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Secretos Nuestros

Capítulo 4 Traumas emocionales

Palabras:3050    |    Actualizado en: 09/01/2024

ara. - Yo podré gastar a manos llenas por vos, que no te quepa la menor duda... Pero, siempre que ese gasto sea para que vos estés me

leta idiota. O tal vez, solo fuera el simple hecho de que no sabía como reaccionar a aquello. Porque, si de algo había que darle la razón a ese hombre de cabello largo y bordó que la miraba con toda seriedad era que: viendo la posibilidad que él le daba de rehacer su vida más de poder tener a sus hijos con ella sin nec

, la propuesta de ella a volverse a Buenos Aires, no le había molestado realmente, por el contrario, le había preocupado. Realmente, esa sugerencia había des

estaba ocurriendo, todo aquello era una gran marea de sentimientos y emociones que ellos necesitaban digerir y canal

lo que encendía la luz dejando que ella viera la espaciosa y cómoda habitación que le hab

pa interior y zapatillas. Abigaíl miró todo eso con asombro. Recordaba perfectamente bien que él le había dicho que le conseguiría un par d

ndió mirando con mucho interés un par de blusas muy eleg

nte y sedosa que parecía ser agua en sus manos. Tenía el escote plano a hombros descubiertos y los bordes de las mangas anchas adornado en finos bordado

demos cambiar -insistió en lo que la veía ext

de elegir a conciencia cada prenda que había comprado. Realmente, él no tenía ni la más mínima idea de cuánto dinero había gastado en ese día. Pero tampoco era algo que le i

haciendo una mueca de profundo terror.-

era justamente la incomodidad ante los gastos "innecesarios", llegando a sentir culpa por eso. Se encogió de hombros e

tase en su cajón - pero, no importa eso, en serio. Las que te guste, te las quedas. Las que no, me avisas y vamos a devolverlas o cambiarlas por algo de tu gusto... Ahora... ¿Me dis

do. Sin embargo, al escucharlo decir que la dejaría sola un momento, sintió miedo sin razón aparente. Era como si sintiera que la estaba abandonando a su su

oder ocultar la angustia que crecía en su

tuvo que pasar, era normal que, para ella, él fuera algo así como "una madera de deriva para un náufrago" y por eso se resistía a dejarlo ir. Quiz

sentirme tan... Angustiado... Espacio pa

logo. Solo era una simple persona a la que ella conocía como "primo". Un título de parentesco que, a decir verdad, tampoco era real. No, solo había sido un hombre criado en la infancia por el tío de ella

cuadras, no tardaré mucho, te lo prometo, Bonita...- intentó explicarse mientra

que probable ella estaría intentando reprimir algún tipo de emoción. O, también cabía la posibilidad

me quiero quedar sola?- le confesó mientras bajaba la mano junto con

mejor para ella. Era lo que necesitaba, exteriorizar sus pensamientos para

necesidad de protegerla y quitarle de cualquier forma todo ese malestar que la envolvía. Miró a u

con bañera incluida. Incluso tiene hidromasaje...-

y mirar hacia la dirección en la que él le señalaba. La vio acercarse al baño e incluso creyó que estaba ganando su pase de escapato

hó preguntarle de golpe en lo que se da

arse cuenta de lo que proponía. Esteban recordó que, de niños, ellos solían bañarse juntos. De niños, cuando

ar ropa interior puesta, porque esta se podía quitar con facilidad de la que creían. Además, ya no estaba la tía Maru para vigilarlos

o sería lo correcto. No confíaba en él. Lo que era aun peor, era que ella no se encontraba en la posibilidad de frenarlo cuando él no pudiera hacerlo, ya que no se negaría con tal de tenerlo a s

al más grande y hábil de los albañiles de la ciudad que él profería entre dientes en ese mome

stamente lo más caro que él había comprado. La vio incluso sacar la ropa interior más sugerente y cara posible. Eso último, él debía reconocer que fue un muy buen go

reguntó susurrándole al oído con toda suavida

e cuando él aprovechó para girar las cosas a sus favor. Aunque solo esperaba que estas realmente f

tomó su barbilla, para que lo viera a la cara, dándose cuenta que lo miraba entre incrédula y expe

miraba en silencio el cielo raso, con expresión ausente retraído en sus propios pensamientos. Mientras que Abigaíl se había quedado sin habla y s

engo que demostrarte con más evidencia que esto no

e y se encerró en el baño, dejándolo solo en la habitación. Al ver eso, Esteban sintió cierto aliv

contrario, eso lo angustiaba un poco. Se incorporó sobre la cama y miró en dirección

necesitas llamarme...- le dijo después de dar u

par de cuadras de su casa. De modo que fue caminando para tomar algo de aire y

ndió con amable confianza la voz de un hombre mayor, su psicólogo. - ¿Hay algo de

ios de madera, se preguntó cómo comenzar todo lo que en ese momento pasaba por su mente. Es que eran tantas cosas que no lograba ponerle un ord

desaparecía en la noche-... Pero, veo que la cosa es aun más compleja de lo que creí al pr

onales del área de psicología insistía en que no se tomaran los casos de parientes o personas con las que tenían otros tipos de vínculos. Dicho sea, él no debería seguir siend

experiencia lo había vivido antes -... Pero, en este caso, Esteban, te recomiendo que no quieras ayudarla más de lo que ella se deja. Tampoco serviría de nada obligarla a nada

sintió miedo e hizo como si yo no existiera, para luego decirme que lo mejor sería que le pagase el pasaje para volver a Buenos Aires y al recibir una negativa de mi parte ¿O sea? ¡Ni de joda le pago para que vuelva a lo mismo! Ella me volvió a ignorar, mejor dicho así lo sentí yo, porque en amén a la verdad, la loca esta se encerró en si misma. En fin, cuando le dije que ya volvía que iría a comprar algo para comer intentó por todos los medios disuadirme y, como no lo consig

o al menos encontrar una pequeña respuesta para salir del paso en lo que se veía realmente lo que pudiera llegar a ocurrir. Con toda desesperación, esperaba q

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