La Desfigurada y el Destino Robado

La Desfigurada y el Destino Robado

Gavin

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El olor a antiséptico y el dolor en mi cara eran lo único real. Estaba en el hospital, un accidente, un robo, eso me dijeron. Pero los susurros fuera de mi habitación me perforaron el alma: "Renata tomará el lugar de Sofía". "Es por el bien de la familia", siseaba la voz de mi padre. Mi boda, mi futuro, todo me fue arrebatado en un instante. Me desfiguraron, me difamaron, me silenciaron con sedantes. Mi propio padre, mi hermano, mi hermana adoptiva, me sacrificaron sin piedad por un negocio. ¿Cómo podían mirarme a los ojos, fingiendo preocupación, mientras maquinaban mi destrucción? La humillación no conocía límites: me pintaron como una desequilibrada, una infiel, una mujer que "se lo buscó". Pero mientras me hundía en esa oscuridad impuesta, una chispa fría se encendió en mí. No me rendiría. Llamé a mi madre, mi última esperanza, y supe que la justicia, lenta pero segura, apenas comenzaba.

Introducción

El olor a antiséptico y el dolor en mi cara eran lo único real.

Estaba en el hospital, un accidente, un robo, eso me dijeron.

Pero los susurros fuera de mi habitación me perforaron el alma: "Renata tomará el lugar de Sofía".

"Es por el bien de la familia", siseaba la voz de mi padre.

Mi boda, mi futuro, todo me fue arrebatado en un instante.

Me desfiguraron, me difamaron, me silenciaron con sedantes.

Mi propio padre, mi hermano, mi hermana adoptiva, me sacrificaron sin piedad por un negocio.

¿Cómo podían mirarme a los ojos, fingiendo preocupación, mientras maquinaban mi destrucción?

La humillación no conocía límites: me pintaron como una desequilibrada, una infiel, una mujer que "se lo buscó".

Pero mientras me hundía en esa oscuridad impuesta, una chispa fría se encendió en mí.

No me rendiría.

Llamé a mi madre, mi última esperanza, y supe que la justicia, lenta pero segura, apenas comenzaba.

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El sonido de mi guitarra, mi pasión, resonaba hueco en la hacienda que por diez años llamé hogar, un desafío silencioso a Diego, el hombre al que entregué mi alma y mi genio para construir su imperio de tequila. Pero su respuesta fue una traición helada: "Ximena, deja de hacer numeritos y sube a mi despacho. Ahora" . Y allí, sentado tras su imponente escritorio de caoba, me soltó la humillación más grande: "Quiero que tú y tu mariachi toquen en mi boda" . La boda que me había prometido a mí. No solo me descartaba por otra mujer, Sofía, sino que me exigía ponerle banda sonora a mi propia aniquilación, a mi propia traición. El golpe más cruel llegó en un susurro venenoso desde el pasillo, de boca de su lugarteniente, "El Chato", pero con las frías palabras de Diego resonando: "Ximena es buena para el negocio, para la guerra, para la calle. Pero para casarme, necesito algo… más puro. Una niña bien, educada, limpia. Ximena ya está muy corrida, muy vivida" . Cada palabra era un puñal que me desgarraba: "Sucia", "corrida", "vivida". Así me veía el hombre a quien le había dado todo, solo una herramienta para desechar cuando ya no le servía, valiendo menos que la inocencia fabricada de una desconocida. El dolor fue insoportable, pero en el fondo de ese abismo, algo se encendió: la rabia. La humillación se transformó en una determinación inquebrantable. Me levanté, la cabeza alta, y con una sonrisa forzada le dije: "Claro, Diego. Será un honor tocar en tu boda" . Pero esa no era Ximena, la víctima; era Ximena, la guerrera, a punto de desatar su venganza.

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