MI JEFE ES UN OGRO
rado cuando lo despidieron de la oficina donde trabajaba. Durante años, había formado
os estrictos, sumado a la necesidad de llevar a su pequeña Alessia a
vida personal y profesional comenzó a afectarlo. Las constantes llegadas tarde fueron l
encontrar una solución rápida, ya que su hija dependía de él. Por eso, decidió que no se quedaría cruzado de brazos. Un día, después de pasar unas semanas buscando una oportuni
r mes fue difícil. David estaba acostumbrado a trabajar en un ambiente más formal, pero en la cafetería, todo era diferente. No solo
a Alessia. La cocina era modesta, pero suficiente para preparar las comidas, y la pequeña sala se convirtió en su rincón especial para ver película
o cuenta de que esa posibilidad era cada vez más remota. Sam había tomado un camino diferente, y aunque David le daba vueltas a la idea de que tal vez se daría cuenta de
n hacer amigos ni entablar conversaciones profundas. A menudo, los demás se burlaban de él, llamándolo "ogro" por su actitud seria y su mal humor, pero a David no le im
, se percató de la llegada de un nuevo clie
-dijo Vladimir, un joven simpático,
lo en servir café, sino en mostrar una actitud cordial, aunque a veces le costara. El cliente parecía ser
placer atenderlo -dijo, entr
que llevaba más tiempo en la cafetería, había derramado leche sobre el mostrador mientras lo limpiaba Vladimir. No fue un accident
ona, como si hubiera disfrutado del desliz. Esto solo aumentó l
ra lo que has hecho! -exclamó, miran
r la tensión, t
on la voz temblorosa, tratando de interven
nes de detenerse. Con una sonrisa arr
ben mantener este lugar en orden... y
pareció Samuel, el dueño, que había escuchado los g
quí? -preguntó, miran
e adelantó para dar su
adimir- dejan todo tirado, no atienden a los cl
n esfuerzo, intentando adaptarse al lugar y dar lo mejor de sí, y ahora l
gritó Vladimir, visiblemente molesto-. Carlos solo está
o, defendiendo lo que
s quedar mal -dijo, apretando los dientes, sin dejar de m
, como evaluando la situación. Finalment
an hecho más que traer problemas. No puedo seguir tolerando esto. Están despedidos.
ustración y la desesperanza lo invadieron por completo. Aunque sabía que la
las lágrimas, trató de
sto, Samuel, ¡e
dos, solo pudo mirarlo en silencio. Sabía que ya no podía h
-dijo el dueño con tono frío,
ía llegado a su fin. Sin decir nada más, recogieron sus pertenencias y salieron del lugar, enfrentando el siguiente pa
inua