Pobre pero multimillonaria
Autor: CANDE MANOS
GéneroRomance
Pobre pero multimillonaria
Annabel se apartó con una sonrisa falsa.
Cathy perdió el control. "¡Tú, pueblerina! ¡Alto ahí! No he terminado de hablar. ¡Déjame decirte que Rupert nunca se casará contigo!".
En ese momento, él salió de la habitación.
"Emm... Rupert...", tartamudeó Cathy mientras retrocedía con miedo.
El hombre tenía el rostro oscurecido. Era obvio que estaba enojado, por lo que ella no se atrevía a decir nada más.
Annabel le pidió a una criada que la llevara a su habitación, desempacó sus pertenencias y luego bajó a desayunar.
Erica, Cathy y Rupert ya estaban en la mesa del comedor.
En cuanto Annabel se sentó, Erica empezó a criticarla. "¿No te enseñaron modales? No solo te levantaste tarde, sino que tampoco te tomaste la molestia de preparar el desayuno. ¿Crees que ya eres la dueña de esta casa?".
Annabel se volvió hacia ella. "No soy una sirvienta", contestó rotundamente.
No pensaba prepararle el desayuno a esa familia.
Aunque Rupert permanecía callado durante la discusión, era evidente que tampoco le gustaba Annabel.
El ambiente era tan tenso que la mayor parte del tiempo comieron en silencio. Después del desayuno, Erica le entregó una tarjeta bancaria a Annabel.
"Aquí hay unos cinco mil dólares. Cómprate ropa decente antes de que vayas a la empresa. Recuerda que debes portarte bien. No le causes ningún problema a Rupert".
Para que la relación de ambos mejorara, Bruce propuso que Annabel trabajara en la empresa como secretaria de Rupert. Leonard Hewitt, el abuelo de Annabel, estuvo de acuerdo inmediatamente. Ella tampoco se negó, ya que solo sería temporal.
No pensaba que su nuevo empleo fuera para tanto, ¡pero sí su tarjeta bancaria! Era evidente que Erica la menospreciaba. "Gracias, pero no", respondió con sarcasmo.
No creía que hubiera nada de malo con su ropa, pues había sido confeccionada especialmente para ella. Por eso los Benton pensaban que no era ropa de diseñador. Sin esperar a que Erica o alguna otra persona respondiera, subió las escaleras para alistarse e irse a trabajar.
Acababa de entrar a su habitación cuando sonó su teléfono. Era una notificación del banco. Cincuenta millones de dólares habían sido transferidos a su cuenta.
Luego, recibió un mensaje de texto de Leonard.
"Querida, espero que te estén tratando bien. Transferí dinero a tu cuenta para que compres lo que quieras. No olvides informarme si alguien te intimida. Te amo".
"No soy feliz aquí, abuelo", respondió ella sonriendo. "Me están intimidando y no es gracioso".
"Me alegra", respondió Leonard casi de inmediato. "Bueno, ahora me iré a pescar. Hablamos más tarde".
Annabel no podía creerlo.
Con un suspiro, se puso un traje profesional y salió de la casa. El conductor le abrió la puerta; y en cuanto se subió al auto, descubrió que Rupert también estaba adentro.
"¿No dijiste que no estabas interesada en mí? ¿Por qué aceptaste trabajar como mi secretaria?". Su encantadora voz sonaba irónica. También había una sonrisa en las comisuras de sus labios.
"No te hagas ideas ridículas solo porque acepté. Le prometí a mi abuelo que me quedaría durante tres meses. Una vez que expire el plazo, anularemos el compromiso", respondió Annabel con una mirada indiferente.
"¿Eh?", murmuró Rupert burlonamente. "¿No te preocupa enamorarte de mí en los próximos tres meses? Apuesto a que no querrás irte".
Annabel lanzó una risa.
"¡Qué gracioso, Rupert! Claramente tienes un ego muy grande. Para tu información, yo jamás me enamoraré de ti. Bájate del pony".
Annabel sabía que él era guapo, pero no le importaba. Tenía ese carácter repulsivo que ella odiaba en los hombres.
Rupert puso una cara larga.
¿Jamás se enamoraría de él?
"Ya lo veremos, Annabel. ¡No olvides lo que acabas de decir!".
Pensaba que ella se estaba haciendo la difícil. ¿Por qué venía a su casa si no sentía nada por él ni quería ser su esposa?
"Está bien, lo tendré en cuenta", coincidió Annabel con una sonrisa. "No te preocupes, en tres meses, nos iremos por caminos separados. Por cierto, en la empresa, tenemos que fingir que no nos conocemos. No quiero dramas innecesarios".
Rupert se mantuvo callado.
Sin embargo, Annabel no sabía que sería imposible evitar el drama en el trabajo. La noticia del compromiso de Rupert ya se había extendido como pólvora. Todos sabían que su prometida venía del campo.
Los empleados del Grupo Benton estaban en una acalorada discusión.
"Chicos, ¿han escuchado la última noticia? La prometida del señor Benton trabajará aquí. ¡Será su secretaria!".
"¡Oh, Dios mío! Escuché que es fea y que viene del campo. Como es pobre, debe haber estudiado en una mala universidad. ¿Podrá siquiera entender los documentos?".
"¡Ja, ja! ¡Repite eso! Yo creo que ni siquiera podrá operar una computadora".
Pero los chismosos se callaron en cuanto llegó Rupert con Annabel. Todos se quedaron boquiabiertos mientras los observaban.