Natasha:
Cuando me pongo los audífonos y escucho esta canción siento que estoy en una película donde yo soy la protagonista.
Hay una sonrisa en mi rostro a la vez que veo el paisaje que se muestra por la ventana del autobús en el que estoy.
Logré convencer a mi tía de venir aquí con mi grupo de la escuela de Bellas artes.
Soy española pero llevaba años deseando venir a Italia, es por eso que insistí tanto en este viaje.
Hay algo en este país que me atrae.
Que me llama sin saber el qué.
Adoro la cultura que hay en estas calles que ahora mismo estoy viendo.
No puedo quedarme dormida como mis amigas ahora mismo cuando el sol está saliendo iluminando con sus rayos la ciudad.
Contengo un suspiro de emoción por lo que próximamente haremos.
¿Cómo no sentirme como en una película si uno de mis sueños se está haciendo realidad?
Sólo falta otra cosa...
Algo más emocionante.
Me deshago de cualquier pensamiento romántico que pase por mi cabeza y vuelvo mi cabeza a mi compañera sentada a mi lado.
Alejandra me da una mirada adormilada antes de bostezar.
— ¿Por qué estás despierta? Baja la cortina —se quejó cuando me quité los audífonos para poder escucharla y le hice caso.
Después de todo ya tendríamos tiempo de ver mejor Florencia.
—No puedo dejar de pensar en ver todas las obras.
—Lo sé —dijo ella sonriéndome ahora después de estirarse—. Yo tampoco puedo creer que estemos aquí.
—Buenos días chicos, despierten.
Ya hemos llegado al hotel.
Voy a pasar la lista para que poco a poco bajen del autobús y esperen en el lobby con la profesora Martina.
Aleja hizo una mueca para después entornar los ojos.
A decir verdad no le gustaba nada la profesora Martina.
De hecho a nadie le gusta mucho.
Casi protestan para que ella no nos acompañara en el viaje gracias a lo aguafiestas y amargada que es.
Uno a uno fueron llamando a todos hasta que fue mi turno.
—Natasha Parisi.
—Aquí estoy profesora —le dije antes de ponerme de pie para bajarme del autobús.
El viento mañanero de Florencia golpeó mi rostro haciéndome sonreír encantada mientras volvía a ponerme los audífonos para seguir trasportándome a un mundo nuevo.
Alcé mis ojos para ver el hotel Guelfa Firenze y de inmediato caminé para entrar en el lugar.
Sonreí al ver a Sophia viendo embelesada el trasero de un tipo que le daba la espalda mientras que Alejandra y Alicia discutían por algo —lo típico— y yo negué con la cabeza divertida acercándome a ellas.
— ¿Divirtiéndose? —me burlé y las tres se giraron a verme para sonreírme.
Afortunadamente las había conocido junto con entrar a la escuela porque no soy muy social.
No suelen caerme muy bien las personas.
No puedo evitarlo.
—Estamos esperando que nos asignen una habitación para dejar las cosas.
La profesora Martina dijo que iríamos a ver el museo esta misma tarde ¡Que emoción! —me dijo Alejandra sonriendo y yo le sonreí de vuelva.
—Me muero por eso.
—No te mueras, falta poco —se burló Sophia—. Por otro lado, los italianos que he visto me han echo la boca agua ¡Que delicia de hombres!
— ¿Pero cuántos italianos has visto si nos hemos bajado hace cinco minutos del autobús, Sophia? —recriminó Alicia tan malhumorada como siempre, cosa opuesta a su hermana gemela, Alejandra.
—Los suficientes como para saberlo.
¿Quién se anota para una noche loca en Italia? —azuzó Sophia y yo me reí enseguida.
Ninguna de nosotros había respondido cuando se acercó uno de los chicos que estudiaba con nosotros.
Creo que su nombre es Damian.
—Sophi ¿Podemos hablar un momento? —preguntó el chico a mi amiga con voz suave aunque varonil.
Vi como Sophia entornaba los ojos pareciendo fastidiada con su presencia.
Ella suele enamorar a los chicos que desee y Damian parece estarlo por la forma en que la mira.
— ¿No ves que estoy ocupada?
En otro momento Damian.
El asintió mientras que sus mejillas se ponían coloradas y de inmediato se marchó.
—Eres una perra —declaró Alicia y Sophia le sonrió como si le hubiera dicho un alago en vez de un insulto.
—Alicia, Natasha.
Compartirán la habitación, aquí están sus llaves —dijo la profesora Marta llamándonos y de inmediato yo fui por la llave.
Tomé mi maleta que ya habían bajado del autobús siendo seguida por Alicia.
Por lo menos me habían dado una habitación con una de mis compañeras.
Después de instalarnos en la bonita habitación la profesora había pasado para advertirnos que a las doce tendríamos que estar abajo para almorzar y de ahí llevarnos al museo.
Con cada segundo que pasaba estaba más emocionada.
Alicia y yo ya estábamos en el restaurante del hotel esperando que llegara el resto de los chicos.
Alejandra y Sophia se sentaron con nosotras hablando sobre trivialidades.
Comimos hasta que las profesoras decidieron que era hora de ir al fin a la Galleria degli Uffizi y mi emoción creció.
Nos subimos al autobús y volví a sentarme con Aleja sin dejar de parlotear lo emocionadas que estábamos.
Es obvio que estudiantes de Bellas Artes lo estén.
Al llegar vimos que había una fila muy larga para entrar pero afortunadamente ya habíamos pagado la reservación del tour para entrar.
— ¡Ay por Dios, esto es hermoso! —gimió Sophia mientras yo asentí y sonreí tomando fotografías.
Escuchamos la historia de cada pintura o escultura que veíamos gracias a la museóloga.
No sé cuánto tiempo estuvimos aquí pero me quedé absorta a todos los agentes exteriores cuando vi El nacimiento de Venus de Botticelli.
Me quedé maravillada con tanta belleza.
—Gracias al poder de los Médici, los artistas bajo protección de la familia tenían derecho a pintar sobre lo que quisieran sin temer a la intervención de la iglesia —siguió narrando la mujer del tour.
Yo conozco la historia.
Siempre me ha encantado este cuadro a pesar de que no había tenido la oportunidad de verlo en persona.
Estoy sin aliento ahora mismo.
Me encanta la idea de la feminidad dentro de esta majestuosa obra, en esta época de la que se habla eso no era nada común. Lo siento como una liberación a la mujer.
Algo trascendental.
Me quedé tan absorta al cuadro que ni siquiera me di cuenta de que los chicos me habían dejado atrás.
Una voz, gruesa y masculina hizo que diera un pequeño salto.