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Las llamas me consumían, pero el fuego de mi odio era aún más abrasador. Con Valentina en mis brazos, la arrastraba hacia nuestra muerte, sus gritos ahogados por el humo y su rostro desfigurado por el terror. "Destruiste a mi familia", le susurré, mientras las imágenes de la desgracia desfilaban por mi mente. Vi a mi hermano Mateo, un bailarín soñador, acusado falsamente por ella, perdiendo su audición, expulsado de la escuela, trabajando en una fábrica clandestina hasta encontrar la muerte. Recordé a mis padres, consumidos por la pena, obligados a cuidar de aquella que nos destruía y que eventualmente los llevó a la tumba. El odio se convirtió en mi única razón de vivir, y mientras el fuego nos abrazaba, sentí una extraña paz. Pero en mi último aliento, una pregunta me taladró el alma: "¿Por qué tanto odio hacia nosotros?". La oscuridad me envolvió, pero no duró. De repente, abrí los ojos en mi cama, el sol entrando por la ventana, sin quemaduras, sin humo. Y entonces, la vi. Valentina, joven e inocente, de pie en mi puerta, repitiendo exactamente las mismas palabras que iniciaron la pesadilla: "No tengo a dónde ir... ¿podría quedarme solo por unos días?". El tiempo había retrocedido. Pero esta vez, mi ingenuidad había muerto en el fuego de mi vida anterior. Esta vez, el destino de mi familia sería diferente. Esta vez, yo los protegería.
Las llamas me consumían, pero el fuego de mi odio era aún más abrasador.
Con Valentina en mis brazos, la arrastraba hacia nuestra muerte, sus gritos ahogados por el humo y su rostro desfigurado por el terror.
"Destruiste a mi familia", le susurré, mientras las imágenes de la desgracia desfilaban por mi mente.
Vi a mi hermano Mateo, un bailarín soñador, acusado falsamente por ella, perdiendo su audición, expulsado de la escuela, trabajando en una fábrica clandestina hasta encontrar la muerte.
Recordé a mis padres, consumidos por la pena, obligados a cuidar de aquella que nos destruía y que eventualmente los llevó a la tumba.
El odio se convirtió en mi única razón de vivir, y mientras el fuego nos abrazaba, sentí una extraña paz.
Pero en mi último aliento, una pregunta me taladró el alma: "¿Por qué tanto odio hacia nosotros?".
La oscuridad me envolvió, pero no duró.
De repente, abrí los ojos en mi cama, el sol entrando por la ventana, sin quemaduras, sin humo.
Y entonces, la vi.
Valentina, joven e inocente, de pie en mi puerta, repitiendo exactamente las mismas palabras que iniciaron la pesadilla: "No tengo a dónde ir... ¿podría quedarme solo por unos días?".
El tiempo había retrocedido.
Pero esta vez, mi ingenuidad había muerto en el fuego de mi vida anterior.
Esta vez, el destino de mi familia sería diferente.
Esta vez, yo los protegería.
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