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Las pinturas de Alan

Las pinturas de Alan

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Capítulo 1 I

Palabras:4396    |    Actualizado en: 24/01/2024

riores; las personas parecían disfrutar incluso de la suave brisa que soplaba por las calles por las que paseaban, todos excepto aquel omega pelirrojo que se encontraba afuera de su casa como todos lo

habitad natural, algunas de esas eran las que las personas solían comprarle mientras que las otras pinturas que solía hacer c

les como si estuviera siendo él mismo el que hacía todas aquellas atrocidades. Y para mucha más desgracia, no tenía a quién compartirle dichos sueños y no era lo suficientemente valiente como para buscar ayuda psicológica, así que prefería contarle todos esos sueños y detalles a sus lienzos, ya que, cuando él plasmaba el retrato de lo

re. Alan creía que la fémina ya venía con cierta tristeza en su corazón desde que perdió a su primer hijo, él era el segundo que tuvo y el único que sobrevivió al parto o al menos eso fue lo que su tío paterno le había contado una vez cuando tenía nueve años, aún no entendía por qué le había contado aquello y sinceramente no le tomó demasiada i

l puerto, no sabía cuál era exactamente por la hora en la que parecía estar sucediendo todo, era completamente de noche y lo único que podía notar era lo poco que había allí; unos pocos postes de luz con bombillos parpadeantes que habían alrededor del barco, luego de pasear la vista por el lugar a través de l

reflejar su rostro, pero creía que quizás era un alfa o era lo que solía pensar puesto que eran más fuertes que un beta promedio, tal vez podría ser un gamma, pero no estaba realmente seguro, de lo que sí e

los de los pies, el hombre gozando de la vista que tenía frente a él -él mismo no era fanático de eso, pero no podía siquiera apartar la mirada ni cerrar los ojos- antes de comenzar a mecer la cabeza de un lado al otro como si cantara alguna canción que se le era desconocida com

ue estuviera tan tranquilo con los gritos de la mujer y es que no había tales gritos porque la mujer tenía una mordaza en la boca que le impedía hablar o en ese caso, gritar, la ropa estaba completamente desgarrada en el momento en el que él mismo se conectó al sueño, debajo del cuerpo había un pequeño charco de sangre que prontamente se haría más grande ya q

u colección, tal como hacía con todas sus demás víctimas; luego de eso pudo despertar del sueño, sintiendo demasiado pánico mientras su cuerpo estaba cubierto de sudor y temblores, su mirada se encontraba nublada y desorbitada por el terro

desconocido asesino. Acomodó un lienzo nuevo en el caballete y tomó la paleta de colores junto a su cartera de pinceles totalmente limpios antes de comenzar a plasmar todo poco a poco, la pintó en la misma posición en la que el asesino la dejó y el fondo donde la había dejado abandonada a su suerte, al no haber podido ver realmente qué tenía detrás, lo colocó en rojos y negros con algunas rosas a modo d

e asegurar que a su pintura no le faltara ningún detalle en el cuerpo de aquella mujer y cuando confirmó que tenía todo tal como la vio antes de despertar, colocó el lienzo junto a los demás, firmando la parte de atrás con su nombre y coloc

a que terminara para ver el nuevo cuadro, así que dejó que lo vieran, pero tal como sucedía con las anteriores a ella; las personas colocaban una mueca de terror y asco antes de dispersarse para ve

mbre señalando la serie de pinturas de los

de escuchar la pregunta y rió nervioso a

e las manos con una toallitas húmedas que sacó de su bolsillo. —Son sólo de exhibición, las otras s

na sonrisa asomándose en sus labios. —Son algo grotescas y muchas personas pueden darte malos comentarios o no

a —Respondió Alan sin dejar de negar hacia el hombre, era mejor qu

ntarlo —Insis

los labios antes de seguir con su labor de quitarse la pintura de las manos

ea de que me llevaré algunas de esas pinturas —As

é negándome

, pero había una razón por la cual las mantenía y es que estaba casi completamente seguro de que el asesino las veía y por ello era que tenía aquellos descansos libres de malos sueños por un par de días, a veces llegaban a ser tres o cuatro días seguidos los que p

