Mi Amor Hecho Basura

Mi Amor Hecho Basura

Gavin

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Capítulo

Perseguí a Mateo por diez años, dedicando cada minuto de mi vida a un hombre que apenas me veía, ignorando a mis amigos y a mi propia existencia. Hoy, para su cumpleaños número treinta, preparé su pastel favorito, decoré su apartamento, lista para gritar "¡Sorpresa!". Pero la sorpresa fue mía: Mateo no entró solo, sino de la mano de Sofía, una mujer alta y delgada riendo de la burla de mi presencia. Luego, frente a mis ojos, Mateo arrojó la caja con todos nuestros recuerdos a la basura, desechando diez años de mi amor como si fueran basura. Me trató como una extensión de sus propias necesidades, una asistenta personal, y vi cómo me desechaba junto a los recuerdos, sin el menor remordimiento. A la mañana siguiente, bajo una lluvia torrencial, lo vi de nuevo con Sofía, protegiéndola bajo su paraguas mientras yo, empapada, intentaba recuperar mis recuerdos rotos de la basura. Mateo pateó un trozo de mi caja y me ordenó: "Ya te dije que es basura. Supéralo". Sofía se rio con malicia: "Déjala, mi amor, es lo único que tiene, pobrecita". ¿Cómo pude haber sido tan ciega, tan patética, tan dependiente? Esa fue la gota que derramó el vaso; decidí que ya no sería más la sombra de nadie. Tiré los restos empapados de mis recuerdos a la basura, y mi voz se alzó con una certeza inquebrantable: "Tienes razón. Es basura". Me di la vuelta y me fui, escuchando a Mateo gritar: "¡Sabes que no puedes vivir sin mí!". Pero yo sabía, con una absoluta claridad, que ya no volvería arrastrándome a sus pies. Mi vida, por fin, iba a ser mía.

Introducción

Perseguí a Mateo por diez años, dedicando cada minuto de mi vida a un hombre que apenas me veía, ignorando a mis amigos y a mi propia existencia.

Hoy, para su cumpleaños número treinta, preparé su pastel favorito, decoré su apartamento, lista para gritar "¡Sorpresa!".

Pero la sorpresa fue mía: Mateo no entró solo, sino de la mano de Sofía, una mujer alta y delgada riendo de la burla de mi presencia.

Luego, frente a mis ojos, Mateo arrojó la caja con todos nuestros recuerdos a la basura, desechando diez años de mi amor

como si fueran basura.

Me trató como una extensión de sus propias necesidades, una asistenta personal, y vi cómo me desechaba junto a los recuerdos, sin el menor remordimiento.

A la mañana siguiente, bajo una lluvia torrencial, lo vi de nuevo con Sofía, protegiéndola bajo su paraguas mientras yo, empapada, intentaba recuperar mis recuerdos rotos de la basura.

Mateo pateó un trozo de mi caja y me ordenó: "Ya te dije que es basura. Supéralo".

Sofía se rio con malicia: "Déjala, mi amor, es lo único que tiene, pobrecita".

¿Cómo pude haber sido tan ciega, tan patética, tan dependiente?

Esa fue la gota que derramó el vaso; decidí que ya no sería más la sombra de nadie.

Tiré los restos empapados de mis recuerdos a la basura, y mi voz se alzó con una certeza inquebrantable: "Tienes razón. Es basura".

Me di la vuelta y me fui, escuchando a Mateo gritar: "¡Sabes que no puedes vivir sin mí!".

Pero yo sabía, con una absoluta claridad, que ya no volvería arrastrándome a sus pies.

Mi vida, por fin, iba a ser mía.

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