Camila dejó salir un bostezo mientras estiraba su cuerpo sentada en el sillón de su casa.
—¡Qué… flojera! —soltó con pereza.
—Después de todo lo que comiste, es de lógica que te sientas con tanta flojera —le dijo su mejor amiga Sandrid.
—¿Qué te parece si mañana te quedas a dormir y vemos películas? —le preguntó Camila desplegando una sonrisa.
—Tengo que practicar en el grupo de porrismo, así que no sé, sabes que termino muy cansada —Sandrid se cruzó de brazos mientras comenzaba a mirar a la nada.
—Por eso pareces un palito seco, estás demasiado flaca, cada vez sacas más comidas de tu dieta. ¿Tus papás no te dicen nada?
—No puedo engordar, si lo hago tendré problemas con el grupo —explicó Sandrid.
—Ay… Qué feo, tan rico que es comer —Camila hizo un gesto de desagrado mientras observaba a su amiga.
—Oye, yo cada vez te veo más gorda, el día de tu quinceañero el vestido no te quería entrar, mira que solo estuviste con él unas cuantas horas porque te sentías ahogada y te tocó quitártelo —dijo Sandrid—. ¿Por qué no haces un poco de ejercicio?
—Solo con pensar en ejercitarme me canso, así que no —Camila soltó otro bostezo, pero uno más fuerte.
Camila era la hija menor de una pareja de chefs que tenían varios restaurantes en el país, eran conocidos por la manera en la cual servían sus platillos, solían ser comidas bastante exageradas, esa era la clave de su fama. Así que, Camila creció con un buen paladar. Tenía un hermano mayor llamado Cristian que prefería cuidarse más al momento de comer, por eso su peso era el adecuado para su edad. Ellos eran inseparables, Cristian a todo momento la vigilaba y tomaba muy en serio su papel de hermano mayor.
—¡Camila, apúrate! —gritó Cristian esperando en la sala a que su hermana terminara de buscar el chocolate en la nevera.
—¡Espera, espera, ya voy! —dijo ella abriendo la barra de chocolate.
Los hermanos salieron de la vivienda como costumbre de todos los sábados para llegar a la casa de los amigos de sus padres, ese era el ritual, hacer una comida en las tardes y reunirse en grupo para hablar de su semana.
—Dame un pedazo —pidió Cristian cuando iban cruzando un parque.
—¿Por qué nos vamos caminando? Pudimos esperar a que mis papás llegaran y nos fuéramos en el carro. Odio sudar —renegó la chica.
—Porque necesitas ejercitarte más, estás subiendo mucho de peso, Camila —explicó Cristian.
—Ah… Lo mismo de siempre, para la próxima voy a hacer que me lleves en la espalda.
—No, me estripas —se burló Cristian.
—¡Este idiota, oye, no estoy tan gorda! —gritó ella.
—Solo te falta rodar —escucharon detrás de ellos.
Había un chico de ojos verdes azulados, cabello negro y con una enorme sonrisa desplegada, que, para Camila, se vio muy idiota. Era Elián, su primo, ella no lo soportaba, de niño le hizo muchas maldades.
—¿Quieres que te dé un puño? —inquirió Camila.
—Ay, ya vienes tú toda agresiva. Solo estoy diciendo la verdad —replicó Elián.
—¿Fuiste a buscar a Luis Ángel? —le preguntó Cristian.
—Estaba con su padre en la empresa, dijo que se encontraba ocupado aprendiendo unas no sé qué cosas, no le entendí nada; sabes que se pone todo intelectual. Así que, mejor le colgué el teléfono —explicó Elián a Cristian mientras caminaban por la calle.
—Solo tenías que decirle que lo esperábamos en su casa, nada más —renegó Cristian tratando de tenerle paciencia a su primo.
—Ay, a mí se me olvidó —soltó Elián de lo más normal.
Llegaron a una casa grande bastante imponente, los padres de Luis Ángel eran muy adinerados y su vivienda lo demostraba. Camila pasó a la cocina al oler un delicioso aroma.
—¿Ella no se cansa de comer? —preguntó Elián a Cristian cuando la vieron sacar un plato de una estantería para servirse un guisado que habían terminado de preparar.
—Me asusta a veces la manera en la que come —esbozó Cristian.
—Ahorita la verás rodando por el piso y te tocará recogerla con una grúa —dijo Elián mientras se cruzaba de brazos.
Una joven con mucho porte entró a la cocina al escuchar las voces de los chicos, los reparó de abajo hacia arriba. Elián hizo un gesto de desagrado ¿quién se creía?, no soportaba a esa niña, pensaba que solo por tener bastante dinero podía pasar por encima de los demás.
—¿Qué quieres? —le preguntó.
—No ha comenzado la cena y la gorda ya está acabando los platos —dijo Neyret cruzándose de brazos mientras observaba a Camila comerse un gran plato de salsa, tenía los alrededores de su boca sucia de esta.
—¿Y eso a ti qué te importa? Gata estirada —dijo Elián respingando las cejas.
—Mejor lárgate a estudiar, bastante que te hace falta —soltó Camila como si nada (estudiaban en el mismo salón de clases).
Neyret salió de la cocina con mucha rabia y después, todos soltaron una gran carcajada por lo que había sucedido.
—¿Quién se cree esa Neyret? No la soporto —dijo Cristian—. Por cosas como estas me doy cuenta el por qué Luis Ángel la trata tan mal.
—Siempre quiere estar pisoteando a las personas —renegó Camila—. Esta es la casa de mis tíos y yo puedo comer todo lo que quiera —la joven pasó su lengua por los alrededores de su boca.
