Perfume Barato, Amor Caro

Perfume Barato, Amor Caro

Gavin

5.0
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Capítulo

Mi vida era la imagen perfecta de la esposa y madre devota. Ricardo, mi esposo, un empresario exitoso. Nuestra hija, Luna, el centro de mi universo. Pero esa noche, el dulce y barato perfume que se aferraba a su saco, un olor que no era mío, lo cambió todo. Luego, Daniela, su "joven y eficiente" asistente, apareció en nuestra puerta. Con una caja de mancuernillas idénticas a las que le regalé por nuestro aniversario, idénticas a la que él había "perdido". Y la inoce palabra de Luna: "Papi, ¿Daniela nos va a leer otro cuento mañana en tu oficina?". El aire se congeló. Ricardo, en lugar de negarlo, desvió la mirada y me atacó, culpándome por mi "celos" y mi "obsesión" con mi trabajo. Esa noche, acostada junto a él, el peso de sus traiciones pasadas me asfixiaba. Siempre lo negaba, me llamaba loca, paranoica. Hasta que me sujetó del brazo, susurrando que yo tenía todo lo que una mujer podía desear, y que si quería que continuara, debía aprender a "cerrar la boca y mirar para otro lado". Me convertí en su esposa perfecta, y en la mejor diseñadora de moda del país, canalizando mi frustración en mi arte. Pero Daniela era diferente; percibí una ternura en Ricardo hacia ella que nunca me había dado a mí. Y entonces, la náusea. La prueba de embarazo. Dos líneas rosas. Positivo. No era una bendición; era una condena. ¿Cómo podía traer otro niño a este matrimonio roto? Para mi sorpresa, no sentí tristeza, sino una rabia fría. Esa noche, lo seguí. Lo vi salir del edificio de Daniela, actuando como un adolescente enamorado. La misma sonrisa que una vez me dedicó a mí. Mientras yo estaba embarazada de su hijo, viendo cómo él la elegía a ella. Fue como asistir a mi propio funeral. ¡Basta! Contraté a un investigador. Descubrí las fotos de ellos, felices, íntimas. Y una selfie de Daniela con la cabeza apoyada en el pecho de un Ricardo dormido. Luego, una foto con Luna: "Mis dos amores. #Familia". No solo quería a mi marido; quería mi vida. Y no se lo iba a permitir. Marcaba el número de Ricardo. Iba a su oficina. Iba a terminar con esto. De una vez por todas.

Introducción

Mi vida era la imagen perfecta de la esposa y madre devota.

Ricardo, mi esposo, un empresario exitoso.

Nuestra hija, Luna, el centro de mi universo.

Pero esa noche, el dulce y barato perfume que se aferraba a su saco, un olor que no era mío, lo cambió todo.

Luego, Daniela, su "joven y eficiente" asistente, apareció en nuestra puerta.

Con una caja de mancuernillas idénticas a las que le regalé por nuestro aniversario, idénticas a la que él había "perdido".

Y la inoce palabra de Luna: "Papi, ¿Daniela nos va a leer otro cuento mañana en tu oficina?".

El aire se congeló.

Ricardo, en lugar de negarlo, desvió la mirada y me atacó, culpándome por mi "celos" y mi "obsesión" con mi trabajo.

Esa noche, acostada junto a él, el peso de sus traiciones pasadas me asfixiaba.

Siempre lo negaba, me llamaba loca, paranoica.

Hasta que me sujetó del brazo, susurrando que yo tenía todo lo que una mujer podía desear, y que si quería que continuara, debía aprender a "cerrar la boca y mirar para otro lado".

Me convertí en su esposa perfecta, y en la mejor diseñadora de moda del país, canalizando mi frustración en mi arte.

Pero Daniela era diferente; percibí una ternura en Ricardo hacia ella que nunca me había dado a mí.

Y entonces, la náusea.

La prueba de embarazo.

Dos líneas rosas. Positivo.

No era una bendición; era una condena.

¿Cómo podía traer otro niño a este matrimonio roto?

Para mi sorpresa, no sentí tristeza, sino una rabia fría.

Esa noche, lo seguí.

Lo vi salir del edificio de Daniela, actuando como un adolescente enamorado.

La misma sonrisa que una vez me dedicó a mí.

Mientras yo estaba embarazada de su hijo, viendo cómo él la elegía a ella.

Fue como asistir a mi propio funeral.

¡Basta!

Contraté a un investigador.

Descubrí las fotos de ellos, felices, íntimas.

Y una selfie de Daniela con la cabeza apoyada en el pecho de un Ricardo dormido.

Luego, una foto con Luna: "Mis dos amores. #Familia".

No solo quería a mi marido; quería mi vida.

Y no se lo iba a permitir.

Marcaba el número de Ricardo.

Iba a su oficina.

Iba a terminar con esto.

De una vez por todas.

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Cuentos

5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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