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Eiza... La venganza de la dimensión

Capítulo 4 El reencuentro

Palabras:1888    |    Actualizado en: 13/01/2022

una cara amiga —Riley, me has asustado. ¡Que estoy embarazada, tío!—le reclamé viendo co

ero saber que había sido la principal ayuda de mi hermano en aquel inf

antes de mi familia, además de la locura que vivía cotidianamente, saber que mi hermano había tenido un hombro como el de su propio

usurros continuó —¿cómo te vuelves a meter aquí Eiza?, no sabes ni la mitad de lo que vas a encontrar. Ya

primeras lágrimas a los ojos —le quiero...—pronuncié con miedo de mis propias palabras —necesito recuperar a mi marido y necesito acabar con este maldito sitio para poder seguir co

para sobrevivir, pero, ahora tenía dinero, sucio o no, era su dinero, su padre se lo había heredado

no es tan fácil y... hay alguien

avanzando hacia la salida del lugar en que me habí

a Adam y sentirme culpable por no decirle a Amaia que tenía otro hijo, ídem a mi marido, que es

nte. Sin tapujos y sin razón.

llevar por Riley hasta la habitación que había compartido con Adam en mi anterior ocasión en la isla, y me sentaba fatal, verlo en cada esqu

l que no había nadie por allí. Que incluso podía estar acostándose con otra, y

o instante, porque no podía concentrarme en lo qu

ión una vez que solucionaramos las cosas. No podía dejar de aferrarme

el arma escondida me encontraba, cuando la boca se me llenó de saliba y tuve que apresurarme hasta la tasa del baño para dejar salir p

por unos diez minutos, con mi cabeza apoyada sobre un

isteria de volver a allí, o por tod

letas, abrí el neceser y busqué un pomo de colonia de jazmín que la propia Amaia había preparado para mí, con plantas de su jardín y que según ella, la habían ayudado a co

iné hasta la ventana más cercana a las voces y t un ve que tap

razos uno de ellos, era una chica de unos cinco años según parecía, que

í, y rápidamente mandé una foto al

a, de aquel sitio, y tenía derecho a llevar a cabo los m

playa, ignorando a las dos primeras personas que había visto por allí, que me trataron de detener. S

élta

ando a la niña tirada en la arena gritando como loca porque le había

plo órdenes —se d

matar a cualquiera. Lleno de tatuajes hasta en el rostro y un parche en u

onerme, había otro tres hombres que se llevaban a los demás niños, pero cuando fueron a tomar a la n

ebé, que no parecía pasar de los cuatro meses de vida y l

iños permanecían tratando de huir, pe

servé a la chica en la arena, un poco más calmada observ

do un mechón de su pelo rubio her

bé —voy a cuidar de él unos días hasta que encuentre a su mamá. Lo p

do vieran las fotos que había mandado, todo fuese encajando y se soluci

hace daño, solo toma en biberón —su vocesita asustada me rompió

r la custodia de ese bebé por unos días e

lo aho

l hombre no parecía obedecer y por suerte el niño no se ent

uando fui a arrebatarle el bebé,

el niño a

hé aquella voz detrás de mí. Me qued

al bebé y temía tomarlo y que se me cayera.

niños ya no estaban y yo seguía sin poder apartar la mirada de

mí, fue en aumento cuando alcé mi vista, reu

había hablado detrás de mí había sido Adrian. Él, me habí

elante de mí, mirándome con expresión de nada, abs

erdaderamente lo que vin

eñor, de bastantes años, pelo cano y una cicatriz en el rostro espel

ando mi expresión y reacción, y yo comenzaba a atar cabo

ente para mí, un embarazo de corto tiempo pero sus caricias a su vient

ulinidad por todo su ser, y se paró a su lado, entrelazando sus dedos para que luego él, mirándome a los ojos, con desprecio, le besara la sien y ella recostara la cabeza en su hombro

a nueva dimensi

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