INVASIÓN SANGRE Y OLVIDO
s que no hay nada que no tenga un precio, así que antes de luchar más vale que pienses lo que quieres perder. A
la cuna con el ceño fruncido. No le gustaba esa criatura. Le había practicado cuantas pruebas se le vino a la mente, no existía du
del infante, había crecido considerablemente estos últimos meses, llevaba el cabello largo de un café intenso. Su piel blanca como las p
dió espantar esos pensamientos y bajando las piernas de la mesa, levantó la vista al reloj, solo para darse cuenta que las manecillas marcaban
moró, pero lo que observó al regresar al pequeño cuarto, hizo que el biberón cayera a sus pies, donde un enorme charco blanco abrazó sus tenis favo
igilancia y una alarma, para el peor de los casos. Tara sin duda consideraba que lo que estaba presenciando era el peor de los casos. Casi sin moverse, y con miedo a respirar, la doctora aguard
liviando un poco su miedo. La puerta se abrió y la figura
─exclamó Steve con la v
El cabello café ahora le caía a la altura de los hombros. Sus ojos, antes del mismo color de su pelo, ah
rtamudeó David, dando con ca
nciar las palabras. Todo el cuerpo de David le gritaba que desenvainara su espada y le cortara la cabeza. Pero, no podía. Lo que tenía en frente era un niño, sus ojos no est
untó Jenkins, con ganas de preg
un humano regular. Y ahora que lo detallaba bien, David se percató que las orejas del chico eran algo más puntiagudas, sin
guda e infantil. ──. Me tienes miedo, porque no s
ero el pequeño lo interrumpió antes de
No sé cómo,
mano reposara en la empuñadura de la espada que en su cinturón. Sin embargo, el niño seguía avanzando con los ojos amarillos fijos en él.
mis hermanos, antes de
s hombres inútiles. Burócratas, que solo se sientan a esperar que las cosas estén hechas. No, ella no era así. Sabía muy bien que, para conseguir los mejores resultados, tenía que ensuciarse sus manos. Y con el transcurrir de los años, aquellas manos carentes de toda delicadeza, se habían manchado de sangre inocente incontables veces.
puerta de su despacho. Había dado la orden de no ser interrumpida, y aquí estaba ese niño hacien
dime que pasó── Respondió la mujer cerrando
ala B. En relación a los bebés. Sol
s criaturas salidas del mismísimo infierno le rebanara el cuello. Eran el recurso más importante con el que contaban, sin mencionar que los demás experimentos no habían sido si no un fr
las, flotando en un líquido blanco varios fetos. Uno en cada compartimiento. Al fondo, una habitación aparte, las tres cunas de los bebés. Hacia allá se dirigía Alana a paso firme. Pasó la tarjeta por otra ranura, nuevamente el bo
sí. Jeremías, le había hablado de los posibles efectos en el crecimien
la primera cuna, donde un niño de cabellos negros la mir
mbres detrás de ella──. Se encuentra en uno de los c
que a la vez la miraban fijamente a ella. Sin duda, los co
tran? ──inquirió la mujer
─
arían de ser su responsabilidad, pasarán a ser entrenados y estudiados. Por algun
aremos daño, cuidaremos de ustedes,
se disponía a salir en compañía de los aterrados doc
──Le preguntó con los escalofr
posible que tuvieran conciencia de aquello? si les decía que estaba muerto ¿sabrán q
quí, pero l
rápidamente por la puerta y salió seguida de los tres homb
gún incidente, no sabemos cuáles son sus habilidad
dera sacó una botella de Whiskey y se sirvió un vaso. Tomó el líquido de a sorbos. Hacía ya más de quince años que el mundo cambió, ella tenía solo dieciséis años la noche que todo empezó