Amantes secretos
tado con hojas arrugas, buscó la cuenta entre el montón de números y tachones, hasta llegar a una suma bastante extens
hacía falta la cartu
la joven—, ¿no tiene m
e yo no v
, su esp
un bufido y alzó la m
fía —aclaró de mala gana—.
e ruborizaron en gran manera y sentía un im
a por aquí, que vea cómo come en estos días —gruñó el ho
or —acep
quedad y observó fijamente a Emel
te dije —agregó y
o viera el rostro de aquel hombre y, además, no tuviera a la vista
io invadir su cuerpo. Aparte del sonido de los carros que pasaban a gran velocidad, se escuchaba el cántico de los sapos y
astante tranquila y trataba de hacerla larga y duradera, no le gustaba estar en su casa
pidez y el nudo en su garganta la torturaba. Caminaba con pasos muy corto
re la recibió dándole manot
culcó—, ¿y la bolsa de leche?, ¡también falta el queso!, ¡tampoco trajiste la cartulin
principal, teniendo a sus espaldas la ca
gañar—, ¡¿qué vamos a almorzar?,
pregunté por la cartulina y los marcado
a tonta, estúpida, ¿cómo vas a hacer mañana?, de seguro no dijiste nada,
de madera de la sala, comenzó a camina
mely—, ese hombre no quiere fiar,
voy a
o sabe, sabe bien que no puedes pagarle tanto y por eso no quiere soltar más comid
le?!, ¡ya le dije q
deja de enviarme, yo no qu
mujer se abalanzó a ella y comenzó
do de cubrirse con sus m
El aire que entraba por la ventana de madera pintada de marrón en l
iforme y llevaba su cabello recogido como cola de caballo. En su hombro d
e hielo en la cocina para después echarlo en el j
chas dificultades para poder sostener a sus dos hijas, las deudas superaban tres veces el su
venido? —pre
N
, lo dejó sobre la mesa—; si trajera siempre el mes, podría pagar sin problema la tienda. ¿Cómo voy a hacer con los servicios?, si no pa
arece por aquí. ¿Sabes qué
é te
buscar otro marido, pue
l!, ¿y no le
colg
, ¡debiste grita
os, se sentó en una silla y dejó
Si al final termino pagando las cuentas de la casa, endeudándome y ellos con otras viejas, olvidándose que tienen hijos. Los hombres de ahora ya no sirven —soltó un suspiro de amargura—. Al me
buelo fue bueno con mi
¿cómo quedó mi mamá?, ¿no t
da hasta el plato
sirvió en su momento a mi mamá —
odando los pupitres con ellos. El día era gris, obligando a los profes
o largo, liso y negro, se acercó a E
os en grupo
ó a negar co
nada —re
ro y se sentó en un pu
e grande —dijo—, p
a Diana, la herm
guntó Diana—, podemos hacerlo juntas, de paso me explicas,
so rosado, lo abrió y sacó una caja de marcadores nuevos. Rápidamente lleg
a la chica—, corta la cartulina, a mí
acto y con ayuda de Diana expandió la car
ó a contar Diana—. Terminó discutiendo con mi papá y él
o? —pregu
sto ¿no crees? Después de llegar de arrimado, hacernos la vida un infierno, es lo más conveniente. A él le sobra el dinero y es dueño de varios hoteles, qué envidia. El muy
quien te
de cerveza —Diana desplegó una sonr
tré en la
no la había en la tienda y que para esa hora ya era ta
e ruborizaron y una gra
que es —soltó Diana—. Oye, Emely, si lo encuent
te ocurre
que no te gusta la idea?, sabe
hizo un puchero—, además, no se
se nota que
¿
ana se emocionó— por eso te digo que podrías sacarle algo bueno. Ven hoy a mi casa a hacer el trabajo de matemáticas, él estará ahí empaca
o voy a hacer eso
rtunidad como esta? —Bufó Diana—, ¿no quieres
da si le pido a tu h
por favor. ¿Recuerdas cuando le quitamos al
stidio y después comenzó
blas con él y haces que te invite a salir —dijo Diana—. Y como
a que aceptaba hacer trabajos con esa chica. Desde que había conocido a Iván,
a —informó Diana—, esa
erminado? —in
n, sabes que e
la casa de Emely, así que debía caminar bastante, lo bueno era que es
as amplias y enrejadas, fachadas impecables con carros parqueados frente a ellas. Algunos perros d
s y un jardín un poco descuidado. Había una Toyota Prado último modelo de color negro parquea
an. Tenía un semblante algo furioso. El joven cerró la puerta del vehíc
y —sa
ella con una voz
ro, ¿la llamo? —i
preocupes —dijo Emely
e Diana ya te l
a mañana —confesó la
ismosa —soltó Ian—, todo l
ante, no te
ó la ca
completo, algo que h
er eso —soltó e
mi hermana, d
rtulina
irla con su amiga —
y vio a Ian conversando con E
ana caminando hasta dond
amablemente y después se salud
da lejos —in
ly le sirvió la cartulina. ¿Verdad, Emely? No
e rojo por la vergüenza, quería que
en —dij
mingo —informó Dian
—pidió
cumpleaños es que uno puede recibir regalos,
mely odiaba eso. Odiaba verse interesada. Odiaba que las personas se enterar