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Esposa de mi jefe.

Capítulo 3 3

Palabras:4475    |    Actualizado en: 07/02/2023

ítu

e mi cama, mi cabeza da vueltas, siento que no he dormido nada, tomo mi celular sobre mi mesa de noche, número desconocido otra vez,

as —digo a

ta una voz de varón, ese es

froto mis ojos, n

erson decidió adelantar su vuelo, nos acaban de avisar que está

observo que faltan 40 minutos

, ignorando el dolor punzante de mi cabeza corro

contré por ahí y unas plataformas que encontré a la vista, busco entre todo el desorden de mi armario solo un pantalón

a con vuelos medievales, pero muy mírame todo para mi gusto, mi sostén se vería completo, y como que, para conocer al anciano de tu jefe, mejor no. Por gracia u obra maestra de un ser supremo encuentro una blusa blanc

é es esto? ¿Un simulacro en caso de terremotos?

verter un poco de café dentro de una pequeña taza, el hombre rubio que me entrevistó la toma

r, por favor, sígueme para qu

erto el montón de palabras y siento que mi cabeza da mil vueltas, levanto la mirada y observo a todos los empleados con los nervios a flor de piel, debe ser el

e saludo, sigo viendo los jodidos papeles. ¿Es

, aún sin levantar la mirada.

señorita —¡Ah! ¡Genial! Y a

mi vista de los papeles y lo primero que veo son sus zapatillas, finas y relucientes, podría usarlas como espejo para poner mi l

es Alexandra Carlin,

que irradia poder y autoridad con solo verlo, sus cejas negras hacen aún más dramática su mirada, sus ojos no son muy grandes, tiene una perfecta nariz y labios rosados. ¿Cómo es posible? ¿Este hombre apuesto es mi jefe? No tiene ni treinta años puedo apostar, miro a todas

a a los ojos, da la vuelta y se va, me quedo ahí con la mano estrechad

nsidérate despedida —¿¡Qué!? Me da un lápiz y continúa su camino tras él a paso rápido, lo único a manos qu

llama a Kevin y dile que necesito la sesión fotográfica para hoy —Clarkson, ahora Kevin, no sé ni quién es Kevin, conozco tres Kevin, un excompañero de la universidad, un vecino

utelosa hago la pregunta que por

la puerta de la que creo es su oficina, abre sus preciosos labios solo para mencionar 19

veces, si no tienes todo eso p

u jefe, necesitas el empleo, necesi

eras su café —David, el salvado

do que puedo hasta la bendita cafetería repitiéndome una y o

irroja del día de la entrevista, se voltea hacia mí revolviendo

o —¡Bendita mujer!

n fuerte y varonil que se escucha del otro lado, cómo odio esa voz, abro la puerta y ahí está con un señor ma

tográfica, una cosa menos que tienes que hacer

e inmediatamente lo

ay

fijamente con cara de ira que in

s, llévenme ahora o mat

a en la cafetería me dij

e despiden por ese monstr

a, por favor, dile a David que venga, espero hagas el resto de tus tareas bien sin ser influida

nfante posible, si mi trabajo no estuviera en juego la agarro de las greñas y la arrastro

iciste...?—. Pregúntele a su asistente —digo, antes de que pueda articular una palabra volviendo a ver a An

vido respirar en algunos momentos, mucho más con Satanás Anderson pr

dea de vivir debajo de un puente suena geni

e terminar todas mis tareas del día, no se

no lo soporto, voy a renunciar —camino de un lado a otr

abajo, recuerda que es una revista de prestigio,

s castaños de Natalie brillan mient

eflejado a Hitler en él cualquier belleza física es borrada. ¿Cómo es que es el dueño de esa revista? No me imagino a alguien de unos veintisiete

y dejaría a cargo a su hijo mayor —toma un sorbo de su té y sigue revolviéndolo con la cucharita—. Esa persona desagradable para la que trabajas hizo crecer mucho más la revista en dos años a cargo, antes no era ni la mit

nos instantes frunciendo el

o desgraciado—. Ah, y fracasé desde mi primer día,

me mira

tro hasta un callejón si

aconsejar, al menos me hizo olvidar la d

o, caminando hacia mi cuarto. Tengo que

-

quienes trabajo, ya hasta estoy aprendiendo mi rutina de memoria, gracias a Dios no me ha tocado li

