Sacrificio - Saga Necesitamos el quinto elemento - Libro 2
en el cual me encuentro. Siento que sus comentarios eran dirigidos a mí. He recibido cuidados por meses,
cómo me llamaba, no había recuerdos ni nosotros de personas conocidas. No tenía nada ni a nadie, era incómodo no saber quién eres, y daba impotencia ni siquier
e, si las personas escucharan mis groserías y pensamientos, me habrían desconectado. No sé si era correcto, ético o un desahogo por no sabe
s libros narrados por ese sacerdote lo había leído. Desde que empezaba con el primer capítulo ya sabía la historia. Eso quiere decir mi agrado por la le
ar cien años de soledad de Gabriel García Márquez. En las tardes leía en voz alta el periódico. Debía enc
lanzando groserías a la nada, porque ni puedo hablar. Después pido perdón
z viene a visitarme? -Era extraño, sabía los horarios de todos los enfermeros que me atendían. -Lo saludaro
me hacían sentir como si fuera un trofeo, era una exhibición-. No sabemos su nombre, cuando lo enco
abandonado y por eso me enc
o susurro-. Puede ser un drogadicto o asesino, no lo sabemos. -¡No soy nada de
dos, dan como resulta
-cortó
dejémoslo en que e
guardián. -¿De qué habl
radezco,
anecido desde mi regreso a la consciencia, frustrado por saber ¿
etrante tanto que asfixiaba. Comencé a moverme sin poder controlarme, no podía respirar p
de Dios! -habl
por consiguiente. Muchas gracias por el milagro otorg
cargaba de atenderme. Por fin logré respirar, esa la mezcla puesta en la frente penetr
ndo-. ¡Sujétenlo! -Unos pitos perforaron mis oídos, hacían que me r
me pareció glorioso, luego de tantos mese ese sabor fue revitalizante. Debe de ser normal después de haber estado tanto tiempo inconsciente
lato más? -pre
a fue suficient
e Dios que me fue muy natural
e llamas
u cabeza lucía una calvicie anticipada, porque no debe tener más de cuarenta años,
en la cama pegando la e
s nada? -arru
decidí acosta
Na
imagen de Jesús en la cabecera, caminó
cias tuyas? -enfatizó las últimas palabras, negué-. Bueno, no sé si te interesa este ofrecimient
con agradecimiento, alzó una de sus cejas-. Es usted la persona que más se asemeja a un familiar, le agradezco por su dedicación para
vendré por ti. Y no es un monasterio, estarás en la orden de la Madre tierra. -Su
-Fue mi