Las Voces del Veneno: Cuando el Amor se Vuelve Deuda

Las Voces del Veneno: Cuando el Amor se Vuelve Deuda

Gavin

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Capítulo

Siempre supe que algo andaba mal con Sofía, mi hija. Al principio, eran frases inocentes flotando sobre su cabeza, invisibles para todos menos para mí y para ella. Pensé que era una fase. Pero pronto, esos "comentarios" se volvieron siniestros, dictándole cada paso, convirtiéndola en una extraña. Lo que empezó con exigencias de dinero, escaló a robar y vender nuestras preciadas reliquias familiares, incluso el mantón de mi abuela. Mi marido, Javier, el eterno pacificador, solo empeoraba las cosas, consintiéndola, ignorando que se estaba transformando en un monstruo. Cuando Sofía, cegada por la codicia y esas voces infernales, me exigió una absurda suma con intereses por haberla criado, supe que no había vuelta atrás. Aquella dulce niña había sido consumida por una relación "transaccional", por un egoísmo veneno que la convertía en una vampira. La casa se transformó en un campo de batalla, un infierno lleno de gritos y acusaciones. ¿Cómo era posible que mi propia hija me viera como una máquina de dinero, un obstáculo para su "independencia" y no como la madre que le dio la vida? ¿Cómo pudimos llegar a este punto de no retorno? ¿Y por qué Javier no podía ver la verdad que se presentaba ante sus ojos? Al ver cómo mi marido cedía una y otra vez, recompensando su maldad, tomé una decisión drástica. Dejé mi hogar, dejé a Sofía y a Javier solos, esperando que la dura realidad les abriera los ojos. Lo que no sabía es que esa era solo la preparación para un acto mucho más brutal. Esto no es solo una historia de familia; es una advertencia sobre cómo el peor veneno puede entrar por los ojos, y cómo las madres se ven forzadas a tomar decisiones impensables. ¿Se puede salvar a quien no quiere ser salvado? ¿Y qué ocurre cuando la línea entre el amor y la autodestrucción es borrada por un ejército de voces imaginarias?

Introducción

Siempre supe que algo andaba mal con Sofía, mi hija. Al principio, eran frases inocentes flotando sobre su cabeza, invisibles para todos menos para mí y para ella. Pensé que era una fase.

Pero pronto, esos "comentarios" se volvieron siniestros, dictándole cada paso, convirtiéndola en una extraña. Lo que empezó con exigencias de dinero, escaló a robar y vender nuestras preciadas reliquias familiares, incluso el mantón de mi abuela. Mi marido, Javier, el eterno pacificador, solo empeoraba las cosas, consintiéndola, ignorando que se estaba transformando en un monstruo.

Cuando Sofía, cegada por la codicia y esas voces infernales, me exigió una absurda suma con intereses por haberla criado, supe que no había vuelta atrás. Aquella dulce niña había sido consumida por una relación "transaccional", por un egoísmo veneno que la convertía en una vampira. La casa se transformó en un campo de batalla, un infierno lleno de gritos y acusaciones.

¿Cómo era posible que mi propia hija me viera como una máquina de dinero, un obstáculo para su "independencia" y no como la madre que le dio la vida? ¿Cómo pudimos llegar a este punto de no retorno? ¿Y por qué Javier no podía ver la verdad que se presentaba ante sus ojos?

Al ver cómo mi marido cedía una y otra vez, recompensando su maldad, tomé una decisión drástica. Dejé mi hogar, dejé a Sofía y a Javier solos, esperando que la dura realidad les abriera los ojos. Lo que no sabía es que esa era solo la preparación para un acto mucho más brutal.

Esto no es solo una historia de familia; es una advertencia sobre cómo el peor veneno puede entrar por los ojos, y cómo las madres se ven forzadas a tomar decisiones impensables. ¿Se puede salvar a quien no quiere ser salvado? ¿Y qué ocurre cuando la línea entre el amor y la autodestrucción es borrada por un ejército de voces imaginarias?

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5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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