Sé lo que muchos deben estar pensando, "¿ya, acabó todo?" "¿qué sucedió después de todo eso?", "¿qué sigue después en esta historia?" muchas cosas vinieron después, muchísimas, muchas que casi lograron quebrarnos tanto a Robert como a mí, pero afortunadamente todo resultó para bien; pero bueno, ustedes están aquí para que se los cuente con lujo de detalles, ¿y quién soy yo para negarme? si como ya dije anteriormente, amo recordar mi historia de amor con el señor Dawson, cuyos besos y caricias atrofiaron mi sentido común, pero eso ya ustedes lo saben, no hace falta que lo repita.
Las semanas trascurrieron volando, a tal punto de que ya había pasado un mes, uno muy grato y hermoso si me dejan opinar; Robert y yo cada día nos enamorábamos más el uno del otro, nuestra vida de pareja era increíblemente hermosa, ya sin nadie que nos prohibiera estar juntos, era obvio que nuestro romance se respiraría en cada rincón de nuestro hogar.
Pero así como todo era bello, también había altibajos, porque como todo en la vida, nada era perfecto, yo estaba consciente de ello, era por eso que trataba de aguantar los malos tragos, para así disfrutar plenamente el sabor de las mieles de la felicidad. No teníamos problemas graves, era básicamente lo que yo estaba muy convencido de que iba a suceder, Robert trabajaba mucho, y a mí la soledad me sentaba muy mal, de hecho, estuve solo en casa durante dos semanas mientras conseguíamos una nueva mujer del servicio, dichas semanas para mí fueron eternas, principalmente porque el calculador de mi prometido logró que yo dejara mi empleo, debido a que él se volvió socio del señor Turner, y aunque yo fuera con intenciones de trabajar, ninguno me dejaba hacer mis deberes, prácticamente iba solamente para hablar con Richard y Page, y ellos estaban muy ocupados, así que prefería no ir.
En mis ratos sólo, aprovechaba para leer algunos de los libros que me compró mi prometido, eran de muy buena calidad, todo lo contrario a los libros de segunda mano que acostumbraba a comprar cuando vivía en Detroit. Leía y comía toda clase de frituras y cosas con las que Robert llenaba la despensa, en ese mes ya yo había engordado cuatro kilos y medio, estaba mucho más robusto a como había llegado, no llegaba al grado de "obeso" todavía, solo porque cuando llegué de Detroit yo estaba considerablemente delgado.
Mi soledad parecía eterna, pero no lo era, ya que Robert se esforzaba por llegar temprano a verme, y apenas lo veía llegar, yo le recibía con besos y caricias nada sutiles, y es que con la casa totalmente sola, ¿realmente creen que ambos íbamos a limitarnos?
06:45 marcaba el reloj de la sala, yo estaba acostado en el sofá leyendo "Tragedia en tres actos" de Agatha Christie, era una de las escritoras favoritas de Robert, por lo que yo me esforcé en leer sus novelas para platicar sobre ellas con mi prometido, y entender las cosas que me decía.
Comía algunas frituras mientras reposaba mi cabeza en un cojín, había algo de frío, por lo que yo llevaba puesto un suéter gris de Robert junto con unas medias gruesas, pero solo usaba boxers en la parte de abajo, sí había un frío considerable, pero yo estaba empezando a adaptarme a él.
Al ver que la bolsa de comida ya estaba vacía, solté un suspiro de molestia y me levanté del sofá para ir al refrigerador, aún consumido por mi lectura, de fondo se lograba escuchar una lenta canción de Luis Miguel, prefería reproducirlas en bucle para no sentir la casa tan vacía, aunque es tonto decir que me molestan las canciones de Luis Miguel.
Apenas abrí el refrigerador, escuché el ruido de mi celular desde el sofá, por lo que cerré de nuevo dicho electrodoméstico y corrí a la sala para atender el celular.
— ¿Hola? — dije tomando el control del estéreo para bajarle volumen a la música.
