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Amantes secretos

Capítulo 3 Problemas

Palabras:4437    |    Actualizado en: 23/01/2024

astrándola de un brazo. Al estar en la

í igual —regañó—. Yo no quiero nada de tu hermano, ni siquiera me interesa y mucho menos soy

arme —pidió Diana—

que me has hecho pasar?, claro, como

se dirigió hasta las escaleras que comunicaban el

riculada y comenzó a pasar las hojas, mientras, Diana se dirigió a

o al ver a Emely bastante concentrada en la libreta, escribien

bajo con Diana

temáticas —respondió la joven

e en el año?

cla

Di

ca, creo que química también —respondió, miró a Ian—. Por favor, no digas

onrisa—, de todos modos, cuando pi

y so

es muy difícil que un estudiante en ese colegio repru

buena sobornan

oco —solt

n la contempló por un momento—. Algo m

ndo que ella me

on los exámenes finales. Diana había cambiado el nombre de Emely en el examen final de economía, por esa mala

debía alejarse de ella, pero por más que intentaba h

Ian, soltó una pequeña risa—.

conte

empre has querido

con la cabeza, sintién

que dijo Diana —soltó, sintiendo c

o Diana —replicó Ian y se sent

da a la libreta, se

ijo—, no debes darme n

zco, ¿no estoy hab

verlo y soltó una

—Emely comenzó a ne

n la contempló fijament

labras de Ian sonaron con mucho signific

eres para tu cumpleaños? —vol

a hasta el pasillo, allí venía Diana con

mero —puso una mano encima de las de Emely

ofundo y retuvo

e seguro recordará ese número, ¿verd

ó fuera de la sala, dejan

a— hice lo que pude

omenzar a beberlo con rapidez. El sabor del limón se sentía bastante fuerte y maltrató su garganta

preguntó Diana con una

antes que se le esfumara de la mente. Ella no era tonta, sabía que para algún momento le serviría tener

a vivienda. Tenía su rostro apoyado en sus manos mientras recostaba el peso de su cuerpo en los cod

anochecido, era raro que su madre no hubiera encendido las luces. El resto de las casas estaban iluminada

al saber que algo ma

respondió la mujer

oltó Emely—

hacer?, hoy hay que aguantarse los mosquitos. Lo que me preocupa es tu hermana, ¿cóm

s verdad, ella no puede estar aquí pasando hambre, además, ¿cómo va a soportar el calor y lo

co es que esté muy

nos días, sólo será el

mañana para ir al trabajo. Esta situación… —cubrió su boca con una mano temblorosa— qué vergüenza, la vecina me prestó eso… y… ahorita que termine de cocinar m

ó un nudo, pero sabía que debí

podrá ayudarme a buscar los de la venida, habla con ella para que se quede Noni con

verla—, ¿de qué vas a trab

a chica—, paso casi toda la tarde lim

n casa de familia —se negó la

eso n

l colegio sales a las tres de la tarde, ¿a qué hora vas a tra

udor cubrir su cuerpo, trataba de buscar el lado m

número que le había susurrado Ian a su oído, lo repetía una y otra vez hasta que se lo aprendió, pero lo hizo por el

a era el almuerzo, cuando la cocinera le pasaba el plato lleno de comida. Pero a la vez detestaba ese momento, le daba vergüenza, no quería que nadie notara s

nfesaba que la situación por la que pasaba su familia era terrible.

zo. Sin embargo, su estómago rugía y exigía que por lo menos le diera algún

s y ver a todos los estudiantes me

con un lapicero en sus manos que las ensuci

apas y una botella de gaseosa negra. Se sentó a su lado y

—, ¿por qué no aceptaste que Ian t

hablemos

o—. Pudiste ir a cine, de seguro él te habría comprado un montón de co

ero con el que jugaban sus manos

bolsa de papas y la ga

olteó a

ero —se

pupitre—. Creo que el desayuno me sentó mal —Diana dejó

s de su compañera, pero en aquella situación eso era mejor que nada, así que c

os temprano, cuando se acabe el de

ly, quien sintió sus esperanzas de co

tierra húmeda por las lluvias de esos días la volvía un lodo resbaladizo. Las casas era

cia al centro. Quien la recibió fue su prima, una chica cinco años mayor que ella con la que muy poco soci

ada para mí? —fue lo

sillón verde de cuero que tenía partes desgasta

la chica con

arme los pasajes

—dijo la chica sin dej

Emely—, que no se va

ceptó la

dea decirle a su madre que llevaría a su hermana con la plata que había ahorrado, cuando sólo le alcanzaba para un pasaje. El caminar hasta su casa era un infier

una migraña y su boca estaba seca por la deshidratación. Pero para su mala suerte, no llevaba ni l

s al detenerse en seco, sintiendo el nudo en su garganta crecer. Sentía que aq

etera principal botando aquel terrible resplandor y a su mente llegó lo que ella nunca pe

sa como ella, el mostrarse tan vulnerable ante una persona de

que dejar a su hermana en casa de su tía para que no pasara hambre hasta que su madre pudiera arreglar la situación, bueno; si era que podía, con tantas deudas, eso era casi impos

egada en una pared el letrero amarillo de “Minutos”. Había visto el letreo desde el poste y se

al acercarse

ercándose hasta el largo mesón hecho por refri

rden? —p

otaba que había visto que Emely no se enco

rle un pequeño favor —suplicó

asa? —i

. En serio, es sólo un minuto —explicó—. Es que me he quedado var

y buscó entre una cajita de madera a su derecha un celular antiguo, de esos de botones que estaba enrollado en

e marcara el número. Emely lo hizo rápi

el celular sonar, fueron dos timbradas y

Ha

—dijo

l, ¿con qu

, la amiga

e volvió más alegre—. ¿Ya pensaste en

rías dárm

pensó un momento— De

o, ¿podrías lle

tu c

venir? No tengo mucho tiempo

Le agradeció de todo corazón a la señora por haberle ayudado, la mujer se comportó muy bien con ella, de hecho, le dijo qu

a. Le había dicho a Ian que esperaría en un paradero de bus que estaba en frente de la tie

era, el hombre tenía puesto el casco que cubría por completo su rostro.

