Entre corazones y contratos
contraba infeliz con la situación, pero debía actuar como si todo estuviese saliendo de maravilla. Debía mantener la fachada lo más que podía o por lo menos hasta que asegurara el fut
rgulloso –le dijo el anciano mientras convers
l señor Lombardo le contaba durante sus regulares visitas le confirmaron que sí se conocían. Quizás no habían sido los mejores amigos, pero si estaba segura de que habían mantenido una buena relación durante años. De hecho, E
poco cambiaron. Ella sabía que el señor Lombardo estaba pendiente de todo lo que ocurría en el matrimonio, por lo que deb
tía un gran aprecio por la chica. Poco a poco se dio cuenta de que era tan maravillosa como su amigo le había contado y se sentía muy feliz de que ahora fuese la esposa de su nieto. No podrí
os obligaba a convivir juntos o que ambos tuviesen que aparentar que eran felices, por lo que debía haber una razón para que Rebecca no dijera nada y a él no le importaba realmente cuál era, solo le interesaba que su abuelo estuviese feliz y así
ible para asegurarle que ambos eran felices y que en su intimidad, todo iba bien. Rebecca sabía que su negocio familiar dependía de ello, por lo que mantuvo su fachada hasta el final. Sin embargo, llegó un punto en el que la chica ya no podía sop
ar –le dijo a Joseph
rrido? –preguntó el ancian
a nunca le había comentado nada malo sobre el matrimonio sin importar que tanto se extendieran sus conversaciones
Joseph con rabia apoyando los brazos sobre el bastón mientr
ltimamente Joseph –quiso expl
irándola para luego voltear, una vez más, hacia otro lado. La chica dejó escapar una pequeñ
lo lamento, pero ya no puedo con esto. Yo quiero ser feliz
una joven como tú. Pero quiero que seas feliz. Estos años contigo he aprendido a quererte como otra nieta más
icitaré la demanda de divorcio. Por favor,
ca era que el anciano no se quedaría de brazos cruzados. Apenas salió de la villa pidió que le enviaran a una empleada doméstica, esta debía ir con Luciano e infor