Secretos Nuestros
me entrar... Por favor - rogaba Abigail sintiendo como se de
no obtenía respuesta alguna. Sabía que Emanuel se encontraba allí, eso era innegable
ritar congestionada por la angustia, esta vez, golpea
ta obesa y deforme como un monstruo acechante en la ventana que daba a la casa, la desesperó aun más. Sabía que esa vieja arpía
más mínimo. Nadie vendría a ayudarla. Si, eso era verdad, nadie vendría y, si de ser el caso, alguien se atreviese a husmear en la ventana
de todas formas, sabía muy bien que no obtendría resultados. A ese hombre le gustaba ve
tado de la calle, a escasos centímetros de la parada de autobuses. Y así se quedó, en silencio. Su mente era un amasijo de pensamientos sin formas. Preguntas de las cuales, la mayoría no
tan mal en su vida para pagar
o quizás no
nzado toda aquel to
cuando ella había puesto su firma en aquella acta matrimonial. Pero, para su desgracia, te
odo que todo comen
el día que él le había sido infiel, solo porque ella no quería acostarse con él, dado a que qu
veces su esposo la había dejado en la calle y
lo ¡Fueron tantas veces que ya no se acordaba! Ni
lo querí
pertar n
las lágrimas que contenía sin saber como, Abigaíl, se p
ía permitiendo que
conocer la respuesta. Sin embargo, no podía negar que no tenía senti
nde iré? ¿Y los nenes?
erdad, no era que volviera por puro gusto. Por el contrario, si lo hacía, lamentablemente, era por sus hijos. Pero, no tenía sentido preguntarse tanto esa cuestión. Ya vería
onductor, suplicándole con la mirada. Para su suerte, el chófer la dejó pasar. Si a fin de cuentas, el único inconveniente que podía llegar a tener ese tipo era que si en el hipotético cas
r haciendo yo de no ser por ese tarado que no me deja entrar en
rera de veinticinco años, era el pecado imperdonable de haber recibido un mensaje de un hombre mucho más apuesto y en, aparentemente, mejor estado de conservación que el de su esp
nicado una mujer casada como ella. Si lo pensaba bien, toda esa situación era indignante y se la tenía bien merecida ¿Cómo si
ver que, ese hombre con el que ella se comunicaba muy a menudo, vivía a más de quinientos kilómetros de distancia de la ciudad de La Plata, donde ella se encontraba. Menos aun, se hab
electrónica y un paquete insignificante de cigarros, más el encendedor. Todo lo demás, documentos e hijos incluídos, quedaron allí, con ese maldito en
que tenía dos llamadas perdidas de su primo, ese pob
para ella no sería apagar el celular. A decir verdad, no quería hablar del tema con nadie en absoluto y mucho menos con ese hombre. No porque le guardara rencor, nada más fuera de la realidad. Sino porque
inseparables de niños! Aunque por, motivos que ella no sabía, estuvieron años manteniéndose separados y sin contacto
, en ese tema de insistir, él no había cambiado ni un poco. Seguía siendo el mismo obstinado de s
Procurando en lo posible de que su voz no de
respondía con evidentes signos de preocupación en la voz -¿No te hizo
rtarla, logró que ella se rompiera e inevitablemente llorara a moco tendido. De esa forma tan patética, ella le contó
Le contó como la amenazó con la cuchilla de trozar el pollo para asegurarse de que no le mentía y, como no se había quedado conforme, pues el resultado seguía
que Gastón fuera a buscarlos. Le repitió hasta el hartazgo que en ese momento ella se encontraba yendo a la casa de su mamá y que de ahí iría a buscar a sus hijos para llevárselo
ver! Con mi mamá no podemos estar, ya la pasé. Le va a querer meter miedo a mi vieja. La última vez casi la m4ta de un infarto con
nductor del autobús, no se tomaba el más mínimo trabajo de disimular las miradas que le daba. Esas miradas le dolían, porque eran parecidas a las que le dirigían ca
on él. Así que no te q
e doliera, esa amiga estaba en lo correcto ¿Como se podía dar el lujo de quejarse y llora
tener a sus hijos! No tenía ni la secundaria terminada... Ella no tenía nada ¡Nada en absoluto!¿Cómo nadie se daba cuenta de eso? ¡Ella no ten
lamaba con algo parecido a la timidez, aunque en
no quería preocuparlo ¿Qué ganaba con eso? ¡Si ella se encontraba en
? ¿Acaso estaba tan loca cómo para esperar que él, mágicamente, la salvara de todos sus problemas, tal cual como lo
lo que se limpiaba las lágrimas con la punta de l
de la tía... Andá directo a la terminal de autobuses de larga distancia, sacá pasajes hasta la terminal de Santa Fé capital... y ¡Por favor ! No te olvides de llamarme para avisarme del horario en el q
ugar en su casa. Él, quien sabía de las veces que ella había vuelto con ese hombre, no le decía que dejase de quejarse, por el c
mpre buscaba ayudarla con todo lo que tuviera a la mano. Aun si esa intromisión de su parte, significaba meterse él mismo
r lo que él le decía, casi como si una verdad absoluta. Pero, había algo que la frenaba. Un par de co
llá?- le preguntó en un susurro monocorde tal que no
o. De esta forma, ella supo que él acababa de encender un cigarro. Tal lo visto, ese hombre no podía dejar
escuchó que le pedía con
n su lugar de trabajo, fumando ese cigarrillo con los ojos entornados y la actitud de a quien nada lo pudiese llegar a perturbar. No le sorprendía esa imagen
irecta - y ¿Cómo cuánto crees que tardarás en ir a buscarlos y acercarte a la terminal? Así te compro yo los pasajes. Si queres,
sistiendo en ayudarla! Y, aun así ¿Por qué no se sentía bien al escucharlo?¿Por qué tenía tanta angustia? ¿Por qué seguía buscando
intentó
la paciencia - ¡Pero! Grábate esto y muy bien para que no se te olvide: Ni de broma creas que te dejaré quedarte allí. No puedo hacer más desde donde estoy, sino, lo haría. Pero, da la casualidad que tengo un departamento de cuatro habitaciones, en donde pueden estar tus hijos tranquilos. Dinero no falta, hasta podría decir que
n embargo, la llamada no finalizó allí. Él seguía del otro lado de la línea. Él la esperaba,
ó ella y eso fue todo lo que él ne