Mi Venganza, Mi Renacer

Mi Venganza, Mi Renacer

Gavin

5.0
calificaciones
310
Vistas
11
Capítulo

El zumbido monótono del aire acondicionado no podía acallar mis propios gritos internos. Después de dos días y dos noches suplicando, las palabras finalmente escaparon de mis labios resecos: "Tía, por favor. Cancela la boda." Mi tía Elena, la CEO de moda más importante del país, me analizaba con sus ojos afilados. Yo creí que Carlos Torres, con su sonrisa encantadora, era mi príncipe azul. Pero él me prometió el paraíso mientras excavaba mi tumba. Recuerdo el metal frío contra mi piel, el olor a gasolina y su risa mezclada con la de Blanca Ruiz. Me dejaron por muerta, arruinada y humillada. Pero de alguna manera, desperté en mi cama, tres años antes de la tragedia, el día de mi compromiso oficial con él. El terror era demasiado real, un veneno helado que corría por mis venas. "Tía, quiero cumplir mi compromiso con la familia Delgado." Mi tía frunció el ceño. "¿Los Delgado? ¿Los productores de aguacate del norte? Fue una broma entre amigos." "Para mí es real," dije con una firmeza que no sabía que poseía. Mi vida anterior me enseñó que Ricardo Delgado era un hombre de honor. Justo entonces, Carlos Torres irrumpió en la oficina, ignorándome por completo, hasta que sus ojos fríos se posaron en mí. "Sofía. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? Deberías estar en casa, preparándote para la fiesta de compromiso de esta noche." Su voz, baja y amenazante, me paralizó de pánico. "Se quedará conmigo," dijo mi tía, interponiéndose. "Ahora, si me disculpas, tenemos mucho de qué hablar." Carlos se inclinó, su tono peligrosamente suave. "Puedes esconderte detrás de tu tía todo lo que quieras, Sofía. Pero eres mía. Y harás lo que yo te diga." Caí de rodillas, temblando incontrolablemente. Esa misma noche, Carlos irrumpió en el penthouse. "Te dije que vendría por ti," dijo con una calma que precedía a la tormenta. "Ya no soy tu prometida," repliqué. Él me agarró del brazo, con fuerza brutal. "No vas a cancelar nada. Te lastimaré mucho más si sigues desafiándome." Su mano se estrelló contra mi mejilla, enviándome al suelo. Blanca Ruiz entró, fingiendo preocupación, y luego se llevó una mano al vientre, interrumpiendo todo. "Oh... el bebé... creo que la tensión me está afectando." Carlos, absorto en ella, me miró con una crueldad inhumana. "¿Ves lo que provocas? Con tus estupideces, estás poniendo en riesgo a mi hijo." "Ese hijo ni siquiera es tuyo, Carlos," solté, llena de un odio que no conocía. En mi última vida, descubrí su engaño. Él me agarró del pelo y me arrastró hasta una bodega oscura, sin ventanas. "Te quedarás aquí hasta que aprendas a comportarte. Quizás un poco de tiempo a solas te ayude a recordar cuál es tu lugar." La oscuridad era total. El pánico se apoderó de mí, arañando mi garganta, asfixiándome. "¡Carlos! ¡Sácame de aquí! ¡Por favor!" Se rió. "Oh, sí me atrevo, Sofía. Y cuando decida sacarte, rogarás por casarte conmigo." La puerta se cerró con un golpe sordo, seguido por el sonido de la llave girando. Me acurruqué en un rincón, temblando. Estaba rota. Las horas se desdibujaron, y el terror infantil de la oscuridad regresó. Las sombras tomaron forma, susurrando mi nombre. En medio de la locura, mis padres aparecieron en una luz cálida. "Estamos aquí, mi niña. Todo está bien. Ven con nosotros." Estiré mi mano para tocarlos. Pero la puerta se abrió de golpe, y la voz de mi tía Elena rompió el hechizo. "Sofía, por Dios, ¿qué está pasando? ¿Ese hombre te ha hecho algo?" Las empleadas susurraron sobre Carlos y Blanca riendo, mientras yo me perdía en la oscuridad. Una rabia fría y dura como el acero comenzó a gestarse en mí. No volvería a ser su víctima. "Tía," dije, mi voz aún débil pero firme. "Llama a los Delgado. Diles que acepto. Me casaré con Ricardo Delgado. Me iré al norte. Lo más lejos posible de aquí."

Introducción

El zumbido monótono del aire acondicionado no podía acallar mis propios gritos internos.

Después de dos días y dos noches suplicando, las palabras finalmente escaparon de mis labios resecos:

"Tía, por favor. Cancela la boda."

