—Nathalie apúrate que llegaremos tarde — grita mi mejor amiga desde abajo.
—Voy Miosotis, no te desesperes, ¿quieres?, además falta una hora y media para la entrevista de trabajo —le digo mientras voy bajando las escaleras.
—Lo sé amiga pero resulta que con las presas que hay, mínimo duramos cuarenta y cinco minutos, y a ti te falta desayunar.
Resoplo frustrada, mi amiga siempre preocupándose porque yo coma y cuando no lo hago me pasa regañando incluso me hace dejar lo que sea que esté haciendo para que coma.
Mi amiga Miosotis o Mio como yo la llamo de cariño la conocí desde que tengo 10 años sus padres venían llegando República Dominicana cuando se hicieron nuestros vecinos, tanto ella como yo estábamos muy tristes, ella Porque dejó sus amigos, familiares y el lugar de donde había crecido durante 10 años, y yo bueno triste porque mi madre se había ido de la casa hacía seis meses. Como toda niña amaba a mi madre y me hacía mucha falta, con el tiempo aprendí que era una persona cruel y que no me quería, la veía dos veces al año ya que decía que nunca tenía tiempo para cuidar de mi, y que en esta vida lo más importante era el dinero.
Yo deje de verla con buenos ojos cuando cumplí 15 años ya que me dijo que ocupaba que perdiera mi Virginidad para que empezar a sacarle provecho a los hombres cosa a la cual obviamente me negué, cuando le conté a mi papá se puso furioso y la amenazó con denunciar si volvía a decirme algo como eso.
Mi papi es otro cantar, para él la prioridad es el amor, dice que el dinero no lo es todo y eso es muy cierto, él me ha criado con un amor incondicional, pero algo me preocupa y es la actitud de él, tiene un mes comportándose raro y con un dolor muy grande en sus ojos. Cuando ayer le conté que Mio y yo teníamos una entrevista de trabajo se alegró pero no pudo ocultar el dolor en sus ojos y me preocupa que algo pase y no me lo diga. Mi papá es la persona más importante en mi vida.
Mio me mira con el ceño fruncido y yo le sonrió a mi amiga. Desde que me senté a la par de ella cuando éramos niñas desde ese día nos volvimos una, no me puedo quejar amo mi padre, a mi mejor amiga, a mis amigos, amo mi país Panamá me encanta, a veces siento que me falta un novio pero cuando recuerdo mi última relación que la terminé hace 6 meses y no de muy buenos términos niego con la cabeza, mejor sola que mal acompañada digo para mí misma.
—¿En qué tanto piensas?
—En lo que ha sido mi vida y que la amo tal y cual es y amo cada una de las personas que en ella se encuentra.
—¿Y a tu madre? ¿Qué sientes por ella?
—¿A ella? pues no la odio, pero tampoco la quiero, simplemente para mí no existe.
—¿Te ha llamado? ¿sabes de ella?
—Si, se fue hace 6 meses para Costa Rica, tengo entendido que piensa casarse. Todos los meses me llama para decirme que me ha depositado el dinero y como todos los meses le digo que deje de darme dinero que no lo ocupo, que nunca he tocado ese dinero que me da, que cuando lo quiera se lo devolveré, Pero es como hablarle a la pared.
— No entiendo el pensar y el actuar de esa señora.
— Yo tampoco la entiendo y creo que nunca lo entenderé, así que ni modo. ¿Nos vamos?
— Sí, ¡andando!
Cuando vamos de camino a la entrevista de trabajo suena mi celular y es un número desconocido.
—Bueno — Contesté extrañada.
—¿Nathalie Hoffman?
—Si ella habla, ¿que desea?
— Le hablamos del hospital Central, su padre de Scott Hoffman se encuentra hospitalizado. — Al escuchar esas palabras todos mis sentidos se alarman.
—¿Qué tiene? ¿Está grave?.
—Por favor ¿puede venir?
—¡Sí claro! De inmediato salgo para allá. — digo y cuelgo.
—¿Qué pasa cariño?. — me pregunta mi amiga, mi hermana.
—Mi padre está hospitalizado.
—¿Qué? ¿Pero qué tiene?.
— No lo sé, sólo sé que me quieren de inmediato.
—Claro amiga, te llevo.
—No Mio, tú tienes que ir a la entrevista, yo cogeré un taxi y después buscaré otro trabajo.
— Entonces yo también buscaré otro trabajo, ¿se te olvida que Scott también es como mi padre?, estoy contigo amiga.
—¡Gracias, eres la mejor!
Al llegar al hospital preguntó por mi padre, me dicen que el doctor me espera y que me dirigen a su consultorio, tocó la puerta y escuchó un pase.
—¿Señorita Hoffman?
—¡Sí señor!
—Pase adelante siéntese. — y eso hago pero conmigo entra Mio quien no quiso esperarse afuera.
—¿Y ella?
—Ella es como la hija adoptiva de mi papá, también tiene derecho de estar aquí. ¿Ahora puede decirme que tiene mi padre?
—Si claro, bueno mi nombre es Brad Anderson y soy el doctor del señor Hoffman, Me enteré hoy por él mismo que usted no sabe lo que está sucediendo y tengo la obligación de decírselo.
—¿Puede ir directo al punto por favor? — Suplico con angustia, no quiero que a mi padre le pase nada.