¡Hola, amores bellos!
No tengo nada qué decir, solo espero que esta corta historia llena de romance y de drama sea de su total agrado.
No tengo días de actualización establecidos, por lo que les pido paciencia y comprensión.
¡Los amo!
¡Les deseo una lectura apoteósica!
🌟
-¡Victoria! -gritó Nancy, levantándose a toda prisa de la banca del parque.
Buscó con desesperación y con una gran opresión en el pecho a su pequeña sobrina, pensando en el fondo de sí que la pequeña le estaba gastando una de sus bromas. Pero entre más buscaba entre las caras de los niños y no la hallaba, más angustia sentía en su corazón.
-¿Ha visto una niña de cabello castaño claro, ojos azules? -le preguntó a una joven madre que paseaba por el sendero del parque con su bebé en un cochecito, desesperada y con las lágrimas al borde de sus ojos-. Tiene un vestido rosa y zapatos del mismo color.
-Lo siento, no la he visto -la mujer sintió pena por ella-. ¿Cómo se llama la pequeña? Puedo ayudar a buscarla.
-¿De verdad? Se lo agradecería mucho -respondió-. Se llama Victoria.
Entre las dos mujeres empezaron a gritar el nombre de la pequeña, tomando direcciones opuestas para que la búsqueda fuese más efectiva y furtiva. Pero ninguna niña respondía a los llamados y Nancy empezaba a desesperarse de verdad.
Se reprendió a sí misma en el instante que accedió a hacerse cargo de su sobrina, sabiendo de lo inquieta y traviesa que era la pequeña de seis años. ¿Qué le diría a su hermano y a su cuñada? Su cabeza quedó en blanco, no podía siquiera moverse del parque, dando vueltas en el mismo lugar mientras las lágrimas abandonaban sus ojos y la angustia y la desesperación la dominaban por completo.
¿Cómo se suponía que le diría a su hermano que la niña se había perdido de su vista en cuestión de segundos? Estaba segura de que Vicky estaba en los columpios, ahí fue donde la vio balancearse con toda la emoción y felicidad del mundo.
Debía calmarse y buscarla, no quedarse ahí parada sin hacer nada. Así que siguió corriendo por los alrededores del parque, gritando su nombre hasta que su garganta ardió. Cruzó la calle, preguntando a todos los transeúntes, pero ninguno le daba razón de la niña. Nadie la había visto.
Corrió por la acera en dirección hacia la cafetería y se quedó pasmada al ver a Victoria al otro lado de la calle, preguntándose sin parar como había llegado allí. Su corazón se detuvo en cuanto la vio y, al ser tan pequeña. correr hacia ella.