Mi marido es el demonio
m
i habitación a por un chal para abrigarme.
eltas por la esta
demonios le había besado. Peor...
ahora aparecía de pronto con esta piel de cordero y actitud d
ca antes lo hizo...? Pue
aquellos ojos grises perturbadores y todas las palabras que salían apaciguadas de una boca
odría confiar y volver a mi posición de Duquesa de Devonshire pero es que
idades a solas con nuestro invitado hasta que alguna escandalo
mi descarriado pensar y me vi de pronto a
ro lado, ¿q
yo, que fue la marginada de una familia que acabó lejos de su vida por más que ella intentó lo contrario. Ella, que tenía un esposo que fue
Lady Caitlyn —intenté salvar la respuesta
arme de lo que desees y si él te incomoda, por muy amigo de mi marido que sea solo dilo. No permitiré que estés a disgusto con el Duque
r un poco más de
ando estés lista. Armond quiere que le muestres a
solía mostrar a nadie porque era bien consciente de que mi talento para tocar era sobre lo normal en las demás damas y aunque en su día los Duques de Graft
que supiera
lón para ver que la Duquesa había acostado a su hijo ella misma y
ía quitado su chaqué, solo llevaba la camisa blanca holgada, el lazo tisú abofado en su cuello
las teclas me estremecí al sentir aquella sensación vertiginosa que saboreé a ojos cerrados. No sé cuánto tiempo pasó ni que se sucedió a mi alrededor pero para la tercera p
Había acercado su nariz a mi cabello y de pront
ho que hubiese querido —que la verdad quise poco— jamás le habría impedido seguir aunque mis palabras fueran indicadores de eso. Yo ya con él..., con él y
un gemido. Amaba su nombre en mis labios
ba mientras me bajaba el chal de los hombros y p
dejar de sentir calor en mi zona más íntima mientras una palma suya se acomodaba sobre mi muslo derec
ue me deja
os —. Te dejé pasar la incongruencia hace un rato porque me siento tan perdido como tú,
mó el control de mi rostro y llevó mi boca a la suya para dejarle entrar en ella con un beso abrasador y furioso que nos hizo r
mo me gust
que se me hacía más fácil que pronunciar pa
e empezaba a sentir demasiado suya, tremendamente desesperada por é
—murmuré sintiendo sus
contra él —.¡Tú eres mía!Y yo tuyo,
del terreno que pisaba y todo lo que estaba dejando avanz
Tiene razón, Milord, le concedí ese espacio de tiempo pero le pido que entienda que no considero que vaya a
penumbras para ese momento. Abrí mi puerta con urgencia y en el intento por cerrarla me vi de pronto acorralada contra su pecho, su mano tapando mi boca como si se tratara de un villano y alzando mi cuerpo cont
, siendo su legal esposa...siempre podría apelar a mi intelecto y el poco buen juicio que pudi