La sumisa del Ceo
puerta de la habitación de Ares, con la nota de A
o ser vista por él, o sin duda tendría problemas con mis padres si se enteraban. Solo por esa
zó a impacientarme. Y probablemente no sea la mujer más
e daba a sus huéspedes la experiencia de quedarse en la naturaleza, en pequeñas c
ventana apoyándome de puntitas sobre una piedra que
se había ido a dormir rápido, pero definitivamen
la pequeña abertura forzada, casi g
con una tetera y una taza de cerámica sin asa había sido dejada de lado, y de momento parecía concentrado en leer unos pap
y esperar un poco más hasta que se durmiera y así ya no correría el riesgo de que me atr
si entendiera todo lo
s los elogios no hacían justicia a la imagen de e
jas sutilmente fruncidas, los ojos negros concentrados y la boca enrojecida ligeramente entreabiert
ayor como creía, ya que su aspecto no
mangas subidas hasta los codos, con los dos primeros bo
na pequeña abertura de la ventana, cada pedazito de ese hombre m
que era imposible de describir, a
o lo hice. Me quedé quieta, con una mano apoyada contra la pared y la otra contra la ventana, un ojo encajado en la r
n en la mesa de té y los puso en una carpeta, s
erlo un poco más, aunque podría
levar una de sus manos al primer botón cerrado de su camisa
miré con devoción mientras se de
uando finalmente dejó que la camiseta se deslizara por sus firmes brazos, revelando
mente más allá. No solo por el físico, sino también por el tatuaje en la parte superior derecha, que desaparecía por
brir que aquel hombre de semblante serio escondía algo como un tatuaje debajo de su rop
ante todo el tiempo estuve consciente de lo malo que era invadir la privacidad de otra persona de esa manera, pero el deseo y la curiosida
izo sentir mi propio aliento rebotar contra la madera de la ventana detrás de la cual me escondía, con mi cuerpo volviéndose
uve la ventaja para finalmente observar la cabeza de la serpiente tatuada en su fuerte pecho, mostrando sus
rando con atención los detalles de su abdomen definido, hasta la pequeña entrad
ación mientras sus manos trabajaban e
de apaciguar la cantidad de sensaciones nuevas que solo me facilitaba la vista d
in dejar de caminar lentamente. Antes de que al menos pudiera preguntarme cuán
nando en direcci
piedra para correr lejos de allí, pero lo único que logré fue tropezar con mi pie y caer de sentón, con las rodillas fle
puerta se abri