El Renacer de Soler

El Renacer de Soler

Gavin

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Capítulo

El frío de la noche me devoraba los huesos en un callejón apestoso de la Ciudad de México, con periódicos mojados como mi única cobija. En una pantalla gigante, mi prima Isabella sonreía radiante, usando mi diseño robado. La llamaban "La nueva reina del flamenco", mientras yo, Sofía Soler, la verdadera heredera, moría de hambre y frío. Isabella no solo robó mi arte para el concurso más importante de la academia, sino que me tendió una trampa, usando las conexiones de nuestra propia familia para acusarme de agresión. Fui expulsada, me quitaron la beca, me despojaron de todo. Mi padre no me creyó, nadie me creyó, dejando que la traición me quemara hasta el último aliento. Mi último recuerdo fue el amuleto de mi abuela, frío contra mi pecho antes de que la oscuridad me tragara. ¿Cómo pude ser tan ingenua? ¿Por qué nadie me defendió? Morí con la certeza de que la justicia nunca llegaría para mí. Pero entonces, la luz. Abrí los ojos de golpe en mi propia cama, en la mansión Soler. Tenía dieciocho años de nuevo, la piel sin marcas, los ojos llenos de una ingenuidad que la vida me había arrebatado. Era el día del concurso. Había vuelto. Esta vez, Isabella no iba a ganar.

Introducción

El frío de la noche me devoraba los huesos en un callejón apestoso de la Ciudad de México, con periódicos mojados como mi única cobija. En una pantalla gigante, mi prima Isabella sonreía radiante, usando mi diseño robado. La llamaban "La nueva reina del flamenco", mientras yo, Sofía Soler, la verdadera heredera, moría de hambre y frío.

Isabella no solo robó mi arte para el concurso más importante de la academia, sino que me tendió una trampa, usando las conexiones de nuestra propia familia para acusarme de agresión. Fui expulsada, me quitaron la beca, me despojaron de todo. Mi padre no me creyó, nadie me creyó, dejando que la traición me quemara hasta el último aliento.

Mi último recuerdo fue el amuleto de mi abuela, frío contra mi pecho antes de que la oscuridad me tragara. ¿Cómo pude ser tan ingenua? ¿Por qué nadie me defendió? Morí con la certeza de que la justicia nunca llegaría para mí.

Pero entonces, la luz. Abrí los ojos de golpe en mi propia cama, en la mansión Soler. Tenía dieciocho años de nuevo, la piel sin marcas, los ojos llenos de una ingenuidad que la vida me había arrebatado. Era el día del concurso. Había vuelto. Esta vez, Isabella no iba a ganar.

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