Victoria se precipitó en el interior del coche de Pavel con el corazón palpitando a mil por hora y la respiración entrecortada. La adrenalina de la carrera contrarreloj que acababa de librar en el aeropuerto aún recorría sus venas.
—¿Trajiste mi vestido? —preguntó con voz agitada, mientras intentaba recuperar el aliento.
—Está en el asiento de atrás —respondió Pavel con tranquilidad, contagiando a Victoria de esa calma que tanto necesitaba.
—Arranca, ¡llegamos tarde! —exigió ella.
Sin perder tiempo, Pavel puso en marcha el motor y aceleró por las calles de San Petersburgo. Victoria, por su parte, se deslizó hacia el asiento trasero a través del hueco entre los asientos delanteros.
—No se te ocurra mirar a través del retrovisor —advirtió con seriedad, ocultando su rostro entre las manos algo avergonzada.
Pavel, divertido por la situación, no pudo evitar sonreír con picardía. Sin embargo, con un sutil gesto, movió el retrovisor central a un lado para que ella estuviera tranquila.
—¿Por qué cambiaste tu vuelo? Deberías haber llegado hace tres días —la riñó Pavel sin dejar de conducir.
—Conocí al amor de mi vida, no puedes imaginarte la historia de amor que acabo de vivir —Victoria se tomó un momento para suspirar— Pero por desgracia, no volveré a verlo, ese fue el trato.
—Vicky, ¿cuánto has estado en Nueva York? ¿Dos semanas? No puedes conocer al hombre de tu vida en dos semanas y menos si tenéis un trato como ese —replicó Pavel divertido con lo que su amiga acababa de contarle.
La chica fulminó con la mirada la nuca de su amigo, pero negó con la cabeza. No valía la pena discutir sobre eso. Con un pequeño espejo de bolsillo, terminó de maquillarse y se arregló el cabello.
—Espero que esto sea suficiente para estar presentable —dijo algo insegura justo cuando él chico aparcaba el coche a unos metros de la iglesia.
Pavel salió del vehículo y, con un gesto galante, abrió la puerta del asiento trasero para ayudar a su amiga a salir. Al verla, no pudo evitar quedar impresionado. A pesar de haber tenido apenas diez minutos para arreglarse, Victoria lucía radiante.
Un vestido rojo de infarto, que se ceñía a sus curvas como una segunda piel, resaltaba su figura esbelta. Su cabello platinado, recogido en un improvisado pero elegante moño, enmarcaba un rostro de facciones delicadas y unos labios rojos que completaban a la perfección el conjunto. Su piel pálida, que contrastaba con el intenso color del vestido, parecía brillar con luz propia.
—Creo que estarías preciosa incluso con un saco encima —aseguró Pavel, cautivado por la belleza de su amiga—. ¿Estás segura de que solo quieres que me haga pasar por tu novio y no quieres que lo sea de verdad? —bromeó con un guiñandole el ojo con picardía, dejando entrever una pizca de deseo en su mirada.
—Por ahora me basta con la farsa, Pavel —respondió con un tono juguetón—. Pero nunca se sabe lo que depara el futuro, ¿verdad?
Victoria sabía que llegaban tarde a la boda de Tatiana, su media hermana, la hija perfecta y legítima de su padre. No podía olvidar ese detalle, ni la forma en que ella y su estirada madre no dejaban de recordárselo cada vez que podían.
"Bastarda huérfanita" la llamaban siempre que su abuelo Mikhail no miraba.
Si no fuera por la insistencia de su abuelo, jamás acudiría a esa boda. Él era su único apoyo, quien se había hecho cargo de ella desde la muerte de su padre. A pesar de ser la hija ilegítima de su difunto hijo, su abuelo la acogió y le dio el apellido Volkov que le correspondía. Y el cual su madrastra, por llamar de algún modo a Alexa, le negó llevar.
— Tal vez sea mejor que esperemos al final de la celebración — dijo Victoria al ver que las puertas de la iglesia ya estaban cerradas — a esas dos brujas no les gustará que las interrumpa.
Pero Pavel negó, la tomó de la mano y tiró de ella entrando juntos justo en el instante en que él cura decía las dichosas palabras.
"si hay alguien que se oponga a esta unión…
El tintineo de sus tacones en medio del silencio de la iglesia hizo que todos los asistentes a la ceremonia se giraran de golpe sorprendidos por la interrupción justo en ese instante.