Reemplazo por una Sustituta Embarazada
ía
. No era el sonido de un animal entrenado a punto de actuar. Era el sonido de u
n extraño matiz almizclado. Un aroma que ahora reconocía emanando del heno en el fondo de la jaula del tigre. Era un s
entrar", dije,
a bestia. "No seas difícil, Sofía. Camila se tomó muchas mo
ra un sabor a bilis en mi boca. Estaba tan cansada. Cansada de las mentir
enario, arrullando al tigre, su voz goteando falsa afección. Alex estaba cautivado, su rostro ilu
lo de su poderoso cuerpo estaba enroscado, un resorte de intención letal. Intenté retroceder mi silla, p
ito de "¡Oh!". Su mano, que había estado descansando en el cerrojo de la ja
jaula se abrió
nsordecedor que rasgó la tranquil
de terror. En un solo movimiento fluido, se abalanzó, no hacia mí, sino
mpletament
naranja y negra. Vi sus garras, extendidas como dagas curvas. Vi s
contraron con los de Alex. Lo vi mirarme, su rostro una másca
eada por un camión. Un dolor blanco y candente explotó en mi hombro cuando sus garras se hundieron en mi carne. El mun
ndo a Camila en un abrazo protector, su cuerpo una fortaleza construida pa
tor cardíaco. El dolor era una entidad viva, un fuego que consumía todo m
ranquila, señorita Garza. Tiene mucha suerte. Las garras del tigre no alcanzaron su art
é, la palabra u
, ahuecando mi almohada. "Solo unos rasguños y un esguinc
acía aquí, desgarrada por una bestia que ella había
igeramente entreabierta. Podía escu
do delicado e hiposo. "Lo siento tanto, tan
Alex era un murmullo bajo y tranquilizad
ccid
l espacio hueco donde
sollozó Camila. "Y ahora... siento que debería h
más tarde. Ahora mismo, necesitas
una disculpa; era una actuación. Una forma de cimentar su
el vaso de agua de mi mesita de noche y lo arrojé contra la pue
s, Alex irrumpió en la habitación, su rostro una más
ndo de tomar mi mano. L
l tigre?", pregunté, mi vo
res. Fue un accidente. El entrenador
que una vez había golpeado hasta dejarlo hecho pulpa a un vago de la calle por piropear
nosotros, se extinguió. No quedaba ni un destello del viejo Alex. Se había ido. El hombre
furia tan fría en sus ojos. No solo luchó contra ellos; los desmanteló. Le rompió la nariz a uno, le dislocó el hombro a otro y los dejó a todos como un de
arrado y roto. Y él lo llamó un "accide
o ya no
uera de la habitación, su deber hacia mí cumplido con una
mente me quedé allí, una estatua tallada en hielo, y dejé que el silencio de l
yo harí
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