Mi tía Elena, la CEO de moda más importante del país, me analizaba con sus ojos afilados.

Yo creí que Carlos Torres, con su sonrisa encantadora, era mi príncipe azul.

Pero él me prometió el paraíso mientras excavaba mi tumba.

Recuerdo el metal frío contra mi piel, el olor a gasolina y su risa mezclada con la de Blanca Ruiz.

Me dejaron por muerta, arruinada y humillada.

Pero de alguna manera, desperté en mi cama, tres años antes de la tragedia, el día de mi compromiso oficial con él.

El terror era demasiado real, un veneno helado que corría por mis venas.

"Tía, quiero cumplir mi compromiso con la familia Delgado."

Mi tía frunció el ceño.

"¿Los Delgado? ¿Los productores de aguacate del norte? Fue una broma entre amigos."

"Para mí es real," dije con una firmeza que no sabía que poseía.

Mi vida anterior me enseñó que Ricardo Delgado era un hombre de honor.

Justo entonces, Carlos Torres irrumpió en la oficina, ignorándome por completo, hasta que sus ojos fríos se posaron en mí.

"Sofía. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? Deberías estar en casa, preparándote para la fiesta de compromiso de esta noche."

Su voz, baja y amenazante, me paralizó de pánico.

"Se quedará conmigo," dijo mi tía, interponiéndose. "Ahora, si me disculpas, tenemos mucho de qué hablar."

Carlos se inclinó, su tono peligrosamente suave.

"Puedes esconderte detrás de tu tía todo lo que quieras, Sofía. Pero eres mía. Y harás lo que yo te diga."

Caí de rodillas, temblando incontrolablemente.

Esa misma noche, Carlos irrumpió en el penthouse.

"Te dije que vendría por ti," dijo con una calma que precedía a la tormenta.

"Ya no soy tu prometida," repliqué.

Él me agarró del brazo, con fuerza brutal.

"No vas a cancelar nada. Te lastimaré mucho más si sigues desafiándome."

Su mano se estrelló contra mi mejilla, enviándome al suelo.

Blanca Ruiz entró, fingiendo preocupación, y luego se llevó una mano al vientre, interrumpiendo todo.

"Oh... el bebé... creo que la tensión me está afectando."

Carlos, absorto en ella, me miró con una crueldad inhumana.

"¿Ves lo que provocas? Con tus estupideces, estás poniendo en riesgo a mi hijo."

"Ese hijo ni siquiera es tuyo, Carlos," solté, llena de un odio que no conocía.

En mi última vida, descubrí su engaño.

Él me agarró del pelo y me arrastró hasta una bodega oscura, sin ventanas.

"Te quedarás aquí hasta que aprendas a comportarte. Quizás un poco de tiempo a solas te ayude a recordar cuál es tu lugar."

La oscuridad era total.

El pánico se apoderó de mí, arañando mi garganta, asfixiándome.

"¡Carlos! ¡Sácame de aquí! ¡Por favor!"

Se rió.

"Oh, sí me atrevo, Sofía. Y cuando decida sacarte, rogarás por casarte conmigo."

La puerta se cerró con un golpe sordo, seguido por el sonido de la llave girando.

Me acurruqué en un rincón, temblando.

Estaba rota.

Las horas se desdibujaron, y el terror infantil de la oscuridad regresó.

Las sombras tomaron forma, susurrando mi nombre.

En medio de la locura, mis padres aparecieron en una luz cálida.

"Estamos aquí, mi niña. Todo está bien. Ven con nosotros."

Estiré mi mano para tocarlos.

Pero la puerta se abrió de golpe, y la voz de mi tía Elena rompió el hechizo.

"Sofía, por Dios, ¿qué está pasando? ¿Ese hombre te ha hecho algo?"

Las empleadas susurraron sobre Carlos y Blanca riendo, mientras yo me perdía en la oscuridad.

Una rabia fría y dura como el acero comenzó a gestarse en mí.

No volvería a ser su víctima.

"Tía," dije, mi voz aún débil pero firme. "Llama a los Delgado. Diles que acepto. Me casaré con Ricardo Delgado. Me iré al norte. Lo más lejos posible de aquí."