— ¿Sí, hablo con Taylor Dawson? — preguntó juguetonamente una voz femenina que reconocí al instante.
— Aún no soy Dawson, pero sigo siendo Taylor — dije caminando de nuevo hacía la cocina mientras sonreía algo incrédulo.
— ¡Pero pronto serás Dawson, debes empezar a llamarte como tal!
— ¡Moni ya te lo dije, no nos casaremos aún! Robert tiene mucho trabajo, y yo me la paso muy ocupado también — dije abriendo el refrigerador para sacar una bolsa de gomitas y comer una.
— ¿Comiendo y leyendo libros de Londinenses? — preguntó ella cínicamente, yo tragué la gomita mientras pensaba qué decir.
— ... Hoy leí algo de Stephen King, eso no cuenta como algo londinense — ella empezó a reír sutilmente.
— No pretendo criticarte Ty, estás tranquilo y eso es lo que importa, ¿pero no planeas hacer otra cosa? digo, me preocupa tu salud por solo comer y dormir.
— ¡Yo hago ejercicio!
— ¡El sexo no cuenta!
— ¡¿Cómo que no?! ¡¿tienes idea de la cantidad de calorías que bajas en un rapidín?! — exclamé tomando otra gomita para metérmela a la boca.
— Taylor, te estoy hablando en serio — dijo con una seriedad que me hizo suspirar.
— Ya lo sé Moni, ¡creeme que quiero hacer otra cosa, en serio! pero Robert no quiere que trabaje, siempre que voy al café me obliga a sentarme con él a beber café y nada más.
— ¿Y qué con la universidad?
— Sigue haciendo los trámites de ingreso, debe resolver primero lo de mi ciudadanía para poder inscribirme.
— Creí que ya eso estaba resuelto.
— Casi lo resuelve, pero como se le presentaron muchos problemas en su empresa y con la cafetería, el pobre se la pasa en el trabajo, y cuando está en casa solo se la pasa metido en su oficina.
— Imagino que debe ser muy difícil para ambos — dijo ella algo apenada.
— Sí, lo es pero... yo trato de mantenerme tranquilo ¿comprendes? se nota que tiene problemas, así que prefiero pasarme el día comiendo y leyendo para no mortificarlo, además después de todo lo del mes pasado, ¡estoy sumamente feliz de que nuestra única preocupación se deba al trabajo!
— ¿Única, Ty? — preguntó en aquel tono receloso que ponía cada que yo trataba inútilmente de engañarla; efectivamente, mi vida cotidiana era increíblemente plena y feliz, pero yo aún tenía muchos nervios e inseguridades ocultos, el excesivo trabajo de mi prometido era la principal, no porque este fuera malo, sino porque él aún trabajaba con aquel odioso pelirrojo pecoso, quien casi siempre lo llamaba y le dejaba mensajes en la contestadora, yo me tragaba mis celos, porque ya Robert me había dicho que debía actuar con serenidad, "tú eres mi pareja Ty, nadie más" solía repetirme siempre, y sus palabras lograban reconfortarme, pero el pánico de perder esa hermosa vida de ensueño cuando menos me lo esperaba, a veces ni siquiera me dejaba dormir.
— Pues— traté de hablar, pero ver a cierto caballero de traje subir las escaleras y llegar a la sala, me hizo perder por completo la razón — Te llamo luego Moni, ya Robert llegó.
— ¡Mándale saludos de mi parte Ty, te quiero mucho, cuídate por favor! — dijo antes de que yo le colgara el teléfono y lo dejara en la isla de la cocina, para irme corriendo hacía mi pareja y darle un hambriento beso en los labios.
— Hola — saludé entre besos.
— Hola gatito — me saludó con esa gruesa voz que erizaba mi piel — Traje comida china para cenar.
— ¿Del palacio Fu o de ese local barato donde no dan galletas de la fortuna? — pregunté receloso mientras tomaba la bolsa con comida.
— Del palacio Fu, querido — afirmó sonriendo algo frustrado, sonreí para tomar su mano y caminar con él hacía la isla de la cocina con intenciones de comer en ella.
— ¡Entonces no perdamos más tiempo! — afirmé sonriente mientras volteaba a ver a mi pareja con curiosidad, lo notaba tenso, y mucho — ¿Todo bien cielo?
— Sí, solo fue un día largo en la oficina — admitió suspirando para quitarse el saco y dejarlo en una de las sillas — Por cierto, mis padres vendrán mañana a cenar.
— Lo sé, tu madre ya me llamó hoy en la tarde — dije mientras dejaba la comida sobre la isla para empezar a desempacarla, yo tenía muy buena comunicación con la madre de Robert, cosa que a mí mismo no dejaba de sorprenderme, pero la verdad es que Catherine siempre ha sido una mujer sumamente maravillosa, y aún hoy en día cada que tenemos la oportunidad nos escapamos a beber café y conversar tranquilamente.
— ¿Te dijo que vendrán Alice y George?
— También me lo dijo, y me pidió que si ellos o tu padre llegan a hacerme algún mal gesto, no dude en decírselo para que ella les dé su merecido — dije algo divertido y apenado, me agradaba que mi suegra me defendiera, pero me empezaba a sentir muy "mimado" por esto mismo.
— Mh, veo que soy el último en saber todo por aquí — murmuró mientras se paraba detrás de mí, mi cuerpo entero se erizó al sentirlo cerca de mí, aún cuando ambos teníamos sexo casi todos los días, aún sentir a Robert tan cerca me lograba erizar por completo la piel — ¿Y de casualidad te dijo que te amo?
— Esa parte creo que la olvidó — dije risueño echando mi cabeza para atrás y de esta forma, ver atentamente las joyas azules de mi prometido, las que cada día me tenían más y más enamorado — ¿Me lo dices amor? — pedí con tono suplicante, mientras el señor Dawson metía su mano bajo mi suéter para empezar a manosear mis pezones.
— Te amo gatito gordo.
— ¡No me digas gordo! — le dije haciendo un puchero, él empezó a reír en cuanto dije eso.
— ¡¿Cómo no?! ¡si tu trasero está enorme Ty! Dios, te juro que cada que lo veo siento que voy a morir de un infarto — me sonrojé totalmente al oírle, mi prometido era tierno, pero de vez en cuando sus palabras llegaban a incomodarme.
— Bueno ya, vamos a comer para ir a la cama, quiero dormir — dije tomando los palillos chinos y una servilleta, para luego ver a mi novio con un semblante suplicante y algo tímido, él sonrió algo frustrado para tomar dichas cosas y arreglarlas tal y como me había enseñado hace tiempo — Gracias — sonreí ampliamente.
— No es nada — murmuró para sentarse junto a mí y tomar una de las bandejas de comida — ¿Y qué hiciste hoy?
— Terminé El Resplandor, comí cheetos y gomitas, almorcé la lasaña que me preparaste ayer, hablé con tu madre, hablé con Mónica, y... ¡ah, y empecé Tragedia En Tres Actos!
— ¿Te duchaste? — preguntó mirándome con seriedad.
— Por supuesto que me duché, no soy un cerdo.
— ¿Y arreglaste la habitación? — tragué en seco al oír dichas palabras, agaché la mirada para seguir comiendo, pero hacer eso solo logró que Robert me mirara con severidad — ¡Taylor por Dios santo!
— ¡Lo olvidé!
— ¡Antes de irme te pedí que lo hicieras!
— ¡Pero lo olvidee! — repetí apenado mirando el semblante frustrado de mi novio, el mayor peso de no tener una mujer de limpieza era precisamente esto, la limpieza; yo nunca me consideré un aficionado a la limpieza o al orden, y mi pareja amaba que todo en su casa estuviera impecable, ya imaginarán su reacción al llegar a casa y encontrar la sala y la habitación hecha un chiquero por su servidor.