tó el casco y Emely pudo

serio y algo preocup

si hablaba soltaría el llanto. Quitó un mechón de cab

ando por un muy mal momento; los pies de la chica se veían llenos

—volvió a preg

jo Emely con voz quebrad

or

a mi hermanita donde mi tía —las lágrimas com

n— tranquila. No llores, su

ó a negar co

ha llegado aún a l

Emely, algo le decía que su problema no era

? —le preguntó—, dime, ta

en cualquier momento se desmayaría por la falta de energía? Era algo muy vergonzoso, y lo pe

to y se acercó a ella, se sentó a su lado de la banca metálica y la abr

ojeras grandes y se veía un poco más delgada a como la vio la última vez,

eguntó—, tal vez

vergüenza— mi mamá y yo estamos pasando por un muy mal mom

ido? —inquirió Ian preocupado—, ¿t

a pagar y me da mucho miedo pasar por ahí. Ayer se me acercó, me preguntó y cuando me quise ir, él me siguió por unas calles, hice que no

contado a

mi hermana donde mi tía porque como el tendero ya no nos fía, pues… —su voz se quebró— las cosas empeoraron. Yo quiero ayudar a mi mamá, pero no sé cómo. Hoy en la tarde ayudé a una v

ían a salir con más fuerza. No era capaz de ver a Ian al rostro, tenía demasiada vergüenza

grande que se obligaba a contarle todo, a él, que, como ella le dijo días antes, era un completo desconocido. ¿Pero cómo podría ayudar? Eme

oblema es de dinero, ¿cierto?, yo podría darte trabajo en uno de mis hotele

te preocupes, no te sientas o

se—. Realmente quiero ayudarte, déjame pensar. No te est

un rostro bastante apenado, pe

—, puede que yo no te dé trabaj

lvió a solt

cer nada. Lo único que puedo hacer cuando tengo tiempo es limpiar casas, pero nadie me deja fija por ser menor de edad, siempre me pone

grimas y volvió su mir

a, sólo tienes diecisé

es lo único que sé hace

entado dar c

or ser menor de edad, me utilizan. Como me

debe ser un g

ely y una debilidad la consumió. Siguió llorando en silencio, pero intentab

stás quedando? —p

Antes vivía allí, pero, cuando papá murió, mi mamá dijo que me quedara con e

o te ayudo? —

que ella quiso decirle con esa frase, sabía que la joven

que Emely se volvió a ruborizar—,

ly se levantó de la banquilla metál

era —pidió Ian—. Sí

la chica, podría traerle inconvenientes con la madre de la joven, que las personas pensaran que él hacía cosas raras con ella en su apartamento. De hecho

a en su rostro. Sus manos comenzaron a j

tó, aún con los ojos

a cierto, por encima del qué dirán, estaba Emely: u

saba si daba lástima, porque sabía que no podía tener orgullo cuando estuvo a punto de desmayarse del hambre. Aquel guisado estaba delicioso:

pensativo, uno que llevaba desde que él aceptó ayudarla. Ella no quería preguntarle la razón, necesitaba el tra

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1 Capítulo 1 Antes de Ian2 Capítulo 2 Una vida a tu lado3 Capítulo 3 Problemas4 Capítulo 4 Conociéndose5 Capítulo 5 Secretos6 Capítulo 6 Corazón7 Capítulo 7 Graduación8 Capítulo 8 Celebración 9 Capítulo 9 Amigos íntimos10 Capítulo 10 Los ojos de Luciano11 Capítulo 11 Primeras impresiones12 Capítulo 12 Seducción13 Capítulo 13 Siempre a tu lado14 Capítulo 14 El novio perfecto15 Capítulo 15 Más allá del amor16 Capítulo 16 Pasiones ocultas17 Capítulo 17 Amistades18 Capítulo 18 Viviendo a su lado19 Capítulo 19 Entre Ian y Luciano20 Capítulo 20 Tiempo21 Capítulo 21 Independencia22 Capítulo 22 Fantasía23 Capítulo 23 Velada24 Capítulo 24 Discusiones25 Capítulo 25 La vida después de Ian26 Capítulo 26 La vida antes de Emely27 Capítulo 27 Apariencias28 Capítulo 28 Por tu amor29 Capítulo 29 Anhelo30 Capítulo 30 Inseguridades31 Capítulo 31 La vida sin Emely32 Capítulo 32 Amor de mis recuerdos33 Capítulo 33 Bocanada de alivio34 Capítulo 34 Caminos entrelazados35 Capítulo 35 Recuerdos de una vida agridulce36 Capítulo 36 Amarga realidad37 Capítulo 37 Mi corazón en tus manos38 Capítulo 38 Casualidades39 Capítulo 39 Nostalgia40 Capítulo 40 La vida después de Luciano41 Capítulo 41 Una etapa en la vida llamada arrepentimiento42 Capítulo 42 Una palabra tuya43 Capítulo 43 Cómo te va, amor44 Capítulo 44 Entre tu vida y la mía45 Capítulo 45 Esperanza46 Capítulo 46 Tu vida en la mía47 Capítulo 47 Amor de mis amores48 Capítulo 48 Sentimientos 49 Capítulo 49 La nueva vida con él50 Capítulo 50 Relaciones 51 Capítulo 51 Sí, acepto52 Capítulo 52 Por siempre juntos