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Después de que me dejó, me convertí en su madrastra

Después de que me dejó, me convertí en su madrastra

Urban romance

5.0

La tarde en que Ricardo regresó, el sol implacable bañaba los impecables jardines de la mansión Vargas, casi tan cegador como el traje de lino blanco que él vestía. Un deportivo, escandaloso y ostentoso como su dueño, derrapó sobre la grava, soltando a una mujer pálida y frágil, aferrada a él como si su vida dependiera de ello: Camila Soto, la influencer desaparecida. Los vi entrar por el ventanal, sin invitación, como si la casa aún les perteneciera, ignorando a una Lupe que intentaba detenerlos. "Vengo a verla a ella," dijo él, su sonrisa torcida, esa misma sonrisa de hace tres años cuando me dejó plantada en el altar, diciendo que buscaba su «espíritu» en un rancho. "Sofía," espetó, su voz cargada de una autoridad inexistente, "veo que sigues aquí, como una buena perra fiel esperando a su amo." Luego, Ricardo se desplomó en el sofá de cuero de Alejandro, su padre, y dijo: "Hemos vuelto para quedarnos." Mi corazón no tembló, solo una fría calma, la calma de quien espera una tormenta anunciada, porque sabía que él no era el rey, y yo ya no era la ingenua que él había abandonado. Él no sabía que, con Alejandro, había encontrado dignidad, un hogar y un amor profundo que sanó las heridas de su traición. Me di la vuelta para ir a la cocina, con sus miradas clavadas en mi espalda, pensando que yo seguía siendo la misma Sofía. Pero justo en ese momento, una pequeña figura se lanzó hacia mí, riendo a carcajadas. "¡Mami, te encontré!" Un niño de dos años, con el cabello oscuro y los ojos brillantes de Alejandro, se abrazó a mi pierna, ajeno a la gélida tensión que se cernió sobre el salón. "Mami," preguntó con su vocecita clara, "¿Quiénes son?"

Otra Familia De Mi Marido

Otra Familia De Mi Marido

LGBT+

5.0

Mi carrera como diseñadora de moda iba en ascenso, y la consulta con una clienta importante prometía ser una más de mis rutinas glamorosas. Mientras esperaba en su lujosa residencia, un vaso de agua en mano, mi clienta me pidió un momento para atender a su hijo. Fue entonces, a través de un ventanal, que vi una escena que me paralizó y me quitó el aire. Mi esposo, Mateo, el chef exitoso y dueño de restaurantes, ese con quien compartí ocho años de mi vida, estaba jugando como padre con un niño de unos cinco años. La clienta salió, tendió ropa, y entre ella, la camisa de lino azul que le regalé a Mateo en nuestro aniversario. "Mateo, cariño, ten cuidado con Leo" , le dijo ella, y esa palabra, "cariño" , me perforó el alma. El niño me señaló, preguntó quién era, y la respuesta de ella fue "la diseñadora que te conté" . En ese instante, me di cuenta de que para Mateo, en su vida secreta, yo no era su esposa, sino una completa extraña. Mi matrimonio… ¿era todo una farsa monumental? Las noches de "problemas en el restaurante" , los viajes de "negocios" , sus promesas de un futuro juntos. El dolor era tan agudo que apenas podía sostenerme, pero no iba a desmoronarme frente a la otra familia de mi esposo. Salí de esa casa, de esa escena robada, y manejé sin rumbo, las lágrimas nublándome la vista. En nuestro "hogar" , encontré una caja con fotos de Mateo y Ana, ella embarazada, él sosteniendo al pequeño Leo con un amor que nunca me había dado. Un certificado de nacimiento confirmaba: Leo García, hijo de Ana García y Mateo Rivas, nacido hace cinco años. No era un desliz, era una vida entera construida sobre mis espaldas. La rabia y el dolor me hicieron gritar hasta que no pude más. "Hoy estuve en la casa de Ana" , le dije a Mateo cuando llegó, "vi a tu hijo" . Su falso arrepentimiento y sus mentiras absurdas, como decir que Leo no era suyo, hicieron que mi corazón se endureciera. Viéndolo de rodillas, suplicando perdón con lágrimas falsas, supe que el hombre al que amaba nunca había existido. Entonces, en medio de su patético intento de manipulación, me propuso el colmo de la locura: "Podemos traer a Leo a vivir con nosotros, Sofía. Tú siempre quisiste ser madre" . ¿Qué? ¿Criar al hijo de su amante como si fuera mío? ¿Sería tan cínico? Cuando me gritó que todo era mi culpa, que yo no era "suficiente" por mi carrera, me di cuenta de que mi amor por él había muerto. "Quiero el divorcio, Mateo. No quiero volver a verte en mi vida" . Esa noche, salí de casa, con el corazón roto, pero con una nueva determinación. Llegué a casa de mi hermana Laura, y entre sollozos, le conté el infierno. Su apoyo incondicional me dio la fuerza para levantarme. "Ese desgraciado me las va a pagar", dijo Laura con rabia. Mateo no se dio por vencido, intentó registrar a Leo como nuestro hijo para proteger "su legado" . Laura le dio una bofetada y lo echó. "¡Lárgate de mi casa!" . Pero la guerra apenas comenzaba, y yo le prometí una cosa: "Y yo soy Sofía, la mujer que te va a quitar hasta el último centavo que te ayudé a ganar" . Cuando Mateo y Ana aparecieron de nuevo, ella teatralmente arrodillada, usando a Leo como escudo, mi hermana los despachó sin piedad. Pero un detalle me heló la sangre: el gesto de Ana, tocándose el vientre, el mismo gesto de una mujer embarazada. No podía ser. Cuando los vi al día siguiente, la verdad, "embarazo en camino" , fue una bomba. No solo un hijo, sino otro en camino. Y entonces, Mateo soltó la verdad más cruel: "¿O quieres que le cuente a Sofía dónde estuvo tu maridito Ricardo anoche? ¿Quieres que le cuente sobre la 'amiga en apuros' a la que él también está 'ayudando' ?" Mi hermana, mi pilar, había sido traicionada por su propio esposo de la misma manera vergonzosa. En ese momento, supimos que estábamos juntas en esto, listas para luchar. No éramos víctimas, sino guerreras.