.m. Me levanto de golpe quedando sentada sobre el colchón de mi cama, desorientada busco

iquiera me deja hablar, su tono reñido me molesta, voy a decir una grosería cuando

mi hora de trabajo —digo con voz a

e, le gusta llegar a las 6 de la mañana

a son unos hijos de puta. Hoy seré despedida, y l

e no se note que me había despertado hace 15 minutos, por suerte vivo bastante cerca

alrededor poniendo mi bolso en mi escritorio—, salió a de

que mi jornada comenzara. ¡Esperar dos horas! ¡Que pude aprovechar durmiendo! ¡Durmiendo! Miro a David con mi cara menos amab

o de un lado a otro, arreglando papeles, limpiando escritorios, al tal señor Anderson le gusta todo impecable, esa es la razón por la que todos corren cuando él se acerca. Me asomo a través del vidrio de la oficina y sí, es él llegando, al lado suyo está un s

edición de las fotografías en la reunión, Kevin, el fotógrafo, explica cómo será la nueva portada y a este no parece importarle, mira a Kevin, pero

na, «adelante» contesta con

señor Christopher Dupreé p

errumpe, ni siquiera me

al y como él ha ordenado, algo n

es palomitas de maíz, Natalie regresa unas cuantas horas después, con ella está Dereck, quien viene acomodando su cabello largo en una

boca llena, recargándose en

escupe lo que tenía en la boca de regres

hacia la habitación de Natalie, me levanto conteniendo mis ganas de matarlo, voy hasta el refrigerador y tiro el yo

tomando su bolso, la miro con mi entrecejo fru

nos sentamos en la barra, ellos comienzan a tomar unos tragos, yo también tomo algunos porque ya estoy aburrida, luego recuerdo que tengo que trabajar mañana así que

anás va saliendo de aquel lugar, mi jefe, ¿saliendo de un bar? Está tomado y apenas puede sostenerse cuando torpemente comienza a tocar la alarma de su auto apuntando en todas las direcciones, un vehículo suena y él comienz

—me acerco lentamente

en mi dirección, clavando es

ojos me escudriñan de pies a cabeza. ¿

ortar lo más amable posible, no quiero que me despida por meterme en su

hacia un auto frente a nosotros, la misma mirada desorientada de l

resa? —me abrazo a mí misma por el frío,

siempre está esperando de mí algo que no puedo ser, y ahora por eso puedo perder la presidenc

s veces, creo que así son todos los padre

rca—. Quiere que todo sea como él dice, he hecho lo mejor para esta empresa y él solo juzga mi forma de ser. Siempre está diciéndome que mi hermano piensa m

go que no le agrade y me despida?—, muchos creen

a Natalie porque tendría que dejarlo solo, no hay ni un taxi cerca. Lo primero que se me ocurre es tomar las llaves de su auto, comienzo a tocar el botoncito de la ala

un guardia de seguridad va pasando cerca y al ver mi l

llevando sus manos a su ci

guardia de seguridad? —resoplo, él arquea sus labios en una sonrisa y me ayuda con

ltea y me mira frun

strando a su jefe? ¿Lo

aviesa y yo como que me a

sadas —bufo, siguiendo mi

con jefes y jovencitas, todas

da. Él ríe, deja a Oliver en e

or no aparece mañana ya sabré cuál fue su fin —guiña un ojo y se retira, miro alrededor, si acaso Satanás no aparece mañana la primera sospecho

Por suerte su casa no está muy lejos, conduzco conforme la pequeña pantalla me indica, no me sorprende en nada el vecindario de niños ricos al que acabamos de entrar, observo por el parabrisas del au

ber cómo se abre esta cosa y de inmediato sus ojos me enfocan y camina hacia mí a paso rápido, tocando algo en su cadera, y yo ya puedo estar segura

elve a ver al auto y mira a Oliver dentro con lo

si yo le hubiese hecho

r D

traje a su casa antes de que alguien lo vea en ese estado y sea noticia —estoy nerviosa, terminaré con una bala en la f

el arma, hago lo que me dice. ¿A qué horas traje a este hombre a su casa? Siempre que intento hacer cosas buenas me pasan cosas

—. Gracias a Dios que lo encontró y lo trajo a

mbos me sonrí

or Anderson pregunta cómo llegó aquí no digan que yo

Es una persona muy buena, de hecho, me compró la casa de al frente, para que

pero no con todos, sé cómo sería si sabe que lo vi en es

niña Rosa, gracias, debo

me está apuntando en la frente, niego con mi cabeza. ¿En serio cree que dejar

salgo corriendo y por suerte un taxi va pasando al frente. Subo

. ¿Dónde estás? —apenas la escucho, l

e matan

e—, no te escucho, me quedaré en casa

muerta algún día y

olsillo y doy la dirección de mi casa al taxista, ya que pensaba volver a la fiesta, pero creo que

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