La Mala Intención De Mi Mejor Amiga

La Mala Intención De Mi Mejor Amiga

Gavin

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Capítulo

El aire en el autobús era sofocante, el sol de Sevilla caía a plomo, pero el ambiente era gélido. Faltaba una hora para que cerraran las inscripciones del Concurso de Danza Juvenil de la Feria de Abril, y estábamos parados esperando a Scarlett, quien "olvidó" una flor. Máximo, mi novio y líder del grupo, insistía en esperarla, apoyado por los demás que me miraban con impaciencia, esperando que yo, Luciana, la colíder, cediera. Sentí un escalofrío: esta misma escena la había vivido en mi vida pasada, el principio de una traición devastadora que me llevó a la muerte y la ruina de mi madre. En esa vida, rogué, me llamaron egoísta, y al final, cedí, perdiéndolo todo por su culpa. Ahora, ellos me observaban, y las viejas voces acusatorias resonaban: "¿Luciana, qué dices? Scarlett es tu mejor amiga." Mi corazón se hundió, viendo la ceguera de Máximo y los rostros de quienes me traicionarían de nuevo. Pero yo ya no era la misma tonta manipulable. Con una calma sorprendente, les confirmé que debíamos esperarla, haciendo que un murmullo de alivio recorriera el autobús. Fingí sentirme mal, me retiré al autobús sola, y desde mi asiento, secretamente envié un mensaje a mi madre: "Mamá, el plan empieza ahora. Prepara todo." Observé a los que se reían y bromeaban abajo, ajenos a la catástrofe que acababan de elegir. En esta vida, ellos llorarían por sí mismos.

Introducción

El aire en el autobús era sofocante, el sol de Sevilla caía a plomo, pero el ambiente era gélido.

Faltaba una hora para que cerraran las inscripciones del Concurso de Danza Juvenil de la Feria de Abril, y estábamos parados esperando a Scarlett, quien "olvidó" una flor.

Máximo, mi novio y líder del grupo, insistía en esperarla, apoyado por los demás que me miraban con impaciencia, esperando que yo, Luciana, la colíder, cediera.

Sentí un escalofrío: esta misma escena la había vivido en mi vida pasada, el principio de una traición devastadora que me llevó a la muerte y la ruina de mi madre.

En esa vida, rogué, me llamaron egoísta, y al final, cedí, perdiéndolo todo por su culpa.

Ahora, ellos me observaban, y las viejas voces acusatorias resonaban: "¿Luciana, qué dices? Scarlett es tu mejor amiga."

Mi corazón se hundió, viendo la ceguera de Máximo y los rostros de quienes me traicionarían de nuevo.

Pero yo ya no era la misma tonta manipulable.

Con una calma sorprendente, les confirmé que debíamos esperarla, haciendo que un murmullo de alivio recorriera el autobús.

Fingí sentirme mal, me retiré al autobús sola, y desde mi asiento, secretamente envié un mensaje a mi madre: "Mamá, el plan empieza ahora. Prepara todo."

Observé a los que se reían y bromeaban abajo, ajenos a la catástrofe que acababan de elegir.

En esta vida, ellos llorarían por sí mismos.

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5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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