Cariño, Te di 7 Oportunidades

Cariño, Te di 7 Oportunidades

Romance

5.0

Mi esposo, Mateo Vargas, me ha pedido el divorcio siete veces. Cada vez, la misma excusa: "Valentina ha regresado a México y la necesito" . Y cada vez, yo, Sofía Romero, su "esposa" que él desechaba como un pañuelo usado, firmaba los papeles. Siete humillaciones públicas, siete rondas de susurros a mis espaldas, siete colecciones de actas de divorcio que ya parecían cromos. Sacrifiqué mi carrera como diseñadora, mis sueños, mi dignidad, todo por ser la esposa perfecta que él nunca valoró. Pero esta octava vez, mientras él me sonreía perezosamente y prometía regresar en tres meses para volver a casarse, algo cambió dentro de mí. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Tan desesperada por una migaja de su amor que no veía la toxicidad? La risa que solté fue amarga, sin alegría, como la historia de mi vida con él. "No te preocupes", le dije, mi voz con un filo helado que nunca antes había usado. "Esta vez, haré las cosas diferente yo también." No hubo lágrimas, no hubo gritos, solo una calma aterradora que lo descolocó por completo. "Cuando vuelvas, ya no estaré." Se que se siente aliviado, pensando que no habrá drama esta vez. Pero lo que no sabe es que esta vez, el juego ha cambiado. Porque en mi mente, un plan completamente diferente ya estaba en marcha, uno que no incluía ninguna boda, ninguna reconciliación. Uno que no lo incluía a él. Y esta vez, Sofía Romero no solo se irá, se levantará, se transformará. La venganza es un plato que se sirve frío, y yo sé esperar.

Quizás también le guste

Renace como una mujer deslumbrante

Renace como una mujer deslumbrante

rabb
5.0

Emberly, una científica destacada de la Federación Imperial, se quitó la vida después de completar una investigación importante. Renació, y como en su vida pasada, nació en una familia adinerada. Podría haber llevado una vida próspera y sin preocupaciones. Sin embargo, hubo un intercambio de bebés en el hospital y ella terminó con una familia de campesinos. Más tarde, sus padres adoptivo descubrieron la verdad y la llevaron con su verdadera familia, pero esta ya no la quería, e incluso su malvada hermana adoptiva la despreciaba. Fue acusada injustamente y, al final, murió en prisión. Pero en su siguiente vida, se negó a seguir siendo una cobarde y juró vengarse de todos los que le hicieron daño. Solo se preocuparía por aquellos que realmente fueran buenos con ella y cerraría los ojos ante su familia cruel. En su vida pasada, había experimentado la oscuridad y había sido tratada como basura, pero también había estado en la cima del mundo. Esta vez, solo deseaba vivir para sí misma. Como si se hubiera encendido un interruptor dentro de ella, de repente se convirtió en la mejor en todo lo que se proponía. Ganó el concurso de matemáticas, encabezó los exámenes de ingreso a la universidad y resolvió una pregunta antigua... Más tarde, acumuló innumerables logros en investigación científica. Las personas que una vez la difamaron y menospreciaron lloraron amargamente y le suplicaron una autorización de patente. Ella solo se burló de ellos. ¡De ninguna manera se las daría! Ese era un mundo sin esperanza, pero el mundo depositó su fe en ella. Austin, el heredero de una poderosa familia aristocrática en la capital del imperio, era frío y decisivo. Asustaba a cualquiera que lo mirara. Sin que nadie lo supiera, adoraba a una mujer: Emberly. Nadie sabía que su deseo por ella crecía con cada día que pasaba. Ella trajo luz a su vida, que originalmente era aburrida y sombría.

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro