La Desfigurada y el Destino Robado

La Desfigurada y el Destino Robado

Gavin

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El olor a antiséptico y el dolor en mi cara eran lo único real. Estaba en el hospital, un accidente, un robo, eso me dijeron. Pero los susurros fuera de mi habitación me perforaron el alma: "Renata tomará el lugar de Sofía". "Es por el bien de la familia", siseaba la voz de mi padre. Mi boda, mi futuro, todo me fue arrebatado en un instante. Me desfiguraron, me difamaron, me silenciaron con sedantes. Mi propio padre, mi hermano, mi hermana adoptiva, me sacrificaron sin piedad por un negocio. ¿Cómo podían mirarme a los ojos, fingiendo preocupación, mientras maquinaban mi destrucción? La humillación no conocía límites: me pintaron como una desequilibrada, una infiel, una mujer que "se lo buscó". Pero mientras me hundía en esa oscuridad impuesta, una chispa fría se encendió en mí. No me rendiría. Llamé a mi madre, mi última esperanza, y supe que la justicia, lenta pero segura, apenas comenzaba.

Introducción

El olor a antiséptico y el dolor en mi cara eran lo único real.

Estaba en el hospital, un accidente, un robo, eso me dijeron.

Pero los susurros fuera de mi habitación me perforaron el alma: "Renata tomará el lugar de Sofía".

"Es por el bien de la familia", siseaba la voz de mi padre.

Mi boda, mi futuro, todo me fue arrebatado en un instante.

Me desfiguraron, me difamaron, me silenciaron con sedantes.

Mi propio padre, mi hermano, mi hermana adoptiva, me sacrificaron sin piedad por un negocio.

¿Cómo podían mirarme a los ojos, fingiendo preocupación, mientras maquinaban mi destrucción?

La humillación no conocía límites: me pintaron como una desequilibrada, una infiel, una mujer que "se lo buscó".

Pero mientras me hundía en esa oscuridad impuesta, una chispa fría se encendió en mí.

No me rendiría.

Llamé a mi madre, mi última esperanza, y supe que la justicia, lenta pero segura, apenas comenzaba.

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El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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