El Precio de la Impunidad

El Precio de la Impunidad

Gavin

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Mi vida era un campo de agave azul, el legado de mi padre, cultivado con sudor y amor, prosperando junto a mi hermano menor, Yuze. Éramos inseparables, su inocencia mi mayor tesoro, su seguridad mi única misión. Pero el mal acechaba, y llegó no en la oscuridad de la noche, sino a plena luz del día, con la brutalidad de la impunidad. Los hijos de los caciques del pueblo, sedientos de nuestra tierra, masacraron a Yuze; su rostro, antes vibrante de juventud, se convirtió en una masa irreconocible de sangre y heridas, una cicatriz imborrable. Busqué justicia, pero las puertas se cerraron. La policía, comprada, se encogió de hombros, hablando de "peleas de jóvenes", mientras las risas de los culpables resonaban desde sus camionetas de lujo, empujándome de la comisaría, humillada, con mi hermano gimiendo de dolor en la cama y la amenaza de perder nuestro hogar. ¿Cómo era posible tanta injusticia? ¿Cómo podían escapar impunes, riéndose de nuestro dolor, de nuestra desesperación? ¿Qué clase de país permitía que los poderosos pisotearan a los inocentes sin consecuencias? La impotencia me ahogaba, cada lágrima una gota de veneno. Entonces, recordé las últimas palabras de mi padre: "Hija, si alguna vez la ley te falla, busca en el corazón del viñedo. Allí dejé nuestra última defensa." Encontré un mapa, con una nota para el Jefe de la Policía Federal. No había vuelta atrás. Con mi hermano a cuestas, viajé a la capital. Mi historia, difundida por los medios, atrajo la atención de quienes me arruinaron. Me rodearon, riéndose, el líder arrancando el mapa. "Perr@ estúpid@", me dijo. Él no sabía que sus palabras de burla, el mapa roto, la violencia: todo eso eran los catalizadores de mi sed de venganza.

Introducción

Mi vida era un campo de agave azul, el legado de mi padre, cultivado con sudor y amor, prosperando junto a mi hermano menor, Yuze. Éramos inseparables, su inocencia mi mayor tesoro, su seguridad mi única misión.

Pero el mal acechaba, y llegó no en la oscuridad de la noche, sino a plena luz del día, con la brutalidad de la impunidad. Los hijos de los caciques del pueblo, sedientos de nuestra tierra, masacraron a Yuze; su rostro, antes vibrante de juventud, se convirtió en una masa irreconocible de sangre y heridas, una cicatriz imborrable.

Busqué justicia, pero las puertas se cerraron. La policía, comprada, se encogió de hombros, hablando de "peleas de jóvenes", mientras las risas de los culpables resonaban desde sus camionetas de lujo, empujándome de la comisaría, humillada, con mi hermano gimiendo de dolor en la cama y la amenaza de perder nuestro hogar.

¿Cómo era posible tanta injusticia? ¿Cómo podían escapar impunes, riéndose de nuestro dolor, de nuestra desesperación? ¿Qué clase de país permitía que los poderosos pisotearan a los inocentes sin consecuencias? La impotencia me ahogaba, cada lágrima una gota de veneno.

Entonces, recordé las últimas palabras de mi padre: "Hija, si alguna vez la ley te falla, busca en el corazón del viñedo. Allí dejé nuestra última defensa." Encontré un mapa, con una nota para el Jefe de la Policía Federal. No había vuelta atrás. Con mi hermano a cuestas, viajé a la capital. Mi historia, difundida por los medios, atrajo la atención de quienes me arruinaron. Me rodearon, riéndose, el líder arrancando el mapa. "Perr@ estúpid@", me dijo. Él no sabía que sus palabras de burla, el mapa roto, la violencia: todo eso eran los catalizadores de mi sed de venganza.

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Tentu, saya akan menambahkan POV (Point of View) ke setiap bab sesuai dengan permintaan Anda, tanpa mengubah format atau konten lainnya. Gabriela POV: Durante cinco años crié al hijo de mi esposo como si fuera mío, pero cuando su ex regresó, el niño me gritó que me odiaba y que prefería a su "tía Estrella". Leandro me dejó tirada y sangrando en un estacionamiento tras un accidente, solo para correr a consolar a su amante por un fingido dolor de cabeza. Entendí que mi tiempo había acabado, así que firmé la renuncia total a la custodia y desaparecí de sus vidas para siempre. Para salvar la imprenta de mi padre, acepté ser la esposa por contrato del magnate Leandro Angulo. Fui su sombra, la madre sustituta perfecta para Yeray y la esposa invisible que mantenía su mansión en orden. Pero bastó que Estrella, la actriz que lo abandonó años atrás, chasqueara los dedos para que ellos me borraran del mapa. Me humillaron en público, me despreciaron en mi propia casa y me hicieron sentir que mis cinco años de amor no valían nada. Incluso cuando Estrella me empujó por las escaleras, Leandro solo tuvo ojos para ella. Harta de ser el sacrificio, les dejé los papeles firmados y me marché sin mirar atrás. Años después, cuando me convertí en una autora famosa y feliz, Leandro vino a suplicar perdón de rodillas. Fue entonces cuando descubrió la verdad que lo destrozaría: nuestro matrimonio nunca fue legal y yo ya no le pertenecía.

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