La Venganza de la Heredera Renacida

La Venganza de la Heredera Renacida

Gavin

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Capítulo

El sabor amargo de la sidra barata se mezclaba con el veneno en mi garganta. Caí al suelo de la sidrería, mis pulmones luchaban por aire. Lo último que vi fue el rostro de Valentina, mi compañera de piso, mi amiga. En sus ojos no había pánico, solo una fría satisfacción. Me había asesinado. Todo por envidia. Por mi apellido, por mi vida, por todo lo que yo, Sofía Soler, inconscientemente le había arrebatado. Y antes de que mi mundo se oscureciera, vi a Javier, el chico que me gustaba, de la mano de ella. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¡Yo solo quería vivir mi vida! ¿Por qué fui tan ciega? Pero entonces, abrí los ojos. Estaba en mi cama. El calendario marcaba el día de mi muerte. Y allí estaba ella, ¡Valentina, como si nada! Esta vez, el veneno no sería para mí.

Introducción

El sabor amargo de la sidra barata se mezclaba con el veneno en mi garganta.

Caí al suelo de la sidrería, mis pulmones luchaban por aire. Lo último que vi fue el rostro de Valentina, mi compañera de piso, mi amiga.

En sus ojos no había pánico, solo una fría satisfacción. Me había asesinado.

Todo por envidia. Por mi apellido, por mi vida, por todo lo que yo, Sofía Soler, inconscientemente le había arrebatado. Y antes de que mi mundo se oscureciera, vi a Javier, el chico que me gustaba, de la mano de ella.

¿Cómo pudo hacerme esto? ¡Yo solo quería vivir mi vida! ¿Por qué fui tan ciega?

Pero entonces, abrí los ojos. Estaba en mi cama. El calendario marcaba el día de mi muerte. Y allí estaba ella, ¡Valentina, como si nada! Esta vez, el veneno no sería para mí.

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5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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