de angustia, y las sonrisas forzadas de Ricardo y Valeria, mis supuestos mejores amigos y rivales. No era la primera vez. En mi otra vida, esta misma noche, yo bailé, gané, solo para que mi victoria durara menos de 24 horas. Una acusación falsa de fraude, pruebas manipuladas, y una campaña de desprestigio brutal me lo quitó todo. Perdí mi beca, mi reputación, mi futuro. Ricardo y Valeria ascendieron sobre mis ruinas, aceptando mis premios y mi beca, mientras mi familia se hundía. Mi madre perdió su puesto de tamales, mi padre envejeció una década en un mes, y yo... yo terminé bajo las ruedas de un coche, en medio de la lluvia. Y ahora, aquí estaba, de vuelta en el escenario, en el exacto momento en que todo se fue al infierno. El sudor frío me recorrió la espalda, el dolor de esos recuerdos me golpeó. Eran ellos. Ricardo, mi "mejor amigo" , con su ambición disimulada. Y Valeria, su novia, con su vanidad y crueldad. Eran los arquitectos de mi destrucción. Pero esta vez, no sería la víctima. Esta vez, no bailaría. No les daría la satisfacción de verme caer como antes. Dejé caer el micrófono. "Me retiro de la competencia. Y del baile. Para siempre". Observó sus caras, una mezcla de triunfo y confusión. Porque esta vez, la jugada me tocaba a mí. Y no sería la bailarina. Sería la cazadora.

Introducción

El zumbido de la multitud era un himno a mi sueño.

Era la final del concurso nacional de talentos, mi momento para brillar, para asegurar el futuro de mi familia.

La música del tango, esa que ensayé hasta el sangrado de mis pies, comenzó a sonar, pero no pude moverme.

Parada en el escenario, solo veía las caras de mis padres, llenas de angustia, y las sonrisas forzadas de Ricardo y Valeria, mis supuestos mejores amigos y rivales.

No era la primera vez.

En mi otra vida, esta misma noche, yo bailé, gané, solo para que mi victoria durara menos de 24 horas.

Una acusación falsa de fraude, pruebas manipuladas, y una campaña de desprestigio brutal me lo quitó todo.

Perdí mi beca, mi reputación, mi futuro.

Ricardo y Valeria ascendieron sobre mis ruinas, aceptando mis premios y mi beca, mientras mi familia se hundía.

Mi madre perdió su puesto de tamales, mi padre envejeció una década en un mes, y yo... yo terminé bajo las ruedas de un coche, en medio de la lluvia.

Y ahora, aquí estaba, de vuelta en el escenario, en el exacto momento en que todo se fue al infierno.

El sudor frío me recorrió la espalda, el dolor de esos recuerdos me golpeó.

Eran ellos.

Ricardo, mi "mejor amigo" , con su ambición disimulada.

Y Valeria, su novia, con su vanidad y crueldad.

Eran los arquitectos de mi destrucción.

Pero esta vez, no sería la víctima.

Esta vez, no bailaría.

No les daría la satisfacción de verme caer como antes.

Dejé caer el micrófono.

"Me retiro de la competencia.

Y del baile.

Para siempre".

Observó sus caras, una mezcla de triunfo y confusión.

Porque esta vez, la jugada me tocaba a mí.

Y no sería la bailarina.

Sería la cazadora.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Adiós, Ricardo: Mi Nuevo Final

Adiós, Ricardo: Mi Nuevo Final

Cuentos

5.0

El zumbido del aire acondicionado en el aeropuerto apenas disimulaba el silencio entre Ricardo y yo; nuestro viaje a Oaxaca, planeado por meses como una pre-luna de miel, de repente se sintió como un último aliento. Justo cuando Ricardo me preguntaba si estaba emocionada, con esa sonrisa perfecta suya, vi a Elena. Venía hacia nosotros con su hija Isabella, esa influencer de viajes, la ex de Ricardo, la madre de su única conexión con un pasado que yo intentaba ignorar. La voz de Elena, demasiado alta, anunció que ellas también iban a Oaxaca, y la sonrisa de Ricardo se congeló, aunque rápidamente la transformó en una máscara de sorpresa forzada. Luego, la pequeña Isabella, con los ojos de su madre, se escondió detrás de Elena, mirándome con una evaluación inquietante, no la inocencia de una niña. Elena, con una falsa dulzura, comentó sobre mi atuendo: "Qué bonito tu conjunto. ¿Lo diseñaste tú?". Sabía que lo decía para recalcar que mi profesión era un "pasatiempo caro", algo que mi familia, y a veces Ricardo, creían. Y entonces, sin que yo pudiera procesar la humillación, Elena pidió sentarse con nosotros en el avión, alegando que Isabella "se sentía mal". Ricardo, en lugar de poner límites, solo miró a la niña que convenientemente empezó a toser de forma exagerada, y cedió. Nuestro espacio para dos se hizo añicos, y me encontré sentada al otro lado, una extraña en lo que debería haber sido nuestro viaje de prometidos, mientras Ricardo les ponía caricaturas a Isabella y Elena le acariciaba el brazo. Cuando en el avión me pidieron cambiar mi asiento de primera clase por uno en turista para que Elena y su hija pudieran estar junto a Ricardo, vi la súplica en sus ojos: "No armes un escándalo, Sofía". No dije nada, solo tomé mi bolso y me fui a la fila de atrás, sentándome junto a un extraño, mientras los veía desde la distancia. Vi cómo la mano de Elena descansaba sobre la de Ricardo, cómo él le abrochaba el cinturón a Isabella, cómo reían y murmuraban, creando una burbuja a la que yo no pertenecía. El avión despegó y Ricardo, reclinado con Elena en su hombro, ni siquiera me buscó con la mirada. En ese momento, supe que no era solo el viaje lo que no había terminado antes de empezar, sino mi relación. La humillación continuó en Oaxaca, donde Elena monopolizó a Ricardo, quien ignoró mis diseños para escucharla. Al día siguiente, me desperté sola con una nota de Ricardo: "Fui con Elena a llevar a Isa a un tour... Te amo". "Te amo", la palabra se sentía tan vacía. Entonces lo vi en Instagram: Elena había subido una foto de Ricardo con el pie de foto: "Mío". Y el comentario de mi propio hermano, Diego: "¡Cuñado! ¡Se te ve increíble! Disfruten. Elena, cuídalo bien". Mi propio hermano estaba del lado de ella. El último clavo fue el comentario de Elena, respondiéndole a alguien: "Ricardo dice que Sofía es un poco aburrida para estos viajes, que no le gusta la aventura, jeje". Sentí el aire faltarme, la humillación pública era total. No era solo Ricardo, era mi familia, era el mundo que me había traicionado. Con las manos temblorosas, abrí mi celular y busqué el nombre de Ricardo. Presioné "Bloquear contacto". Y luego, con una sonrisa amarga, cancelé su boleto de avión de primera clase, el que yo le había regalado por su cumpleaños, dejándolo varado. Mi guerra había terminado.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro