Sería una completa estupidez negar que me enamoré de mi profesor de historia sin saber quién era en un principio, aquel que todas miraban tan serio por la naturaleza del curso que impartía, pero extremadamente atractivo, él era realmente el profesor más atractivo de la facultad de historia, a mis ojos y a los de muchas chicas más, alumnas y profesoras, más atractivo me parecía después del encuentro que tuve con él.
Ese día salí de mi casa camino a la universidad, estaba un poco alejada de mi hogar, en otra ciudad, nunca había estado lejos de mis padres, era una chica de casa como decimos popularmente, el salir de casa era algo nuevo, me entusiasmaba y a la vez me asustaba un poco alejarme de mis padres, tenía diecisiete años, aun no era mayor de edad para poder hacer todo lo que no hice antes en mi ciudad además bastante tímida como para animarme a hacer algo loco.
Ese día llegué a la facultad, me instalé en las habitaciones de la universidad, no quise que mis padres me compraran un apartamento, no soportaría todas esas discusiones todo el tiempo en mi casa, así que lo mejor eran las residencias dentro de la universidad, se decía de todo de esos lugares, pero yo estaba feliz;, tenía una compañera de carrera y de habitación, Amanda, una chica bastante atractiva, alta, rubia, con unos ojos color mar, era de mi edad y se podía ver que ella tenía bastante camino recorrido más que yo, por la manera de vestir, de expresarse y de la forma en que actuaba en frente de los chicos y un rasgo bastante peculiar en ella, era demasiado directa, no pensaba mucho en lo que decía ni como lo decía.
-Hola, soy Raquel Collins, por lo visto seremos compañeras de habitación, soy de la ciudad de Provensa, espero y nos llevemos bastante bien.
¿Qué estudias?.
-Que gusto Raque, creo que si nos llevaremos bien, eres hermosa, un poco anticuada y lo digo de la mejor manera, pero esas ropas que traes, no son para esta ciudad, debemos de hacer algo si queremos conquistar chicos, soy Amanda Stuart, estudio historia, aunque la odio sinceramente, pero mis padres deseaban que estudiara lo mismo que ellos estudiaron en algún momento de sus vidas, así que acá estoy, intentando complacerlos, no vaya a ser que me deshereden, dijo Amanda poco entusiasmada.
-Vaya, debe de ser espantoso estudiar algo que no te guste, yo espero que poco a poco, me vaya enamorando más de la historia, hice lo posible para ingresar a esta universidad, ya sabes, cuentas conmigo para lo que sea; respecto a mi ropa, la verdad es que si, siempre he querido complacer a mis padres y bueno, ellos desean tener en casa a una niña aun, pero tampoco es mi estilo para nada, dije siendo sincera.
Pues manos a la obra, hoy saldremos fuera del campus, igual las clases comienzan hasta dentro de una semana, estos días libres debemos de aprovecharlos, porque después de esta semana libre, las cosas se van a complicar, según pude ver esto es una tortura de clases, así que te acepto la ayuda, soy bastante mediocre en historia y una ayuda siempre cae bien.
Ese día, al ser las seis de la tarde, Amanda se planchaba el cabello, se ponía algo de maquillaje y estaba casi lista para salir, con sus tacones altos y su vestido ajustado, yo con un mezclilla una camisa de manga larga a cuadros, la verdad algo terrible de ver, mi cabello negro liso y sedoso que llega para debajo de media espalda estaba lista para salir.
-Raque, no piensas vestirte para salir, de hoy depende que seamos aceptadas en la sociedad universitaria.
-Ya estoy lista, no tengo nada más que ponerme que esta ropa, la otra es un poco mas recatada.
-¡Claro que no! ven, te pondré un poco de maquillaje, te regalaré un vestido, tacones y lista, tienes una rostro hermoso, un cabello envidiable, solo debes de sacarle un poco mas de provecho, no digo que te conviertas en una mujerzuela, pero somos jóvenes, bellas, con todo por delante así que vámonos niña, manos a la obra.