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Mi marido es el demonio

Capítulo 3 El recuerdo

Palabras:1495    |    Actualizado en: 13/03/2024

m

fiesta. Él no era como recordaba pero tam

noche en que nos vimos por última vez justo después de hacernos cas

efasto. No pud evitar pensar en todo lo que pasó y llevar

todo lo era. Nada se sentía bien, o bueno. Todo era desastroso y horrendo...incluso mi vestido para las nupcias que parecía que había naufragado en una playa de

l espejo como en una especie de prem

a vez —había dicho mi padre hacía ya ci

lesia, justo el lugar donde perdería mi libertad, y hasta mi identidad. Dejaría de ser Emma Thorne para ser: Emma de

s crudo invierno. Solo verlo con esos ojos grises y la nariz sincelada, los dientes puntiagudos detrás de una mal hecha sonrisa daban pavor a pesar de su intento d

amos ojos de color similar y el típico compromiso arreglado que n

or

suela de mi zapato de gamuza blanco en el estribo del

hizo veloz el viaje a mi destino. Una hora más tarde estaba casada, y mi marido me asíaba por la cintura hacia él como

liz —dijo apretando mi cuerpo haciéndome retorce

esparramar felicidad por mucho que lo intentara. Yo solo quería morirme allí mismo y qu

no lucia verdaderamente feliz pero entonces la boda debía continuar. Entonc

mayor para ser apetecible —su nuevo ultraje me esperanzó y le dí toda mi atención, tal vez no me tocara si me veía de semejante manera tan poc

d? —se me oyó confundida.

ía loco?

ero nunca vi nada. De pronto me encontré en sus brazos, con su cruel boca abriendo a la fuerza la mía y reclamado

trara de no conseguir un marido, pero resultó que me entregó a un animal. Una bestia. Un confuso hombre que iba

maba y sus endemoniados ojos no tenían nada que ver con la ternura que vi en ellos el día de la pedida. Tampoco h

suya para siempre y en el que, si respiraba profundo podía sentir el olor del hiero f

pertar. No tenía certidumbre alguna de ello. Y la boda, ya había acaba

ese momento supe que había llegado la hora, supe que no tenía a nadie más a qui

entrando por la ventana para testificar que e

ca. Árida de sentimientos —. Quít

odía sentir olor a humo...como si me estuviera quemando viva dent

ilor

de quitarme la bata, me volví a arropar a mi misma y él volvió a vestirse. En ese m

nfuso como lo q

nente a una vía de escape. Todo en cuestiones

as enormes se avistaron desde nuestra venta

su fuerza bruta era tan grande que aquel simple toque me lanzó hacia afuera y caí sin

n el suelo le insté a seguirme. No

siguiera mi propia vía de es

la primera y la última vez que estaría en aquel sitio,

creí

avía algo peor que estar casada con

asumí que volvía a ser libre al escapar de casa

ue se tambalee toda la fe que puedo tener en mi misma porque creo que lo que

n respingo cuando La

erta —...solo estaba pe

, evaluando todo mi ser como su tuviera el d

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