Salieron al patio de la casa donde, en la piscina, se encontraba un chico nadando, Cristian comenzó a hablar con él, su nombre era Eduar y era muy, pero muy apegado a Luis Ángel y Cristian. Muchas veces sus padres decían que terminarían siendo pareja porque todo el tiempo estaban juntos.
Por su lado, Camila no tenía un grupo como su hermano, a veces veía películas en las noches con Sandrid, pero nada más. Su rutina era ir al colegio en las mañanas, en las noches hacía las tareas y listo, esa era su vida, bueno, todo el tiempo estaba comiendo, digamos que era su pasatiempo. Siempre recordó su niñez así y ahora lo era su adolescencia. Pero no le incomodaba serlo, estaba conforme con lo que era su vida hasta el momento y no quería cambiarla.
Unas dos horas después Luis Ángel entró al patio quitándose la camiseta que traía puesta, su cuerpo estaba marcado por el ejercicio, él siempre tuvo buena apariencia, aunque, el desarrollo lo estaba volviendo todo un hombre. Camila estaba acostada en una silla para tomar el sol mientras comía unos bocadillos que tenía en una mano, a su lado estaba Neyret leyendo una revista en silencio. Camila al ver aquella panorámica que daba Luis Ángel comenzó a ahogarse con el bocadillo. Había pasado mucho tiempo que no veía el cuerpo de Luis Ángel y los resultados que vio eran muy buenos.
Luis Ángel se lanzó al agua donde estaban sus amigos bañándose y comenzó a hablar con ellos de lo más normal. Camila no era muy cercana a Luis Ángel, recordaba que de pequeña trataba de llamar su atención, pero él nunca le prestó atención. ¿Por qué estaba pensando tanto en él? Solo era un amigo, debía calmarse.
Salió del patio para poder tranquilizarse. Comenzó a dar vueltas por la sala, después, creyó que lo mejor era irse de la casa. Se encerró en su cuarto a ver una serie en su computador.
Al día siguiente, estaba en el colegio conversando con Sandrid como todos los días, pero, cuando Camila vio a lo lejos a Luis Ángel escupió un jugo que estaba tomando.
—¡Amiga! ¿Qué te sucede? —soltó Sandrid asustada.
—Lo siento, me estaba ahogando —dijo ella tratando de calmarse.
Comenzaba a preocuparle, ¿en realidad le gustaba tanto Luis Ángel? ¿Desde cuándo?, era un gran problema, él nunca le prestaría atención a la gorda que siempre estaba comiendo.
Camila, seis años:
Todos sus amigos y ella corrían por los pasillos de la cabaña que estaba a oscuras, se sentaron en un rincón mientras soltaban risitas traviesas. Encendieron una pequeña lámpara que pusieron en el centro de la ronda que hicieron.
—Si eres tan valiente debes de darle un beso a Camila —dijo Elián a Luis Ángel.
—¿Para demostrar mi valentía tengo que besar una niña? —preguntó Luis Ángel como si fuera algo estúpido.
—Sí, debes hacerlo —retó Sandrid.
Camila se ruborizó por completo mientras miraba fijamente a Luis Ángel que no se veía muy convencido en besarla, no le atraía para nada y ella lo sabía. Aunque, el niño se levantó y caminó hasta ella. Los demás estaban emocionados al verlo acercarse a Camila, la observó fijamente y después le dio un beso en los labios.
—¡Oh…! —comenzaron a gritar todos emocionados y soltaron carcajadas.
Camila quedó sorprendida al ver que Luis Ángel no se rehusó a darle un beso, otro hubiera hecho una pataleta o decir que ella era fea, pero Luis Ángel solo aceptó el reto con valentía y no la dejó en ridículo. Era tan diferente a los demás niños y eso le encantó.
Actualidad:
“Luis Ángel fue mi primer beso, ese día me encantó muchísimo. Creo que esa noche fue mágica y desde ahí me enamoré de Luis Ángel, sí, desde ese día se convirtió en alguien que admiré y poco a poco me enamoré de él. Ahora no soy capaz de verlo de lejos porque me lleno de miedo. Creo que es porque tengo claro que Luis Ángel es inalcanzable para mí, ¿cómo puede enamorarse de una chica como yo? Soy gorda y nada inteligente, todo lo contrario a él.” Escribió Camila en su diario y después soltó el llanto.
Cristian escuchó llorar a su hermana cuando iba pasando por su cuarto, abrió rápidamente la puerta de la habitación de la joven.
—¿Qué sucede? —le preguntó.
—Sal de mi cuarto —pidió ella mientras limpiaba sus lágrimas.
—No, ¿por qué estás llorando? —puso sus manos en la cintura.
—¡Sal de mi cuarto, quiero privacidad! —gritó ella enojada.
—Eres una gorda grosera —Cristian tomó una almohada y se la lanzó a su hermana en la cara para después salir de la habitación.
—¿Qué te parece si comenzamos a trotar todas las tardes? —le preguntó Eduar a Luis Ángel mientras terminaban la tarea en el cuarto de estudio.
—Tienes razón, eso nos ayudaría a mejorar nuestra resistencia —aceptó Luis Ángel. Observó que su amigo estaba bastante pensativo—. ¿Qué te sucede?
—Podemos decirle a Camila que nos acompañe. ¿No te parece que está muy gorda?
—A ella no le gusta hacer ejercicio y no nos dejará concentrar.
—Es que escuché a mis padres hablar sobre ella, dijeron que para su edad está muy pasada de peso y es que se ve mucho. Siempre está comiendo, ¿no la viste el sábado? Solo sabía comer y parece que después le dio indigestión porque se fue con una cara trágica a su casa —Eduar soltó una carcajada—. Nunca he visto a una persona comer tanto.