ianos que le hacía señas desde un trío de cuadros y se detuvo a un lado de estos mientras comenzaba a limpiarse el rostro, disculpándose con los dos mayores por su aspecto y sólo recibiendo la ris

ya sea en las manos, el rostro o el cabello, como parece

se hayan secado rápido las manchas de pintura o sería un fastidio lavarlas luego, soltó un suspiro, quedaría calvo si no lograba

zos que estaban juntos por culpa de quizás, el viento que sopl

ver que las reconocían y sonrió amplio antes de asentir. —Por su

maldiciones mentales dónde demonios lo había dejado ahora, al menos hasta encontrarlo en el bolsillo en el interior de su chaqueta que estaba acomodada alrededor de su cintura y cuando vio de vuelta hacia los an

a embaladora. —Primero tengo que acomodarlas para que no se dañen en el camino, sería una lástima que terminaran rompiéndose o rayándose —Explicó bajo la mirad

papel, asegurándose de que este no tocara la pintura en ningún momento y todos aquellos detalles lo vieron la pareja junto a los tres hombres, así que cuando tuvie

aba a ver a la pareja y volvió a sorprenderse. —No puede ser. ¿En efectivo? ¿En serio? —Cuestionó sin poderlo creer antes de to

con una sonrisa antes de despedirse junto a su esposa. —Vendremos de vez

rmalmente solía vender una pintura a la semana, incluso a veces era una por un mes y después nada, era a veces realmente frustrante vivir así, no había muerto todavía puesto que había una herencia a su nombre que se l

, no quería ser un muñeco sin vida de nadie y por ello era que no tenía pareja a sus veintitrés años de edad, estaba bien solo mientras su celo no llegara, cuando este llegab

re con los años, pudo vender un par de lienzos más antes de que el cielo se llenara de nubes grises y luego de hacer las ventas, recogió todos los demás lienzos, poniéndolos sobre el carro de carga que su casero le alquilaba para que pudiera llevar sus cosas

taba lo suficientemente cerca como para golpearlo, así que no entendía qué había sucedido realmente e iba a comenzar a caminar de regreso, pero por pu

uede

edido. Estaba seguro que había sido aquel hombre el que había hecho aquello por la forma en la que se encontraba el hombre joven, éste se hallaba sentado con la espalda en la pared, llevaba una mordaza en la boca y las manos amarradas entre sí frente a él, la ropa rasgada, la piel cortada en diferentes equis que a veces creía que eran cruce

iera quedarse a dar declaraciones acerca de lo que estaba aún viendo, después de todo, todos creían ciegamente que los de su casta eran débiles y aunque había unos que sí lo eran, odiaba que los pusieran a todos en la misma bolsa. Se limpió las lágrimas antes de levantarse, sintiendo sus piernas temblar levemente mientras se sostenía del manubrio del carro de cargas y

nos picaban desde que observó aquella escena, poco a poco su respiración se desestabilizó aún más y no era por la carrera, era por el miedo que le recorría. Salió del ascensor hacia su apartamento y entró a este luego de abrir la puerta, prontamente se aseguró

ete y encendiendo las luces, agradecido de que todavía hubiera electricidad, para poder acomodar todo antes de sentarse para comenzar a pintar la nueva escena que esta vez había presenciado físicamente, la mano que sostenía la pal

arme... No lo soy... Fue, fue

de nuevo de pintura, era lo de menos, necesitaba terminar esa pintura antes de que la tormenta llegara; no era porque le tuviera miedo a los truenos ni nada de eso, era por el simple y llano hecho de que la luz se les era quitada para, según, ahorrar la energía en caso de necesitarla luego. Aunque no creía que sucediera na

el día siguiente puesto que sus nervios no lo dejarían siquiera acercarse a la puerta, debía calmarse, lo sabía, pero eso sólo pasaría cuando lograra terminar la pintura de aquel chico con todos l

echo, sus ojos escociendo por las lágrimas retenidas mientras un pensamiento c

sino sí ha visto

élula de su cuerpo, decidió que tendría que estar más al pendiente de las personas a su alrededor para saber de quién se trataba y si se detenía a pensar, ya tenía un sospechoso en mente y ese e

imas, quizás era un asesino ególatra, no estaba realmente seguro y tampoco le importaba, sólo

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