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Esposa sustituta del ciego rey

Esposa sustituta del ciego rey

Gi Dominguez

5.0
calificaciones
14.6K
Vistas
30
Capítulo

Emilia no recuerda quien es. Camina sin rumbo fijo, llegando a un pueblo. Cae por un precipicio. Sus ojos ven algo: a ella misma sin vida, en el suelo. Algo más la confunde, su cuerpo tiene puesto ropas antiguas. Avanza intentando encontrar una respuesta, un hombre la llama princesa. La arrastran dentro de un enorme castillo. Descubriendo, es la Reina y esposa de un rey que no puede verla. Y lo peor de todo ¡Es sumamente atractivo!

Capítulo 1 1

-¿Qué es lo que ves..?

-No lo sé, estoy en una carretera. Veo varios vehículos pasar por mi lado. Algunos lo hacen despacio, y otros... un poco más rápido.

-¿Y qué hay a tu alrededor? Tiene que haber algo que te diga dónde estás -me regañó alguien.

-Pues, a mi lado izquierdo veo el mar.

-¿El mar..?

-Sí, y de mi lado derecho, hay muchos árboles. Algunos tan altos, no alcanzo a ver el final de ellos. La carretera, aún sigue atestada de vehículos. Algunos me observan, debe ser por como estoy vestida.

-¿Y cómo estás vestida..?

-Tengo puesto una blusa sin mangas, y un pantalón de jeans. Siento frío, incluso mi cabeza se siente un poco congelada.

-¿Y por qué no tienes ningún abrigo? ¿Acaso no tienes alguna cartera o algo?

-No, no tengo nada de eso. Solamente me tengo a mí y a mi ropa.

-Supongo que tienes zapatillas.

-Zapatillas... zapatillas sí tengo.

-¿Y cómo te llamas..?

-Me llamo... Me llamo... no me acuerdo -dijo aquella mujer, con el semblante triste.

-Tienes que tener un nombre, piensa un poco más.

Los pasos, siguieron tambaleantes, en una ruta fija sin dirección alguna. La mujer miró hacia un costado y dijo:

-Veo un cartel de madera, tiene algunas letras bonitas impresas en el.

-Es como un pueblo.

-Creo que sí, pocos vehículos ingresan, pero me dio curiosidad. Quiero ir a ver qué es.

Eso hizo, cuando un vehículo pasó, y dió un espacio amplio para poder cruzar, lo hizo.

Al llegar del otro lado, sintió un aroma fresco de pino volar en el ambiente.

Sus zapatillas se dirigieron rápido, la prisa la invadió.

Atravesó aquel cartel, no sin antes acariciar con la punta de sus dedos. Se adentró con algo de prisa, con algo de temor. Pasos tambaleantes, una sonrisa débil.

-¿Y ahora, qué harás..?

-No lo sé... El lugar es bonito puedo ver más árboles.

-Ya me has dicho que has visto árboles ¿No hay algo más?

-No, algunos autos también pasan por mi lado, sin embargo parezco algo insignificante. Todavía no les de curiosidad ver una chica en pleno invierno en blusa manga corta.

-Lo más importante aquí, es saber por qué terminaste así. Cómo vas caminando y sin recordar nada.

-No lo sé, y tampoco entiendo por qué estoy vestida de verano cuando hace frío. Por mí, tendría un gorro de lana, y un saco... bien abrigado.

-¿Qué edad tienes..?

-No sé mi nombre, menos puedo llegar a saber mi edad.

Caminó, atravesando el espeso bosque. No fueron muchos minutos, pero el tiempo pasó volando para ella. También lo hizo para su acompañante. Llegó, a un risco, un precipicio que le hizo detenerse.

-¿Y ahora qué harás..?

-No lo sé. Quiero ver que hay más allá -comentó.

Dió un paso en falso para resbalarse y caer. Sintió como su espalda estaba en contacto con algunas piedras filosas, y sus piernas también se tropezaron con algunas ramas de raíces.

Finalmente llegó al final, cerró los ojos perdiendo la conciencia.

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Observé de reojo al joven que estaba a unos metros delante de mí, Eric. Era el hijo de mi mejor amiga, Laura. Suspiré bajando la vista, pero no pude evitar verle. Ultimamente, para ser sincera podía llegar a jurar que el chico, se veía mas atractivo que antes. A sus veinte años, parecía un hombre sacado de una revista para mujeres maduras. Mis mejillas se tornaron rojas, y tuve que sostener con fuerza mi vestido. Mis ojos se volvieron frágiles ante la imagen que tenía frente a mí. Cuando flexionó sus brazos para sonreírle a mi hija, sentí un nudo extraño en mi garganta. Olivia, tenía la misma edad que Eric. Laura, me pasó un mate y desperté de la ensoñación, de observar la sonrisa de su hijo. -¿Estás bien? –cuestionó bajo una mirada intimidante, asentí enfocando mi vista a los dos. Eric, rodeaba en un abrazo a Olivia, tragué saliva en seco –son adorables. -Lo son –comenté sin titubear, si tan solo un solo sonido de mi voz sonaba insegura, Laura se tiraría sobre mí como una gacela. La conocía demasiado bien para saber que era curiosa, en demasía. -Entonces... ¿saldrás con el ingeniero? –su pregunta, provocó que mi concentración volviera a ella. Suspiré asintiendo, ¿qué le podría decir? De todos modos, ya era demasiado extraño que quisiera quedarme con su hijo en la ciudad. Yo tenía una casa en la capital, y me había ofrecido para que él fuera a vivir allí una temporada, incluso Laura fuera para hacerme compañía. No pretendía comenzar a mirar a Eric con otros ojos.

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