Hacía apenas un par de años desde que Dylan se vio en la necesidad de huir de su padre. A pesar de que jamás lo veía, porque él no era precisamente lo que se podía decir un buen padre, su vida había sido muy estricta, jamás pudo salir con chicos, ni siquiera la dejó elegir la carrera de arte que a ella le hubiera gustado elegir, decía que no le haría falta, que su futuro era otro.
Él prefería obligarla a casarse con el hijo de uno de sus socios, ese fue su punto de corte, ese por el que decidió huir y salir de debajo del ala de su dominante e inquisitivo progenitor.
Algo que ya no importaba, porque jamás volvería a él por mucho que muchos pudieran considerar que su vida era perfecta, la de una princesa que lo tenía todo, pero para ella no era suficiente porque lo único que Dylan ansiaba era dirigir su propia vida.
Allí, en el mundo real de la gente corriente, la que no tenía un padre multimillonario, ni va a todos lados protegida por guardaespaldas, a la que no le eligen las amistades ni de quién debe enamorarse.
En ese mundo, nadie se creía dueño de nadie, ni con derechos sobre los demás por haber nacido como un privilegiado, tampoco debía someterse a los caprichos y decisiones de su padre para mantener un ritmo de vida que ella misma podía procurarse.
Dylan había aprendido a hacer dinero por sí misma, primero entró a trabajar como mucama en un par de hoteles, pero no era lo suyo, creció con sirvientas que se lo hacían todo, jamás había sabido limpiar y, aunque así fuera, tampoco le daba el suficiente dinero como para vivir como a ella le gustaba.
Un día, por casualidad, uno de los clientes del hotel le dio su tarjeta y dijo que tenía un trabajo para ella, uno que le reportaría muchos más beneficios que el actual.
No mentía, tiempo después, Dylan se convirtió en la mujer más deseada del bar de striptease de alto standing, «Lux» la más deseada y a la vez, la intocable, jamás se había dejado tocar por ningún cliente, nunca aceptó una oferta indecorosa por mucho que pudiera reportarle o eso se decía de ella.
Aun así, solo bailaba cuatro veces en semana y le daba lo suficiente como para vivir holgadamente y sin preocupaciones.
— ¡Y por fin, el momento que todos esperaban, el baile de nuestra hembra más deseada Dylan!
Gritó una voz a través de los altavoces, justo antes de que la música empezara y una joven vestida de mujer policía sexy saliera con la gorra tan baja que la visera le tapaba la cara.
Él no era de los tipos que frecuentaba ese tipo de lugares; sin embargo, en ese momento, no era Ethan Shields quien entraba al bar «Lux» sino Phantom, la falsa identidad que había creado para escapar de Ethan, el famoso corredor de carreras ilegales, del que nadie conocía con certeza su identidad real.